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Turismo de playa

Nayarit, un paraíso virgen para surfistas y ballenas

Poco conocida en España, esta parte de la costa del Pacífico mexicana vive volcada al mar El comercio con las Indias le aportó en el siglo XVI elementos de la gastronomía oriental

Vista de la bahía desde Litibú.
Vista de la bahía desde Litibú.

Sus 307 kilómetros de costa convierten a la Riviera Nayarit en una de las bahías más grandes del mundo. Situada en la costa del Pacífico de México, más o menos a la altura del Distrito Federal, sus extensas playas lindan al norte con el estado de Sinaloa y al sur con el de Jalisco, dos de las regiones más inestables del país. Y, con todo, las autoridades mexicanas, inmersas en un plan de desarrollo turístico de la región, han logrado convertir Nayarit en uno de los estados más seguros. Turistas nacionales, principalmente de la cercana Guadalajara; gringos y canadienses campan despreocupados a sus anchas en furgonetas o todoterrenos exhibiendo en sus capotas tablas de surf. La salvaje costa de esta región, azotada por la incansable fuerza del mayor océano del mundo, es su atractivo principal, tanto para deportistas acuáticos como para amantes de la naturaleza o amigos de la estética.

Guía para el viajero

CÓMO IR. Hay que invertir varias horas en llegar a la región desde España. Muchas compañías aéreas tienen vuelos directos a México DF. Hay que tomar desde allí otro avión hasta Puerto Vallarta (hora y media) y desplazarse luego en autobús o coche de alquiler. Es difícil invertir menos de 16 horas en el viaje.

DÓNDE DORMIR. Los pueblos de la costa tienen pensiones y pequeños hoteles a precios asequibles. Quienes busquen una estancia más relajada pueden optar por alguno de los muchos resorts de la zona. Entre ellos destaca el Hotel Iberostar Playa Mita, un complejo que domina una playa propia de unos cuatro kilómetros rodeada de selva y manglares.

DÓNDE COMER. Es muy recomendable apostar por el pescado, aunque tampoco falta la carne. Sayulita, el santuario de los surferos, destaca por su oferta (también de cócteles a base del espirituoso mezcal) y sus inigualables vistas a la playa Don Pedro’s. Para saborear pescados casi vivos, cualquiera de los restaurantes junto al puerto de Litibú harán las delicias de los más exigentes.

Porque Nayarit no solo vive volcada al mar: tiene la suerte de disfrutar de costas vírgenes que distan mucho de otras zonas más desarrolladas turística mente. La selva y los manglares, en los que es recomendable no adentrarse para evitar el encuentro con caimanes, llegan hasta el borde mismo de las playas. No es extraño ver al atardecer en la propia arena el torpe movimiento de bultos del tamaño de pequeños monederos: son tortugas marinas recién nacidas corriendo hacia el agua. Todavía es posible andar durante una hora por una playa sin toparse con un alma.

Todo esto puede que cambie en los próximos años. Las grandes cadenas hoteleras, entre ellas las españolas, ya están tomando posiciones en la región que a ellos les gusta llamar la nueva Riviera Maya. Riu e Iberostar, en la parte más agreste; Barceló y Meliá tienen establecimientos en Puerto Vallarta, la mayor ciudad de la zona, ubicada en la frontera con Jalisco e inmortalizada como muelle del crucero de la serie Vacaciones en el mar. Las autoridades están volcadas en la construcción de una autopista que conecte la región con Guadalajara, la segunda ciudad más poblada del país.

La comunicación es precisamente uno de los obstáculos que tiene este destino para el público europeo, tal y como reconoció Miguel Fluxà, presidente de Iberostar, cuando inauguró su complejo hotelero en Punta de Mita. Sus clientes naturales son, fundamentalmente, mexicanos y estadounidenses, además de canadienses y, anecdóticamente, algún europeo. Desde España hay vuelos directos a México DF, pero luego hay que tomar otro interno hasta Puerto Vallarta (hora y media de trayecto) y moverse por carretera. Total: unas 16 horas.

El surf y los deportes acuáticos ocupan un lugar privilegiado en la región. Se trata también de una zona propicia para el avistamiento de ballenas jorobadas, que pasan el invierno en estas cálidas aguas antes de volver hacia la zona de Alaska. Las Islas Marías y las Marietas, ambas Reserva de la Biosfera de la Unesco, son un escenario ideal para el snorkel (buceo con tubo) y el submarinismo, mientras que la isla Isabel, una barrera de coral refugio de peces, aves y lobos marinos, encandilará a los amantes de la naturaleza.

Una de las calles de Nayulita, un pueblo costero literalmente tomado por surfistas.
Una de las calles de Nayulita, un pueblo costero literalmente tomado por surfistas.

Sayulita, un pueblo de pescadores al norte de Punta de Mita, ha sido tomado por los surfistas. Escuelas dedicadas a este hobby y las terrazas de los bares se disputan la extensa playa de esta pintoresca localidad. En la cercana Litibú todavía se dedican mayormente a la pesca, siendo el pescado y el marisco los protagonistas indiscutibles de la gastronomía regional, tal y como se puede comprobar en cualquiera de los pequeños restaurantes ubicados a pie de playa. Mandan el pargo rojo, el róbalo, el tiburón y el marlín. Merece la pena probar el tlaxtihuilli, o caldillo de camarón; el aguachile, el chicharrón de pescado y la famosa lisa tatemada en leña de mangle. Aseguran en la región que la exótica gastronomía regional, tan diferente de la de interior, se remonta al siglo XVI, cuando la Nao de China, una gran compañía marítima, comenzó a navegar por el Pacífico en galeones españoles desde Filipinas y trajo consigo ingredientes y condimentos orientales. Un toque especial para una región que no deja indiferente.

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