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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bruselas valida el esfuerzo de España

La confirmación dada por la Comisión Europea a la cifra de déficit público con que España cerró 2013 constituye una verdadera inyección de confianza política e institucional para la política económica española. Bruselas ha respaldado –con una mínima discrepancia respecto al modo de computar 161 millones de euros correspondientes a dos operaciones del FROB– el dato del 6,62% del PIBque Cristóbal Montoro anunciaba el pasado mes de marzo. Ello supone que España solo ha incurrido en una ligera desviación –el objetivo fijado era del 6,5%– respecto a lo establecido por Bruselas, un logro que es necesario reconocer. El plácet otorgado por la CE llega tras cinco años de devastadora crisis económica y se convierte en el aprobado oficial para el duro ajuste que España ha realizado en los últimos años. Aunque las ayudas a la banca elevan el porcentaje de déficit al 7,1% del PIB, esas cantidades no se tienen en cuenta a efectos del cumplimiento de los objetivos de estabilidad europeos.

El espaldarazo de Bruselas se completó ayer con la noticia de que el Tesoro agotará su emisión de deuda neta para 2014 a través de instrumentos a medio y largo plazo, lo que reduce el riesgo de tener que refinanciar la cartera. El monto de esas emisiones netas será inferior a los 65.000 millones de euros previstos inicialmente, gracias a la buena evolución que han seguido tanto la recaudación como los costes de financiación de la deuda. Un vistazo a las subastas realizadas en lo que va de año basta para advertir que el Tesoro ha logrado financiarse con mayor comodidad y ha llegado en ocasiones a pagar intereses mínimos históricos. En ese mismo periodo, los costes de financiación de España se han reducido un 14%, una mejora más que notable.

Todo ello permite componer un mapa sobre la capacidad y coste de financiación españoles muy diferente al que imperó en los momentos más complicados de la crisis de deuda soberana. A día de hoy resulta difícil relacionar los signos vitales de nuestra economía con los de un país que llegó a estar inmerso en una espiral de desconfianza que parecía muy difícil detener.

Pese a ese cambio de escenario, el trabajo no está ni mucho menos terminado. Por un lado, España debe seguir cumpliendo con sus objetivos de reducción de déficit –hasta llegar al 2,8% en 2016–; por otro, el abaratamiento del coste de financiación ya está empezando a llegar al grueso del tejido empresarial español, aunque aún debe fluir más. Un universo integrado por pequeñas y medianas empresas que tratan de sortear como pueden la falta de liquidez. Ambos retos son parte del camino que resta a España para poder dar por cerrada definitivamente la espantosa etapa de la crisis.

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