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Tribuna
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El oro, último amparo de la libertad individual

El dólar a media asta, el yen maltratado, el yuan infravalorado, y el euro que se repliega sobre sí mismo. El sistema monetario internacional no inspira confianza y muestra más que nunca signos de debilidad e inestabilidad. Consciente de la guerra que se libra actualmente entre las monedas fuertes, China, primer poseedor de bonos del Tesoro americano, intenta deshacerse de estas pesadas obligaciones para volver a comprar oro, mucho más tranquilizador que el billete verde, que no consigue garantizar la paridad.

Mientras que el oro sigue siendo un arma secreta para los países que lo poseen, el metal amarillo genera también cada día más interés en inversores particulares. Al contrario que las monedas fiduciarias, el oro jamás se ha alejado de su valor de moneda de intercambio universal, por su rareza, su homogeneidad, su carácter divisible (el oro puede ser fundido y acuñado en cualquier cantidad) y el lujo que representa. En virtud de todas sus características, el oro ha podido y podrá siempre comprar todo, lo que lo convierte en una moneda legítima, y más fuerte que un papel moneda que no está respaldado por ninguna contrapartida tangible.

Asistimos así a un tipo de crepúsculo del ídolo de papel verde, el dólar como patrón. El valor atribuido a una moneda se hace en base a la confianza que los Estados quieran concederle, de ahí que las monedas fluctúen cada día comparándose unas con otras. Pero, una crisis como la actual ha desnudado al dólar. Si la máquina de fabricar billetes aparece para reactivar el consumo, el aumento de la masa monetaria conduce inexorablemente a la depreciación del dólar y por ende a la inflación y a la deflación.

Mientras el reinado del dólar vive sus últimos instantes, ¿qué ocurre a este lado del Atlántico? La crisis de la zona euro es ante todo la crisis de una moneda papel, el euro, que quería unirse a los grandes y de momento no toca bola limitándose a ver cómo esta pasa de las manos de China a Estados Unidos, y viceversa. Ambos países utilizan las tasas de cambio flotantes para devaluar sin cesar sus divisas. Así, tanto el yuan como el dólar son actualmente competitivos para la exportación de riqueza de los países que las emiten, mientras que el euro no lo es. Un desequilibrio artificial provocado por la emisión masiva de billetes por parte de los países tramposos mantiene al euro en una tasa muy elevada.

Para el economista Antal Fekete, “nuestra crisis financiera actual es la quintaesencia de una tragedia creada por todas las piezas de las limitaciones puestas sobre el dominio monetario. La forma de salir de esta crisis, y de evitar una Gran Depresión, consiste en restaurar la libertad de elección de la moneda derogando el curso legal. El patrón-oro debe ser rehabilitado con su sistema de compensación”.

Encontramos monedas de oro que datan de hace 3.000 años; entonces ¿por qué nos han impuesto los billetes? ¿Cómo tener confianza en una moneda que sabemos que tarde o temprano perecerá?

Las consecuencias de esta mala gestión son desastrosas para nosotros y las generaciones venideras, a las cuales empujamos al empobrecimiento: las monedas devaluadas se erosionan, ocasionando la pérdida del poder adquisitivo de los consumidores mientras que la deuda pública no para de engordar.

Por un lado las tasas de interés del crédito bancario repercuten sobre todo en los precios: el consumo corriente, equipamiento, desarrollo, producción; y penalizan nuestro poder adquisitivo en un 30%. Por otro lado, entre 1980 y 2006 la deuda pública aumentó en unos 913 billones de euros, o sea, 1.176 billones de euros de intereses. ¡Un déficit mundial que continúa cavando su tumba a razón de 120 millones de euros al día!

El modelo liberal actual esta pervertido por la avidez de un puñado de especuladores que deciden en un solo clic la subida o la bajada de las materias primas como el petróleo y, más grave aún, los alimentos básicos. Los cereales, la soja, la colza, el maíz, el arroz, el trigo y la carne se convierten en los nuevos soportes de productos financieros, de las escrituras, mientras que una parte del mundo pasa hambre.

Para que el sistema funcione de nuevo, el oro debería constituir una moneda privada cuyos utilizadores sean los únicos garantes; un poco bajo el concepto del SEL (sistema o servicio de intercambio local), pero con la ventaja de un intercambio rápido, que no quedaría a la espera de un servicio efectuado por su vecino. Como dijo André Dorais, en su obra El quebequés libre, “el oro siempre ha sido la moneda elegida por el hombre libre, pero el hombre del Estado no quiere hombres libres”.

Jean-François Faure es fundador de Lingoro.com.

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