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El Foco
Tribuna
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¿Dónde quedó la austeridad?

Tras más de cinco años de crisis, comenzamos a ver indicios consistentes de recuperación en la zona euro. Una recuperación que por el momento es cíclica, apoyada en tres importantes factores: el exceso de capacidad; la contención anterior de la demanda; y la mejora financiera. Ya sé que los tres argumentos anteriores están sujetos a una fuerte polémica. De hecho, se retroalimentan. Pero, hay un factor adicional que quizás genere incluso un mayor conflicto en los análisis. Me refiero a la política fiscal, ya sólo marginalmente restrictiva en este ejercicio e incluso ligeramente expansiva o neutral el próximo.

¿Crecimiento o austeridad? Esta alternativa de objetivos ha sido objeto de un fuerte debate en los últimos años. De hecho, el FMI sigue pidiendo a países en una situación económica más saneada como sería el caso de la economía norteamericana que aplacen las medidas de ajuste fiscal a corto plazo. ¡Qué no dirán de los países de la zona euro! Los fuertes ajustes fiscales llevados a cabo en el área en los últimos años han permitido reducir o simplemente contener los déficit públicos. Mientras, la deuda pública ha seguido escalando posiciones en una carrera que por el momento no parece tener fin. Reconozco que yo he participado en el debate anterior rechazando una política económica de máximos: la austeridad fiscal es imprescindible dado el deterioro de las finanzas públicas y la crisis de confianza que conllevaba un shock de financiación de la economía, pero era imprescindible enfocarla en medidas que perjudicaran lo menos posible al crecimiento. Y me refiero a reformas estructurales que aumentarían la flexibilidad económica, facilitando la mejora de la financiación para proyectos de inversión que se tradujeran en un mayor crecimiento potencial. Perfecto en el papel, pero una estrategia muy complicada (dura desde una perspectiva política y social) de poner en práctica. Aunque, para facilitar las cosas, teníamos al BCE. Y como hemos visto en los dos últimos años su papel ha sido determinante para convencer a los inversores de la viabilidad del euro.

Los fuertes ajustes fiscales han permitido reducir o simplemente contener los déficit públicos

De esta forma, la situación ahora ya parece muy diferente para muchos países que antes estaban al límite desde una perspectiva económica y financiera. Claro que, lamentablemente, los desequilibrios fiscales no han mejorado tanto. De hecho, los déficit públicos de los países periféricos en 2013 no serán mucho menores que los de un año antes. Y los ajustes fiscales, muy inferiores a los observados en 2011/2012. Pensando ya en 2014, el peso del ajuste fiscal ya no descansa en medidas estructurales como en la esperada mejora de la economía. Estabilizadores automáticos se llaman. Ya nadie habla de austeridad. Es más: los países cuestionados por la propia Comisión Europea por sus previsiones optimistas de crecimiento rechazan nuevas medidas de ajuste considerando que ellos están en lo cierto ante el “mayor pesimismo” de la Comisión. Si en los últimos años se admitía el error a la baja en el producto, ahora se acepta que cualquier error que haya será al alza. Es una situación llamativa, al no plantearse la necesidad de un Plan B si finalmente el pesimismo actual se convierte en realismo en el futuro. Es más, simplemente se acepta que habrá que ser más flexible en los objetivos de corrección del déficit hasta que la esperada recuperación sea un hecho. Cuestión de esperar. ¿Y la deuda? Al alza… ¿Cuál es el problema de esperar uno o dos años más en la corrección del déficit? Al fin y al cabo, la disciplina del mercado ahora se ve matizada ante la postura más expansiva del BCE. No debe sorprender que sea el gobierno alemán el que recuerde (al BCE y a todos) que los problemas estructurales no se solucionan con medidas monetarias. Pero ahora la autoridad monetaria europea tiene un argumento sólido para aumentar su protagonismo en los mercados: el riesgo de desinflación. ¿Lo superarán países con bajo crecimiento y elevados desequilibrios? Sí, me refiero a la deuda privada y pública.

El BCE se tendrá que emplear a fondo. Todo apunta a que el último recorte de los tipos de interés oficiales no es tanto una medida aislada como el inicio de nuevas decisiones expansivas que incluso en un caso extremo podrían llevar a aplicar una política de cantidades como la llevada a cabo por la mayoría de los países desarrollados en los últimos años. La necesidad de ser más beligerante en su actuación sería mayor si finalmente la Fed decide iniciar la limitación en la compra de deuda a corto plazo. Todos los bancos centrales, no sólo el BCE, temen que esto pueda aumentar la inestabilidad en los mercados traduciéndose en un nuevo obstáculo financiero para la recuperación. Pero, cuestión de prioridades, esto también puede conllevar menor presión para que los gobiernos sigan con los procesos de ajuste. Y aquí ya no hablo sólo de ajuste fiscal: me refiero a reformas que persigan objetivos de medio y largo plazo en términos de aumentar las perspectivas de crecimiento de las economías y facilitar la integración europea. El debate sobre quién y cómo se va a constituir el mecanismo de resolución de crisis en la banca es un buen ejemplo de esto último. Partiendo de que el BCE ya asuma su papel de supervisor único en la parte final de 2014. Obviamente, nada de hablar de integración fiscal en un entorno de mayor protección a la soberanía nacional.

Todo apunta a que el último recorte de los tipos de interés oficiales no es tanto una medida aislada

Naturalmente, todo lo anterior puede quedar en suspenso a la espera de que conozcamos la solidez de la recuperación que ahora percibimos. El crecimiento se ha convertido en la palabra mágica que aplaza cualquier debate sobre preguntas sin respuesta a corto plazo. O cuya respuesta no nos gusta. Para muchos, una huida hacia delante; para la mayoría, la necesidad de vivir un momento mejor frente a la compleja situación sufrida en el pasado reciente.

José Luis Martínez Campuzano es estratega de Citi en España

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