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Columna
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El acuerdo de la esperanza

No va a ser fácil transformar el acuerdo de poner freno a las actividades nucleares de Teherán durante seis meses en una solución duradera que asegure al mundo que el programa nuclear del país es pacífico. Pero la buena voluntad diplomática resultante debería hacer más difícil una vuelta atrás.

El acuerdo inicial con seis potencias mundiales dilata con eficacia el tiempo que necesitaría Irán para construir una bomba. A cambio, Teherán consigue un alivio limitado de sanciones por valor de hasta 7.000 millones de dólares (unos 5.180 millones de euros).

Es un buen primer paso que ayuda a aliviar el riesgo geopolítico en un Oriente Medio al rojo vivo. A pesar de que el suministro de crudo iraní no cambiará por ahora, la mejora de la confianza debería hacer bajar los precios del petróleo desde los niveles actuales de más de 108 dólares el barril.

Un acuerdo duradero permitiría una plena reintegración del Irán chiíta en la economía global, con profundas consecuencias. El eventual retorno de los 1,5 millones de barriles de crudo iraní al día que se perdieron cambiaría la dinámica del mercado del petróleo, incluso aunque otros productores de petróleo respondieran recortando la producción. La afluencia de inversiones extranjeras reforzaría segunda mayor economía de la región y ayudaría a contrarrestar el inmenso poder regional de las monarquías suníes lideradas por Arabia Saudí.

Pero hay muchos obstáculos que superar antes. Cualquier acuerdo final se enfrentará a la resistencia política interna. Las dos partes tienen que ponerse de acuerdo sobre si el marco actual representa un suelo o un techo para las actividades nucleares de Irán, advierte Barclays. Eurasia Group atribuye una probabilidad de solo el 60% a que actual acuerdo se convierta en uno duradero. Aun así, era difícil imaginar tal acercamiento hace apenas seis meses. Eso por sí solo es una razón para tener esperanza.

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