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Columna
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El contrato a tres bandas de Alibaba

Alibaba, el grupo chino de comercio electrónico, que planea una salida a bolsa en Estados Unidos, ha firmado un acuerdo en tres fases con Wasu Media. El trato para realizar y distribuir contenido, anunciado ayer, tiene lógica. Las dos empresas, ambas con sede en la ciudad de Hangzhou, ya hacen sintonizadores de televisión juntos. Jack Ma, fundador y presidente de Alibaba, ha hablado mucho de la creación de la cultura de masas de China.

La financiación de la operación es menos lógica. Alibaba prestará 6.500 millones de yuanes (unos 760.000 millones de euros) a su cofundador Simon Xie a un tipo de interés del 8%. Él invertirá el dinero en un vehículo nuevo, copropiedad de Ma y otro magnate de internet, Shi Yuzhu. Ese vehículo a su vez invertirá en Wasu, a cambio de una participación del 20%. Alibaba no se ha pronunciado sobre los aspectos financieros del acuerdo. Sin embargo, hay dos problemas. En primer lugar, parece innecesariamente complejo. Si Wasu es un socio valioso, ¿por qué Alibaba no invierte directamente? Los inquietos reguladores chinos que vigilan de cerca la propiedad de los medios podrían explicar tales maniobras.

En segundo lugar, el botín no parece estar dividido uniformemente. Si las acciones de Wasu se hunden, el préstamo de Alibaba podría peligrar, en función del valor de la garantía que Xie ha prometido. Si las acciones suben, Ma, Xie y Shi aparentemente se embolsarían los beneficios. De momento ya están en mejores circunstancias gracias a la subida ayer del 10% de las acciones de Wasu.

De propiedad privada, Alibaba no tiene que responder a los mercados públicos. La transacción podría incluir otros términos que de alguna manera harían que las ganancias del trío se repartieran con el resto de la empresa. El acuerdo a tres bandas muestra lo difícil que será valorar la compañía. Una de las cuestiones más importantes para los futuros inversores es lo que sucederá cuando los intereses de aquellos con información privilegiada difieran de los suyos. El trato con Wasu demuestra hasta qué punto puede ser borrosa la línea entre lo público y privado.

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