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Columna
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Acciones para los banqueros chinos

La forma de incentivar a los banqueros algo que China ha meditado durante siglos. En la dinastía Qing se solía mantener a los ejecutivos a raya con la amenaza de esclavizar a sus familias. En la década de los ochenta, muchos jefes de empresas de propiedad estatal hicieron depósitos de garantía por adelantado para asegurar un buen comportamiento. La nueva propuesta de pagar los ejecutivos en acciones –alentada por el Banco de Comunicaciones– es un avance.

A los dirigentes de las entidades financieras de China se les paga una miseria en comparación con sus homólogos occidentales. Para muchos banqueros chinos, las recompensas no son financieras, sino en favores políticos.

El pago en acciones, que el Ministerio de Finanzas prohibió en 2008, podría hacer que los ejecutivos se centraran más en el balance. Pero las deficiencias de una compensación basada en valores se magnifican en China. Quienes reciben títulos necesitan creer que pueden subir el precio de la acción haciendo un trabajo mejor. Sin embargo, las acciones bancarias chinas han dado malas señales en los últimos años a pesar de que las entidades reportan constantemente una rentabilidad sobre el capital de alrededor del 20%.

Quienes reciben títulos como pago necesitan creer que pueden subir su precio mejorando su trabajo

Con la carta blanca, los jefes de los bancos podrían ser capaces de impulsar las valoraciones por ser dueños de deudas incobrables escondidas en el balance general. Un responsable motivado por el lucro también podría evitar conceder préstamos a empresas estatales a bajas tasas de interés a favor de acreedores privados de mayor riesgo pero mejor remunerados. Dado que el estado considera a los prestamistas principalmente como una herramienta de la política macroeconómica, ese tipo de libertad estratégica parece estar muy lejos.

Lo que una vez fueron grandes reformas, han dado paso a la remuneración basada en acciones que puede ser más útil. Pero mientras la propiedad de acciones y el control sigan separados, el riesgo es que los bancos terminarán con la peor de ambos mundos: estructuras disfuncionales y gerentes tristes.

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