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Tribuna
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Viajar como descubrimiento

El mundo es un libro y los que no viajan leen solo una página”, habría dicho Agustín de Hipona allá por el siglo IV, cuando desplazarse era una aventura arriesgada pero merecedora de un empeño noble. Diecisiete siglos después, la afirmación no ha perdido valor. Acaso haya ganado protagonismo. Y no solo por la importancia de los flujos turísticos para nuestra economía, como ha quedado de manifiesto en la reciente edición en Fitur, uno de los principales certámenes mundiales del sector.

Viajar ofrece conocimientos indelebles porque, a diferencia de navegar por internet, el viaje real proporciona experiencias tangibles: visiones, olores, sonidos, gustos y texturas distintas a las que vivimos en nuestro pequeño terruño o ensimismados ante el smartphone. Y además, el viajero se ve impelido a desarrollar una serie de habilidades: capacidad de relación, aprendizaje de idiomas, resolución de imprevistos, superación de adversidades, admiración ante la novedad... Por todo ello, el viaje ensancha el espíritu al que anda con ojos abiertos y corazón presto. Los grandes viajeros y exploradores lo fueron a tierras ignotas, pero también al interior de sí mismos. Un itinerario en dos sentidos: hacia fuera descubriendo las bellezas de este mundo y hacia dentro, en busca del autoconocimiento que el hecho de enfrentarse a situaciones originales siempre aporta.

Hoy en día, tenemos la ventaja de poder planificar el viaje con antelación y empezar a degustar de él sin haber partido todavía. Actualmente, casi siempre podemos encontrar a alguien que ya ha estado allí antes que nosotros, al menos en este planeta azul. Ello nos proporciona un caudal de conocimientos previos que ya habrían deseado nuestros antepasados. Pero la globalización ha hecho aún más perentoria la necesidad de moverse. Si antaño la mayoría no podía aspirar ni siquiera a leer por falta de instrucción y, por lo tanto, su recorrido era necesariamente corto, un mundo alfabetizado nos empuja a saborear mil y una páginas, si queremos vivirlo y sentirlo plenamente. Y para ello hay que prepararse. Del mismo modo que los navegantes renacentistas empezaron primero por el cabotaje antes de cruzar el océano, también el joven o el adulto de hoy puede acumular pequeñas o grandes experiencias viajeras que le trasladen luego a horizontes más lejanos en su carrera profesional o trayectoria vital.

Por eso, un periodo en una universidad extranjera, una acampada remota en plena naturaleza, una estancia con una familia que no es la propia, un cursillo de un idioma en su contexto nativo, un trabajo de verano en otro lugar o, incluso, una escapada para descubrir una ciudad son actividades que, además de seducir, hacen crecer profesionalmente y como persona. Si puede accederse a ellas, valen la pena.

Cada lengua es una ventana abierta al mundo. Su dominio es probablemente una de las disciplinas académicas que más cuidados requiere. Los libros, aunque necesarios, por sí solos no son suficientes para su correcto aprendizaje. Hace falta el complemento de una inmersión que incite a la interpelación y al diálogo, que permita el intercambio que desde la noche de los tiempos han aportado los desplazamientos. Así empezaron muchos a balbucear sus primeras palabras en lenguas foráneas o mejoraron su fluidez en las que ya habían estudiado de niños. De este modo, el léxico se ha ido enriqueciendo con modismos que al principio fueron extranjeros y que ahora ya hemos asumido en el lenguaje habitual.

También así la humanidad se ha desarrollado gracias a hombres y mujeres que, picados por la curiosidad, el anhelo por descubrir o el deseo de explorar nuevos caminos, emprendieron viaje y regresaron con las alforjas llenas del mejor tesoro: la experiencia y nuevos amigos más allá de sus fronteras. Y en tu caso, querido lector, ¿hacia dónde apunta la brújula de tu próxima etapa? Donde quiera que sea, que el viento te sea propicio, las compañías favorables y que disfrutes de un buen viaje.

Alfons Calderón pertenece al departamento de Dirección General y Estrategia de ESADE Business School.

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