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Columna
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Lecciones de Tiananmen

China es el más rica y estable que cuando los tanques entraron en la plaza de Tiananmen hace 25 años. Entonces, las reformas políticas incompletas llevaron al caos y la violencia. Aunque hay poco riesgo de que eso suceda ahora, una dinámica similar se está instalando en el sistema financiero.

Hoy en día, los ciudadanos chinos aceptan en su mayoría las restricciones políticas. Las autoridades evalúan las comunicaciones y las reuniones. El rápido crecimiento de los ingresos ha hecho que el recuerdo de 1989 sea menos relevante. La inversión extranjera también ha crecido. En 1990 China atrajo 2.800 millones de dólares, según la OCDE. Hacia 2013 la cifra se había multiplicado casi por 40.

Las restricciones financieras han demostrado ser menos estrictas. Aunque que las tasas de depósito en las cuentas bancarias tienen un límite de poco más del 3% para los ahorros a un año, los inversores han perseguido una proliferación de productos más atractivos, tanto online como offline.

Las caprichosas finanzas suenan como una preocupación trivial en comparación con las decenas de miles de estudiantes que exigían democracia en Pekín y otras ciudades en la primavera de 1989. Pero hay similitudes.

Hay poco riesgo de disturbios masivos hoy –el aparato de seguridad es temible y está mejor financiado–; las clases medias tienen más que perder. Pero el caos financiero es un riesgo cada vez mayor. Después de un crecimiento tan despreocupado, los impagos y las quiebras institucionales son inevitables. Si el crecimiento se desacelera muy rápido, algunos podrían preguntarse si los líderes de China han mantenido su parte del trato.

El gran peligro es que, una vez más, los gobernantes chinos no están dispuestos a renunciar al control. A lo sumo, el gobierno hará lo suficiente para evitar una ruptura en el orden financiero, y aceptará que los mercados impliquen una cierta cantidad de indisciplina. En el peor, la reforma financiera podría seguir el camino de la reforma política posterior a 1989: un retroceso. La lección de Tiananmen es que una vez que la voluntad de cambio se desvanece, puede desaparecer durante décadas.

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