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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Crecimiento, empleo y retos de futuro

La decisión del Gobierno de revisar al alza en septiembre las previsiones del cuadro macro es una buena noticia, pero no una sorpresa, dado el buen comportamiento que han ido mostrando los últimos indicadores de actividad. Tal y como anunció ayer en el Congreso el ministro de Economía, Luis de Guindos, el Ejecutivo elevará del 1,2% al 1,5% la previsión de crecimiento de la economía española para 2014 y del 1,8% al 2% la que corresponde a 2015. Guindos no se refirió a las proyecciones sobre el empleo, pero los excelentes datos que arroja la última Encuesta de Población Activa (EPA) constituyen un certificado elocuente de la velocidad de crucero que está adoptando la recuperación. Las previsiones de abril del Gobierno apuntaban a una tasa de paro del 24,9% para este año y del 23,3% para el año que viene. Todo hace prever, sin embargo, que esos porcentajes tengan que corregirse también y que el mercado laboral siga reflejando el creciente repunte de la actividad empresarial.

El principal factor que explica este retoque al alza de las previsiones macro es el buen comportamiento que está mostrando la demanda interna. Una mejora que contrasta fuertemente con la atonía exhibida en los peores tiempos de la crisis, pero que no es en absoluto fruto de la casualidad. Las reformas estructurales adoptadas por España en los dos últimos años y los duros sacrificios que han venido aparejados con ellas han aclarado el horizonte en muy diversos frentes. Desde el abaratamiento de la financiación, la mejora de la confianza o la revalorización de los activos, hasta el aumento de la riqueza familiar y la recuperación de buena parte de la competitividad perdida por el tejido empresarial.

Un elemento clave en materia de competitividad ha sido la rebaja de salarios y costes que España ha llevado a cabo en un plazo récord. Un logro que hay que atribuir a la liberalización introducida por la reforma laboral, pero también al compromiso de austeridad salarial mantenido desde hace tres años por los agentes sociales. La reunión celebrada ayer por Mariano Rajoy con las patronales empresariales y las organizaciones sindicales abre la puerta a la renovación de ese acuerdo. Según ha desvelado la ministra de Empleo, Fátima Báñez, el Gobierno se ha comprometido a impulsar un plan para incentivar el empleo a cambio de que sindicatos y patronales apuesten por seguir manteniendo los salarios bajo control. Ello implica seguir la línea del acuerdo firmado en 2012, que expira el próximo mes de diciembre, y que ha constituido un factor fundamental para frenar la destrucción del empleo. Desde CCOO y UGT se adelantaba ayer el deseo de que la recuperación vaya acompañada por una mejora progresiva de los salarios, pero al tiempo se reconocía que no todas las empresas están en condiciones de alcanzar ese objetivo. Del realismo y sentido de responsabilidad que los agentes sociales estén dispuestos a adoptar en la mesa de negociación dependerá que el recién arrancado motor del empleo refuerce su potencia y adquiera mayor solidez y velocidad.

El esfuerzo realizado hasta el momento ha sido difícil, ingrato y necesario, pero no está terminado. El camino hacia la consolidación de la recuperación económica va a ser largo y exigirá no solo el esfuerzo y la disciplina suficientes para mantener firme el timón, sino también la adopción de cambios dirigidos a fortalecer los mimbres del crecimiento en España. Una de las asignaturas pendientes sobre las que existe un consenso generalizado es la necesidad de avanzar hacia un nuevo modelo productivo que no repita los errores del pasado y que permita afrontar con mayor solidez las crisis derivadas de los ciclos económicos. Se trata de una tarea compleja, que exigirá revisar a fondo los fundamentos de un modelo de crecimiento que ha demostrado ya su enorme fragilidad, así como buscar nichos capaces de sustituir a aquellos sectores cuyo recorrido tiene fecha de caducidad. Todo ello supone un profundo reto que no puede basarse en intereses de parte o en meras necesidades coyunturales, sino que ha de aspirar a transformar la economía y a prepararla para un futuro cada vez más global, exigente y competitivo.

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