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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El traspié del sector exterior, un serio aviso

El déficit comercial casi se duplicó en el primer semestre del año, con un crecimiento muy moderado de las exportaciones, frente a un impulso muy notable de la demanda interna. El Gobierno valora ahora especialmente esto último porque refleja la incipiente recuperación de la actividad. Sin embargo, el Ejecutivo y los agentes económicos harán mal si ignoran que el traspié que significa esta debilitación de las ventas al exterior representa en realidad un serio aviso. Porque las exportaciones han caído un 2% anual entre abril y junio –la primera vez que sucede en un trimestre desde 2009–, y en la primera mitad del año solo han subido un 0,5%. Y lo hacen en un contexto de debilidad de los principales clientes de España, como pone de manifiesto la fuerte caída de las ventas a Francia e Italia. Lo peor es que ningún indicador hace pensar que vayan a mejorar en el corto plazo –y la prueba está en la contracción de la economía del otro gran cliente español, Alemania– ni que otros países vayan a compensar esa merma. Porque la apreciación del euro en la primera mitad del año ha jugado también un papel determinante en la caída de ventas a regiones de fuera de la zona euro, en especial a Latinoamérica y Oriente Medio.

Este panorama, al que hay que sumar la desaceleración de economías emergentes, pone en cuarentena la previsión oficial para las exportaciones. El Ejecutivo calcula que crecerán un 5% a final de año, pero teniendo en cuenta el resultado del primer semestre todo indica que difícilmente acertará. Y no solo eso. Economía prevé revisar al alza la previsión de crecimiento en septiembre y para ello contaba con que el vigor exportador se mantuviera. En la última previsión –subida del PIB del 1,2%– la demanda interna y la externa aportaban cada una seis décimas de crecimiento. Ahora, el pinchazo de las exportaciones desafía el nivel de esa revisión al alza, que deberá ser menos alegre de la esperada, so pena de caer en un serio error de autocomplacencia.

De hecho, Economía incide en que, en términos trimestrales, las exportaciones en el segundo trimestre crecieron un 4,2% frente a los primeros tres meses del año. Es una forma de verlo. Pero no la más realista. La prueba está en que al mismo tiempo que se esgrime el citado argumento, la Secretaría de Estado de Comercio asegura que el mes que viene el Gobierno presentará una serie de medidas “concretas” para impulsar las exportaciones.

En el lado contrario, las importaciones han crecido con fuerza –un 5,3% en la primera mitad del año–, con protagonismo del sector de la automoción y de los bienes de equipo, dos indicadores adelantados que el Ejecutivo utiliza para anticipar el cambio de ciclo económico. Entre las grandes economías europeas, España es la que mejor se comporta en este ámbito, solo por detrás de Alemania, con un avance del 2,4% entre enero y junio, mientras las importaciones de Francia, Italia y Reino Unido reflejan su paralización y caen con fuerza. Es una gran noticia que las compañías inviertan en bienes de equipo, porque significa que los empresarios confían en la recuperación y se preparan para producir más.

Sin embargo, utilizar el argumento de que la fuerte recuperación de la demanda interna ha hecho que las empresas se dediquen a cubrir esa demanda nacional y que, como consecuencia, los datos de exportación son menos intensos, como se ha querido hacer desde el Gobierno, es algo que no se sostiene.

Economía prevé que el menor dinamismo de las ventas de mercancías se vea compensado por la pujanza de la venta de servicios –turísticos o no–, lo que llevaría a España a cerrar por segundo año consecutivo con superávit por cuenta corriente y con capacidad de financiación. Pero lo verdaderamente importante, como bien sabe el secretario de Estado de Comercio, Jaime García-Legaz, es que España no pierda los mercados en los que ya se ha abierto camino. La guerra comercial de la UE con Rusia, que impactará directamente en nuestras exportaciones de productos perecederos, es una prueba más de lo imprescindible que es diversificar los mercados.

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