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El Foco
Tribuna
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El crecimiento que viene

En las últimas fechas hemos conocido el cuadro macro que el Gobierno plantea en el marco de los Presupuestos Generales del Estado para el año 2015. Después de seis años de crisis, con caída en la producción, pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, subidas de impuestos, aumento del desempleo y, por ende, pérdida de bienestar social, el ejecutivo plantea un escenario en el que en 2014 y 2015 se crecerá al 1,3 y 2,0%, respectivamente. La buena noticia es que ahora el debate se centra en cuanto crecemos y si, como afirma el ministro Montoro, son los presupuestos de la creación de empleo y la recuperación económica. La mala es que, pese a todo, el paro se situará en tasas que rondan el 24%. Ahora bien, la realidad es que en los últimos años hemos asistido a continuos esfuerzos por parte de todos (Gobierno, trabajadores, empresas) para tratar de dar un vuelco a la situación económica en nuestro país. Y esto es positivo. Los problemas, contrariamente a lo que muchos piensan, no se solucionan con el tiempo. El tiempo los pudre. Hemos afrontado algunos, muchos, pero, no nos engañemos, nos queda un largo camino por recorrer. Permítanme reflexionar sobre el pasado reciente, el presente inmediato y el futuro de nuestra economía.

En los últimos años se han dado continuos esfuerzos para tratar de dar un vuelco a la situación económica

El pasado reciente está marcado por las reformas en un contexto de destrucción de valor y bienestar en nuestra sociedad. En 2007, nuestra economía dejo de funcionar como lo había hecho hasta entonces. La burbuja inmobiliaria, la crisis internacional, la crisis de endeudamiento, un modelo de crecimiento inadecuado para competir en la globalización y, en definitiva, los excesos de una larga época de crecimiento continuado se reflejaron en la mayor crisis de las últimas décadas. Como todo en la vida, cuando las cosas dejan de funcionar, toca reformar: reforma de las pensiones, reforma laboral, reforma fiscal… Y todo ello en el marco de la renombrada consolidación fiscal. Es decir, en la necesidad de ajustar los gastos a los ingresos de los que se dispone.

No olvidemos que después de todo este esfuerzo, en 2013 cerramos con un déficit superior al 6% del PIB y una deuda por encima del 90%. Esto no quiere decir que nuestro descuadre de las cuentas sea del 6%. Nada más lejos de la realidad. Este desfase de los gastos respecto a los ingresos lo medimos respecto a la dimensión total de la economía. Respecto a lo que todos producimos. Si lo medimos respecto a los ingresos del sector público, el desfase ronda aproximadamente el 20%. ¡Sí, sí, el 20! Como ya he dicho en alguna ocasión, ¿se imagina que usted gastara un 20% más de lo que ingresara cada mes? Por si todo ello fuera poco, los intereses que nos cobran por nuestra deuda se han disparado durante todo este periodo de crisis. La famosa prima de riesgo. Y ello nos agrava más el problema, porque una buena parte de los presupuestos que estos días se someten a debate lo componen los intereses de la deuda. Cuanto más paguemos por ellos, menos tenemos para otras cosas. Educación o sanidad, por ejemplo. Quédense con este dato: aproximadamente el 75% del presupuesto se va a tres partidas: pago de la deuda, las pensiones y las prestaciones por desempleo. Y esto en 2015. Pero, como decía al inicio, queda mucho trabajo. Nos encontramos a mitad de camino. Las reformas deben continuar. Recuerden lo que dice el diccionario de la Real Academia Española sobre la definición de reforma, en su segunda acepción: “Aquello que se propone, proyecta o ejecuta como innovación o mejora en algo”. Innovar y mejorar. Esto es lo que ha estado y debe estar subyacente en las reformas.

Se hace estrictamente necesario continuar avanzando en las reformas para que el futuro sea mejor

El presente económico viene marcado por las continuas noticias de un posible freno al crecimiento a nivel internacional. Esta semana, sin ir más lejos, hemos conocido la revisión del crecimiento esperado en Alemania por parte de su propio Ministerio de Economía. En 2014 el PIB alemán crecerá 1,2% frente al 1,8 que preveía. En 2015 lo hará en un 1,3% frente al 2% esperado hasta ahora. En Francia, enmarcados en la misma tónica, vienen pidiendo desde hace ya un tiempo un relajamiento en la política de consolidación fiscal marcada por Bruselas.

En el caso español, a pesar del entorno económico descrito, las noticias son sustancialmente mejores. Al margen del buen comportamiento de los primeros seis meses del año, marcados por el crecimiento y la creación de empleo, durante este mes hemos conocido las ventas de grandes empresas que ha publicado la Agencia Tributaria en el pasado mes de agosto. El crecimiento de este indicador, que es un buen termómetro de la actividad económica, el pasado mes de agosto fue del 2,9% respecto al mismo mes del año anterior en términos deflactados y corregidos de efectos de calendario. Si profundizamos en este dato, nos encontramos con noticias agradables. Las ventas destinadas a inversión en equipo y software crecieron un 5,9% interanual de media en los meses de verano (julio y agosto); las de construcción y promoción inmobiliaria un 4% en este mismo periodo; y el empleo declarado por estas empresas aumentó un 1,6% en dichos meses, lo cual supone tres décimas más que en el trimestre anterior. Todo esto se une al buen tono que han mostrado otros indicadores. Por ejemplo, el índice de confianza empresarial publicado por el INE, que en agosto continuo ascendiendo respecto a los meses precedentes en la misma senda alcista que lo viene haciendo.

Como ven el presente arroja más luz que sombra y el final del túnel está cerca. Sin embargo, como avanzaba, se hace estrictamente necesario continuar avanzando en las reformas para que el futuro económico sea mejor que el presente y, sobre todo, que el pasado. Lo que falta por hacer no es poco y hay que ser valiente para afrontarlo. Profundizar más en la reforma laboral, remodelar por completo el estado de las autonomías, reformar el marco de funcionamiento de los mercados de tal forma que posibilite disponer de empresas competitivas de verdad (me refiero especialmente al sistema tecnológico), reformar las pensiones y reformar el sistema financiero. Y por si esto fuera poco, hay que reformar de arriba a abajo el sistema educativo.

Ángel Díaz Chao es profesor del departamento de Economía Aplicada I de la Universidad Rey Juan Carlos.

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