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El Foco
Tribuna
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USA: análisis poselectoral en clave económica

Los demócratas recibieron una buena paliza en las elecciones de mitad de mandato. Así las definió Obama en noviembre de 2010. Ahora, en noviembre de 2014, el resultado ha sido incluso peor para su partido, como anticipamos en estas páginas antes de celebrar las elecciones. En el Senado –donde se deciden las cosas–, los republicanos consiguieron 53 puestos y los demócratas, 46. Los republicanos van a tener en la Cámara de Representantes la mayoría más holgada desde 1947 (244 conservadores versus 184 liberales), lo que podría alimentar la esperanza de que el nuevo Congreso haga más cosas que el anterior, que solo se caracterizó por su apatía y bloqueo de las iniciativas del presidente. Además, 31 gobernadores son republicanos y 17, demócratas. Los resultados del 4 de noviembre fueron tan malos para los demócratas que Obama no quiso calificar de ninguna manera –ni siquiera como paliza– la derrota, sino que, eufemísticamente, solo habló de “la victoria republicana”.

Aparentemente, a Obama no le ha afectado el resultado electoral tan negativo para su partido

Aparentemente, a Obama no le ha afectado el resultado electoral tan negativo para su partido. Quizá ese haya sido uno de sus problemas, en un análisis poselectoral. En su momento, ya analizamos las motivaciones del voto, anticipando el resultado: acertamos. Vimos las causas; hoy queremos saber los porqués y las consecuencias. Primero, Obama no se inmuta por nada. Como destacan aquellos que han trabajado con él de cerca (Rahm Enmanuel, David Axelrod, Jim Messina), Obama es frío y calculador; muy inteligente. Enfoca los problemas desde una perspectiva, nunca emocional, sino profesional. Acude a los expertos. Toma decisiones tecnócratas. Pero los ciudadanos no aprecian –no ven– la involucración emocional del presidente. En cambio, tanto Reagan como Clinton supieron resolver crisis involucrándose personalmente y metiéndose a la nación en el bolsillo. Obama no lo ha conseguido –tampoco lo busca– y así le ha ido: el índice de aprobación de su gestión continúa en el 42% y el de desaprobación, en el 53%.

Segundo, estas elecciones, aun siendo legislativas, fueron convertidas por los republicanos en un referéndum sobre el presidente y su gestión. No olvidemos que las siguientes elecciones presidenciales serán en noviembre de 2016. La gestión de la crisis del ébola, los problemas con los hospitales que tratan a los veteranos de guerra, la dificultad para aplicar su reforma de la sanidad y la política internacional –ISIS en Siria e Irak, Afganistán, Ucrania, las relaciones con Rusia y con China– son cuestiones que han afectado a la imagen de Obama y, por ende, al Partido Demócrata; aunque muchos candidatos rechazaron aparecer en campaña electoral con el presidente y sí prefirieron hacerlo con el matrimonio Clinton. Esto, en unas elecciones en que solo han votado 90 millones de personas (la cuarta parte del electorado), pero en las que se han invertido 4.000 millones de dólares.

Los demócratas perdieron en lugares que casi siempre les han sido fieles (Maryland, Massachusetts e Illinois, por ejemplo) y no han ganado los que esperaban: Florida, Wisconsin, Michigan y Maine, que siguen siendo fuertemente conservadores. La Casa Blanca (ámbito federal) continúa siendo demócrata, pero en la esfera estatal el color rojo de los republicanos se extiende por doquier. A mediados de noviembre, el índice de favorabilidad de los demócratas es del 36% (fue del 51% hace dos años, cuando Obama ganó sus segundas elecciones) y el de los republicanos asciende al 42% (43% en noviembre de 2012). Hoy, ninguno de los dos partidos consigue exceder el 50% de buena imagen y el 80% de la ciudadanía sigue suspendiendo la actuación del Congreso (ambas Cámaras).

Jamás en la historia de la política americana había habido tanta polarización como hoy en día

Los estudios poselectorales de Advice Strategic Consultants nos dicen que se reconoce que la economía va bien, con 10,6 millones de nuevos empleos y un crecimiento del PIB superior al 3% (4,6% y 3,5%, en el segundo y tercer trimestre, respectivamente). Sin embargo, la economía de los hogares –habiéndose reducido los ingresos por familia el 4% entre 2009 y 2014– no se ha visto tan beneficiada, incluso con una tasa de paro de, solamente, el 5,8%. Los estadounidenses dicen hoy, en las encuestas poselectorales, que los principales problemas a que se enfrenta el país son: la economía (20%), insatisfacción con el Gobierno (19%), la inmigración y la entrada de extranjeros ilegalmente (13%) y el desempleo (12%).

La victoria republicana y la derrota de Obama pueden interpretarse en clave económica: de los cuatro principales problemas a los que se enfrenta el país, tres son eminentemente económicos y uno (inmigración) tiene una fuerte relación con la economía. Todo ello va a desembocar en la necesidad de alcanzar pactos entre los republicanos y el presidente. Ambas partes están a favor del libre comercio, de llevar a cabo una reforma fiscal (tanto de familias como de empresas) y la necesidad de invertir más en infraestructuras, tecnologías de la información y, sobre todo, reformar la inmigración.

Con 50 millones de hispanos legales –tienen familias al sur del Río Bravo– y 15 millones de hispanos ilegales trabajando, es necesario que ambas partes se pongan de acuerdo en su reconocimiento. Si lo consiguen conjuntamente, mediante consenso, será un gran logro para el país, y ambos partidos tendrán un electorado agradecido (el 13% de votantes). Lo mismo puede decirse del nuevo presupuesto –el actual sigue en pie hasta el 11 de diciembre–, intuyendo que nadie quiere un nuevo default de la deuda soberana.

Las pautas de comportamiento del electorado desde 1889-1890 (sí, siglo XIX) muestran que jamás en la política americana había habido tanta polarización como hoy. Esta radicalización hace difícil gobernar. El nuevo líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, ya avisó, hace cuatro años, que su política consistiría en oponerse a cualquier programa que llevara la marca de Obama. Así ha sido. Hoy, el presidente, que ya anunció en enero de este año que “2014 estaría lleno de acción”, amenaza con gobernar mediante órdenes ejecutivas.

La polarización de trenes políticos que chocan hace ingobernable un país. Esto no tendría sentido en la primera nación democrática de la tierra, que acaba de elegir a 10.000 representantes en un ejercicio de libertad democrática sin precedentes.

Jorge Díaz-Cardiel es socio Director de ADVICE Strategic Consultants y autor de Obama y el liderazgo pragmático, La Reinvención de ObamaÉxito con o sin crisis.

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