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Extra Formación

Abierto por verano

Manuel G. Pascual

Las bibliotecas públicas, los parques e incluso los bares de las ciudades se llenan todos los veranos de jóvenes pertrechados de carpetas y libros de texto, entre otros bártulos. Buena parte de ellos no sacrifica el receso estival por gusto, sino para preparar su cita con los exámenes de septiembre. No tienen otro remedio que estudiar si quieren pasar de curso. Otros, en cambio, lo hacen por placer (o, por lo menos, de forma voluntaria). Conforman un nutrido y heterogéneo grupo de personas, de todas las edades, ocupaciones e intereses, que aprovechan las vacaciones para formarse. Universitarios que quieren profundizar o explorar alguna disciplina. Profesionales, en activo o parados, que necesitan desde actualizar sus conocimientos hasta aprender a venderse correctamente en una entrevista de trabajo. O almas curiosas que le dan rienda suelta a sus inquietudes intelectuales cuando los demás descansan en la playa. Incluso hay quienes se lo plantean como una herramienta de networking o posible trampolín a un empleo.

Si teclea en Google las palabras “verano” y “formación” le saldrán más de 33 millones de resultados. La cantidad de oferta es asfixiante. La mayor parte de las cerca de 80 universidades que salpican la geografía española organizan varios cursos de verano. A eso hay que añadirle las propuestas de organizaciones de todos los tipos: institutos de formación, asociaciones profesionales, academias de idiomas, etcétera.

Los más antiguos y conocidos son los de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) de Santander. Arrancó su andadura en 1933, reuniendo a la élite intelectual del momento. Solo cerró sus puertas durante los años de la guerra. Ortega y Gasset, Gregorio Marañón o Miguel de Unamuno son algunos de los nombres ilustres que han desfilado por el Palacio de la Magdalena, sede de los cursos. “Su oferta pretende analizar las tendencias científicas y culturales del momento”, sintetiza el rector, César Nombela, que espera superar este año los 5.000 alumnos. Los asistentes tienen a su disposición conferencias, mesas redondas y grupos de discusión de todas las temáticas imaginables por la mañana y por la tarde, que combinan con actividades culturales (conciertos, recitales de poesía, espectáculos…) o incluso compartiendo almuerzo con las muchas personalidades presentes. En un aula puede haber una charla sobre astrobiología y en la de al lado estarse debatiendo los retos del coche eléctrico en el entorno urbano actual.

Los de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), celebrados en San Lorenzo del Escorial, también están entre los cursos más populares del verano. El año pasado reunieron a más de 3.400 estudiantes, el 10% de ellos extranjeros. “La media de edad es de unos 36 años. Una tercera parte son alumnos de la UCM, pero el resto son profesionales de distintas ramas que vienen a ponerse al día en temas de su interés”, explica María José Comas, directora de los cursos de verano de esta institución. Los cursos más exitosos son los que duran cinco días, generalmente relacionados con las ciencias sociales, las humanidades o las ciencias de la salud. Dan derecho, por cierto, a créditos ECTS (homologables entre todas las universidades europeas que forman parte del Plan Bolonia), un reclamo que emplean muchos centros en su oferta estival.

También se puede emplear el verano para rebajar la carga de asignaturas que se atenderá durante el curso regular. La Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) organiza este año por primera vez en España lo que llaman asignaturas de grados universitarios: se imparten de forma intensiva materias de primer año de las titulaciones del centro. Con la misma carga de trabajo y la misma evaluación que tienen si se atiende durante el curso regular, pero condensadas en tres semanas, algo que ya hace tiempo que practican otras universidades europeas, como por ejemplo la London School of Economics. “La idea es que los alumnos acaben de escoger con más criterio los estudios que quieren seguir. También proporcionamos de esta forma una oferta de calidad para los jóvenes de entre 17 y 18 años que quieran aprovechar el verano”, ilustra Sílvia Carrasco, vicerrectora de Estudiantes de la UAB. Las materias aprobadas sirven para liberar créditos.

Adriana Cabeceran es técnica de interculturalidad y consumidora habitual de educación veraniega. Comenzó antes de empezar la carrera de Ciencias Políticas, asistiendo a los debates estivales de l’Escola Internacional per la Pau de Sant Cugat del Vallès (Barcelona). A finales de junio, con las velas de su 30 aniversario todavía humeantes, pasará una semana en Suiza, en el Graduate Institute of Geneva, estudiando el sistema de Naciones Unidas y su interacción con otros organismos internacionales. Descuenta esos días de sus vacaciones y se costea ella misma los 1.200 euros de matrícula. Lo que allí aprenderá no tiene una aplicación directa en su trabajo: su motivación es otra. “Siempre me han interesado las relaciones internacionales. Y ahora mismo que desempeño una labor muy ligada al trato con personas, cursos como este me permiten conservar un vínculo con el mundo académico”, argumenta esta barcelonesa. “También valoro la experiencia de conocer gente de otros países con tus mismos intereses, y creo que siempre es positivo seguir formándose”.

En cualquier lugar y momento

No todo el mundo tiene el tiempo o el dinero para dedicarse una semana en cuerpo y alma a ampliar conocimientos. Pero eso no es excusa para olvidarse de los cursos de verano: también podemos asistir virtualmente. La Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA) organiza en julio cursos online en tiempo real. “Se trata de charlas de entre 45 y 90 minutos que se siguen online de forma gratuita a través de una aplicación especial que permite ver las transparencias del ponente, las preguntas que hace la audiencia, etcétera”, explica Arturo de las Heras, director general de ese centro. Lo único que hace falta es apuntarse con antelación (“por dimensionar el servidor”) y tener un ordenador o tableta con conexión a internet en el momento de la conferencia. Se puede seguir hasta desde la piscina.

Estudiar idiomas, mayormente inglés, es otra de las tareas que se suelen dejar (o retomar) para cuando llega el calor. Las academias de todo el país hacen su agosto (nunca mejor dicho) con sus cursos intensivos de verano. También hay quienes optan por una inmersión lingüística completa, opción que sale más cara pero suele rendir más. “Todos los años salen a estudiar idiomas al extranjero unos 100.000 españoles, el 70% de ellos menores de edad”, apunta Marta Galea, secretaria general de la Asociación Española de Promociones de Cursos en el Extranjero (Aseproce). El 90% opta por el inglés, siendo los destinos preferidos Gran Bretaña, Irlanda, EE UU y Canadá. La estancia media es de entre tres y cuatro semanas, aunque los adultos no suelen pasar de los 14 días. Una de las tendencias que ha detectado esta patronal es que, en el caso de los mayores que deciden invertir en idiomas, piden cada vez más cursos especializados. El inglés para negocios es el más popular, aunque también se diseñan programas diseñados para atender las necesidades de léxico de profesiones específicas (ingenierías, medicina, etc).

Hacer contactos es algo que no descuidan los estudiantes, especialmente los de último curso. “Aquí el networking se practica desde la sesión inaugural”, explica Álvaro Rico, coordinador académico del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB), centro adscrito a la UCM. “A nuestros cursos de verano asisten sobre todo estudiantes extranjeros, que suponen el 70%, y ellos mismos ya se ocupan de establecer vínculos con sus profesores y compañeros”. La propia escuela organiza actividades culturales (recorridos guiados por Madrid, visitas a museos, etcétera) para fomentar la generación de vínculos, muy en la estela de lo que suelen hacer las escuelas de negocios. Los propios estudiantes son los que se encargan de tratar de entablar buena relación con sus profesores por lo que pueda pasar. No en vano, el 95% de los docentes de esta escuela ejerce profesionalmente en las materias que imparte (Análisis bursátil, Gestión de carteras, International Financial Markets o Derecho de los mercados financieros son algunos de los cursos disponibles, todos ellos de 100 horas lectivas).

Nombela, rector de la UIMP, también le otorga mucha importancia a esta dimensión. “El ambiente tan especial que se crea en los cursos hace que se generen muchas listas de correos entre los asistentes. Se intercambian tarjetas de visita y currículums”, señala. “Pocas veces he tenido la oportunidad de alternar en un entorno distendido con políticos y eminencias de los diversos campos como en los jardines del Palacio de la Magdalena”, comenta una asistente a varias de las ediciones de la escuela de verano de la UIMP.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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