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Columna
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El botín estancado de EE UU

He aquí hay otra ironía del Congreso de Estados Unidos: la imposibilidad de cerrar un acuerdo sobre el fin de las exenciones fiscales podría significar el éxito de una reforma más amplia. Con los legisladores preparados para hacer permanentes una serie de ellas, el presidente Barack Obama ha prometido un veto extraño. Quiere que los créditos fiscales para los estadounidenses con ingresos reducidos queden incluidos.

Se ha convertido en una tradición de fin de año para los legisladores estadounidenses extender decenas de recortes de impuestos por un año o dos. En parte se debe al presupuesto –es más fácil de digerir un corte de un año que uno permanente–. Pero esta vez la política dirige realmente el proceso. El presidente actuó en noviembre para aliviar la amenaza de la deportación de casi cinco millones de inmigrantes indocumentados, enfureciendo a los republicanos. Estos han respondido al optar por no extender algunos créditos para las familias de bajos ingresos, por temor a que aumente el coste de los créditos.

Mientras, el Partido Republicano y el líder saliente de la mayoría demócrata del Senado, Harry Reid, están dispuestos a hacer exenciones permanentes a las empresas, incluyendo créditos relativamente no controvertidos.

No renovarlos podría en última instancia ser más beneficioso que perjudicial. Los legisladores podrían trabajar para reducir los impuestos corporativos, lo que podría incluso acabar con la moda de las empresas estadounidenses que compran compañías en el extranjero y cambian su sede para reducir su carga fiscal.

Decenas de líderes empresariales se quejarán si estos créditos se desvanecen al cierre del ejercicio. Pero las denuncias podrían ser lo bastante fuertes como para impulsar a los legisladores para que busquen la tan necesaria reforma tributaria cuando el nuevo Congreso se reúna en 2015.

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