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Columna
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Un rescate tímido y en mal momento

El rescate de Banco Espirito Santo (BES) de 4.900 millones de euros, dado a conocer el 3 de agosto, no sirve para lavarse las manos por completo. Los accionistas, incluida la familia Espirito Santo que controlaba y dirigiría BES, están siendo desviados a un banco malo, junto con los tenedores de obligaciones subordinadas. Estos tendrán que absorber las pérdidas por la exposición de la entidad crediticia al grupo Espirito Santo y a Angola –lo que podría significar su total liquidación–.

El problema está en el banco bueno, llamado Banco Novo. Para capitalizar esta parte, que albergará los préstamos buenos, respaldados por depósitos y deuda no subordinada, el Estado portugués prestará 4.400 millones de euros al Fondo de Resolución del país.

Portugal asegura que el rescate no costará al contribuyente más dinero. Esto podría ser cierto si Novo Banco alcanza un precio más de 4.400 millones de euros. Incluso si no es así, se supone que será la recaudación fiscal de los bancos nacionales la que cumpla con la diferencia en lugar de directamente el contribuyente. Sin embargo, gravar más los bancos portugueses en un momento en que se ve limitado el crédito bancario en la periferia de la zona euro perjudicará a la economía.

Gravar más a los bancos portugueses en un momento en que se ve limitado el crédito afectaría a la economía

Si BES se hubiera colapsado en enero, esos fondos se habrían incluido en el plan de rescate, ya que las nuevas reglas de la UE prohibirán el uso de fondos públicos hasta que los bancos hayan llevado a cabo una recapitalización interna (o bail-in) el 8% de sus pasivos, incluidos los titulares de deuda senior.

Portugal puede argumentar que los nuevos requisitos europeos de rescate aún no están incluidos en su legislación nacional. Además, las autoridades pueden haber temido una repetición de la experiencia de Dinamarca en 2011, cuando los inversores dejaron de comprar deuda bancaria tras verse afectados los acreedores senior.

Pero el año pasado Chipre escapó de un paso aún más polémico al empujar a las pérdidas a los depositantes no asegurados. Lisboa ha perdido una oportunidad.

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