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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El sector ferroviario se abre al futuro

Pese a no contar todavía con un calendario concreto, el proceso de liberalización del sector ferroviario en España constituye una importante oportunidad de negocio para empresas e inversores. A la espera de que se desgranen todos los detalles de esta revolución en el transporte de pasajeros, que arrancó el pasado 31 de julio y se desarrollará a lo largo de todo 2014, cada vez son más las compañías interesadas en posicionarse como posibles operadores; es el caso de Veloi Rail, Acciona, Alsa o Globalia, entre otras, a las que todo apunta que se sumará Ferrovial. Un interés cuya materialización depende, como no puede ser de otra forma, de las condiciones concretas que el Gobierno establezca para competir con Renfe.

En las últimas semanas se han conocido algunas novedades que pueden cambiar las reglas de juego en este ámbito. Por un lado, el aumento del canon por el uso de las vías –que será de un 16% más en 2014– que ha fijado Adif, administrador de la estructura ferroviaria. Por otro, la rebaja de precios que Renfe ha acometido en las líneas de alta velocidad en un intento de elevar la ocupación de unos trenes que han venido circulando solo al 60% de su capacidad. Ambas medidas constituyen nuevos y serios retos para los actores interesados en desembarcar en este mercado, que deberán analizar cuidadosamente los costes y la rentabilidad antes de poner el pie en el sector.

Precisamente por ello, es importante que los detalles del proceso se hagan públicos cuanto antes. La liberalización del sector ferroviario no solo resulta necesaria por el peso financiero que este supone para el Estado –alrededor de 2.500 millones de euros anuales–, sino por la optimización que ese proceso implicará en términos de gestión y por la inyección que ello supondrá para la actividad económica.

La modernización que España ha llevado a cabo en su red ferroviaria en los últimos años es evidente, como también resulta claro que ese desarrollo debe completarse con un modelo de explotación que se base en criterios de eficiencia y racionalidad. En ese contexto, los operadores privados que participen en la operación deberán analizar los pros y los contras, en términos de competitividad, que ofrecen las distintas líneas. Es el caso del AVE a Francia, por ejemplo, un trayecto demasiado largo y demasiado caro, a priori, para poder competir con el avión. Todo ello hace presumible que los inversores apuesten por ciertos segmento en detrimento de otros que ofrezcan menor tráfico o rentabilidad. Al igual que ha ocurrido con otros sectores que han pasado ya por el proceso de liberalización, como la telefonía o el servicio postal, la apertura a la competencia del sector ferroviario no es un problema, sino una apuesta por el futuro y la calidad.

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