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Editorial
Tribuna
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Una nueva estructura de financiación de la pyme

Algo está cambiando cuando todo el mundo habla de las pymes. Las pequeñas y medianas empresas protagonizan las historias de éxito empresarial de las que se hacen eco los medios de comunicación. Una pyme cada vez más volcada al exterior está dando la vuelta a la balanza de pagos española y se erige en motor de la economía. Actualmente el 63% de la ocupación en España la generan las pequeñas y medianas empresas, y en ellas confiamos para reducir el desempleo.

La pyme española ha vivido un proceso muy rápido de cambio en los últimos años. Ha evolucionado de un modelo de empresa familiar conservadora a una organización cada vez más profesional. Un segundo paso ha sido salir de los límites del mercado local. Creo que estamos viendo el principio de un tercer cambio importante: su estructura de capital y de financiación.

La inauguración del MARF (Mercado Alternativo de Renta Fija) es un indicador de este cambio de tendencia. También lo es la nueva Ley Financiera que prepara el Gobierno para incentivar la inversión en las pymes del capital riesgo y los fondos de inversión. Son respuestas al actual problema de financiación que afronta la empresa española a raíz de la crisis, pero también apunta a un cambio necesario en su organización: equilibrar su financiación bancaria y no bancaria.

Años de tipos de interés extraordinariamente bajos provocaron que la empresa se acostumbrara a financiarlo todo con deuda bancaria. Desde proyectos de crecimiento hasta cambios de mobiliario e incluso algún inmueble se financiaron a corto: era más rápido y económico aunque vaya en contra de todos los manuales de finanzas. Como consecuencia, actualmente el 80% de la financiación de la empresa española es bancaria, lo que supone una anomalía respecto a lo habitual en otros países. En la Unión Europea esta ratio ronda el 50 o 60%; en el Reino Unido sobre el 30%, y en Estados Unidos, solo un 20%.

El estallido de la burbuja inmobiliaria en España detona un círculo vicioso que afecta de pleno a la pyme: recesión económica, aumento de la morosidad, elevadas provisiones de las entidades financieras, mayor exigencia de capital a los bancos por parte de los reguladores, contracción del crédito, etc. Los efectos tan nefastos de este proceso han hecho más evidente el desequilibrio que tenía una pyme española en su forma de financiación, una pyme que ya de por sí contaba con una capitalización baja y un nivel de endeudamiento muy alto.

Las entidades financieras estamos viendo sobre la mesa proyectos para financiar empresas que resultan atractivos, pero que requieren de una estructura de financiación más equilibrada que la pura adición de más deuda bancaria a unos fondos propios escasos. Por supuesto, los socios de la empresa deben demostrar también con su aportación de capital que apuestan por el proyecto. Pero más allá de los socios y las tradicionales “3 F” (friends, family and fools: en nuestro idioma amigos, familia y “locos”), las opciones son todavía limitadas. El sector del capital riesgo, aunque relativamente reciente, ha crecido de forma importante en los últimos años y su maduración ayudará a que las empresas consigan nuevas fuentes de financiación.

El MARF abre la puerta a la financiación de pymes por parte de inversores cualificados (a partir de 100.000 euros). Aunque el espectro de compañías españolas susceptibles de financiarse a través del MARF es limitado, se calcula que unas 800 empresas y en un tamaño que más se puede definir como empresas medianas en lugar de pequeñas, es un paso necesario para ofrecer fuentes alternativas de financiación. El nacimiento del MARF y esperemos que su desarrollo hacia empresas más pequeñas, marca un camino por el que avanzar: la necesaria apertura de la financiación de las pymes a los particulares, para que las inversiones y el ahorro de las familias participen en el crecimiento de las pymes españolas.

Sixto Rodrigo es Director del Segmento de Empresas de Deutsche Bank España

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