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Tribuna
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Brasil, un futuro incierto

Este fin de semana conoceremos por fin quién se convertirá en el nuevo presidente de la República de Brasil durante el próximo mandato electoral. Concretamente, el domingo 26, las urnas se prepararán para o bien dar la victoria a Dilma Rousseff, la actual dirigente del país y elegida como la candidata más votada en la primera ronda; o bien otorgar la presidencia a Aécio Neves, lo cual supondría el retorno al gobierno del Partido de la Socialdemocracia Brasileña después de 11 años con el Partido de los Trabajadores al frente.

Desde hace varios meses, Brasil ha venido ganando protagonismo a nivel mundial. Dicho protagonismo, dejando a un lado la celebración del mundial de fútbol, responde a la notoriedad política originada por la celebración de las elecciones presidenciales y al giro de ciento ochenta grados que ha dado la situación económica del país en comparación con el inicio del año. En concreto, se ha convertido en uno de los países emergentes de mayor riesgo debido al deterioro de sus cifras macro y a la revisión a la baja de sus previsiones de crecimiento en el medio plazo.

La senda económica brasileña viene mostrando signos de debilidad desde finales de 2013. Varios factores habrían contribuido al empeoramiento de la situación. En primer lugar, el Banco Central de Brasil se veía obligado a subir el tipo de interés oficial hasta el 11% después de que su divisa, el real, se depreciara notablemente como consecuencia de la reducción del programa de compras de la Reserva Federal. Actualmente, la autoridad monetaria se encuentra lidiando con otro foco de inestabilidad: las altas tasas de inflación. El IPC ampliado en septiembre se situaba en el 6,75% anual, lo cual constituía el segundo registro consecutivo por encima del objetivo máximo establecido por el Banco Central del 6,50%.

Adicionalmente, la economía carioca presenta otros puntos débiles. La caída de los precios de las materias primas, así como la reducción de la demanda internacional (especialmente la china) ha llevado a la balanza comercial a representar un -3,5% del PIB en agosto, unos niveles no vistos desde el año 2002. Paralelamente, la situación en materia interior tampoco resulta alentadora, pues el crédito al consumo se ha visto lastrado por el alto tipo de interés. Este último también ha contribuido a un desplome de la formación bruta de capital fijo, la cual descendía un -11,25% anual en el segundo trimestre de 2014. En último lugar, habría que añadir que los niveles de confianza, tanto del consumidor como empresarial, se sitúan actualmente en zona de mínimos. En consecuencia, las expectativas de crecimiento para el presente año han sido revisadas a la baja. Instituciones como el FMI esperan que el PIB brasileño aumente únicamente un 0,3% en 2014, un gran descenso si se compara con el 2,5% con el que se cerró 2013.

De este modo, el futuro político y económico del país radica ahora en manos de la población brasileña. El programa de Dilma Rousseff lleva como seña de identidad la continuación con las políticas sociales y la lucha contra la desigualdad para volver a las tasas de crecimiento anteriores. Sin embargo, la situación actual nos ha hecho recordar que el éxito de las políticas de gasto y de inversión venía muy condicionado al contexto internacional, el cual permitía la entrada de capital y, por tanto, de fuentes de financiación.

En el lado opuesto, Aécio Neves propone medidas vinculadas con la liberalización económica y la posibilidad de establecer un pacto comercial con los Estados Unidos. Asimismo, el candidato del PSDB aboga por una contención del déficit público y la reforma de los servicios públicos. Neves cuenta además con el respaldo de los mercados financieros, pues la Bolsa de Sao Paulo subía más de un 6% después de que este desbancara a la representante de los socialistas brasileños, Marina Silva, la gran revelación según las encuestas, pero que finalmente vio truncada sus opciones tras quedar tercera en la primera ronda electoral.

Salvo sorpresas, los últimos sondeos otorgan la victoria a Rouseff por segunda convocatoria consecutiva, aunque tendrá que luchar contra su reciente desgaste provocado por la impopularidad de algunas de sus reformas (recordemos las protestas por la subida del precio del transporte público), los escándalos de corrupción y el desaprovechamiento de oportunidades como la celebración del mundial de fútbol. Sin embargo, la sombra de Lula es alargada y los votantes no olvidan que el PT es el responsable de elevar a Brasil a una de las grandes potencias mundiales, de convertirlo en sede de grandes eventos y de combatir la pobreza y la desigualdad.

Gabriel Marquès es economista de Intermoney.

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