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Columna
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Prosperidad sin crecimiento

Simplemente sacar el tema desafía la sabiduría convencional contemporánea de que el objetivo primordial de una sociedad debería ser impulsar sus ingresos continuamente. Pero es algo a lo que Occidente, especialmente en Europa Occidental, puede tener que enfrentarse. Europa no solo está sufriendo las secuelas de un descenso cíclico desagradable, es probable que haya entrado en una era de bajo crecimiento.

Puede que la tendencia de crecimiento del PIB sea menor que en el pasado. Parte de la desaceleración se debe al rápido envejecimiento de la población europea. Parte puede ser por la creciente competencia de los países en desarrollo. Parte también puede deberse a las limitaciones medioambientales: las medidas para frenar el calentamiento global, por ejemplo, están haciendo subir el coste de la energía.

En los países donde las poblaciones están envejeciendo especialmente rápido y el emprendimiento es leve –Italia es el principal ejemplo– la tendencia del crecimiento anual puede ahora ser prácticamente cero. Incluso Reino Unido, que envejece más lentamente y disfruta de una vibrante cultura empresarial, puede apuntar a menos del 2%.

Es fácil ver cómo una economía de bajo crecimiento podría convertirse en una distopía: el elevado desempleo juvenil podría dar lugar a generaciones perdidas; la insostenible carga de deuda podría obligar a nuevos recortes en los servicios públicos; algunas partes de la sociedad podrían quedar atrapadas en la pobreza y la política podría ser cada vez más amarga.

¿Hay forma de vivir con un crecimiento más lento? Para iniciar la respuesta hay que reconocer que la economía debe servir a la sociedad. Lo que significa es que la labor social de la economía es proporcionar las condiciones en que la población pueda tener unas buenas condiciones de vida.

El crecimiento económico en Occidente se ha visto acompañado por un aumento de la soledad y la depresión. Ello sugiere que una filosofía solo materialista no está en consonancia con la naturaleza humana. En la búsqueda incesante del crecimiento, otras cosas valiosas pueden quedar dañadas. Esto incluye nuestro entorno social, así como nuestro entorno físico.

Parte del lento crecimiento en el Viejo Continente puede deberse a que la población envejece

Lo normal sería pensar que las sociedades ricas de Occidente debería ser capaces de crear las condiciones para una buena vida sin mucho más crecimiento. Estas se centrarían más en la calidad que la cantidad. Seguirían valorando el dinamismo económico, pero no identificarían el éxito principalmente con hacer dinero. Y se harían cargo del tejido social.

Pero incluso con unos valores menos dependientes del crecimiento, todavía habría preguntas molestas, tales como la forma de lidiar con el desempleo y la deuda pública sin crecimiento del PIB. Un lugar para buscar respuestas podría ser el movimiento verde, que lleva décadas defendiendo el crecimiento cero o negativo. Sin embargo, un reciente volumen de ensayos de Green House, el think-tank de Reino Unido, no ofrece soluciones convincentes.

Por ejemplo, Green House aboga por compartir trabajo como una forma de resolver el desempleo. La idea es que las personas que tienen demasiadas tareas deberían recortar su horario, dando cabida a otras desempleadas que encontrarían trabajo.

Ojalá fuera así de simple. Para empezar, es muy posible que las personas que trabajan durante mucho tiempo no quieran reducir su jornada. Incluso si se vieran obligadas a (y tal obligación sería a primera vista algo contrario a la buena vida), eso podría no dar lugar a más empleos para los trabajadores en paro, muchos de los cuales carecen de la formación necesaria. En su lugar, el énfasis debería ponerse en la formación y la educación.

La solución Green House a la elevada deuda pública es llevar a cabo una auditoría para determinar si se incurrió en ella con el consentimiento de la población y en su beneficio. La deuda que no cumpla con estos criterios, se considerará ilegítima. Cuando un tirano, como el de Irak Saddam Hussein, crea deudas, es razonable que sus sucesores las rechacen. Pero las democracias occidentales no están remotamente en esta situación. Las condonaciones de deuda unilaterales causarían el caos económico y más desempleo. No son la solución.

No será posible encontrar las respuestas sin un cambio de mentalidad que valore la buena vida sobre el crecimiento económico.

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