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Tribuna
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El precipicio italiano

Siempre Italia. Así es la política italiana, caminando hacia un precipicio voluntario. Caos y abismo, el adn político. El viejo estigma. La tensión permanente y la falta de estabilidad. Es el sino de una forma de practicar el arte de la política. Donde la lealtad se debilita y erosiona. Nada maquiavélico sin embargo. O tal vez epicentro mismo de la farsa orquestada por Il Cavaliere.

Y lo es hasta el punto que la sociedad está muy por encima de sus políticos y no los toma demasiado en serio. Así lo hace su clase empresarial. Afortunadamente. La última pataleta, entre el chantaje y la rabia, de un desorientado Berlusconi, imputado varias veces, condenada ya alguna e inhabilitado aunque todo se verá en el ruedo transalpino.

La pérdida de su inmunidad parlamentaria está bajo un fino alambre que ahora tensiona llevando incluso a la posibilidad de ruptura del gobierno y nuevas elecciones. Último órdago bajo un telón de fondo en medio de una crisis económica y política de primer grado. Es el síntoma de la desesperación de un personaje histriónico y que hoy daña a la política, a Italia y a Europa. Preguntaban el domingo al viejo presidente Napolitano, cuya dignidad salva la vida política italiana si estaba preocupado ante la situación a lo que contestó “hacen preguntas de una ingenuidad nunca vistas”.

Es Italia, es Berlusconi, donde la ingenuidad no tiene espacio, y sí la afrenta, el juego de suma cero, pero sucio y sin velar por los intereses de Italia. Quiere caer matando. Debilitando aún más a un país hoy en situación si se prefiere más delicada que la de España desde el aspecto económico y del déficit y deuda.

De los cinco ministros que acaba de hacer dimitir, dos de ellos se han rebelado. Han criticado el proceder y la forma, en suma el nepotismo del hasta ahora indiscutido e incontestado líder. Un líder que no lo es, que adolece de carisma, de principios y de ética alguna. Pero eso no importa. O importa más bien poco.

¿Hasta cuándo Italia, la culta y dolce Italia puede aguantar tanta farsa y tanta ignominia? Con este proceder, aparte de precipitar al caos al gobierno, si bien todo se verá y si el tiro no le sale por la culata a Berlusconi, el daño es tremendo a su partido. La irresponsabilidad se abraza con cierto radicalismo sórdido y ciego, por lo que hace escorar el centro derecha aparte de fracturarlo en dos. Pueblo de la Libertad es el enésimo nombre de la vieja Forza Italia, que para que nos hagamos composición de lugar es como llamar en nuestro país a la derecha Viva España.

El pragmatismo, la eficiencia y la seriedad del presidente de la República el octogenario Napolitano tratará de evitar nuevas elecciones y recomponer una situación difícil, crítica para la estabilidad que ahora mismo necesita Italia sobre todo de cara hacia los mercados y digna.

Intitulaba el director de Corrieri su editorial “Un Paese dimenticato”. Un país olvidado. Donde la política se olvida y se supedita a los intereses personales y egocéntricos de muy pocos. Un país acostumbrado a decenas y decenas de gobiernos y elecciones desde el final de la segunda guerra mundial, sin que la media llegue siquiera a los dos años de duración. Es Italia, es la forma en que los ciudadanos de soslayo, infligen su desidia a sus políticos. De los que no se sorprenden en absoluto y hasta cierto punto ponen en solfa y escarnio a su clase política.

Si no hay alternativas dice el viejo presidente, que ante la imposibilidad de acuerdo hace unos meses de las fuerzas políticas de nombrar un nuevo candidato para la más alta magistratura del país, ha repetido por vez primera en la historia de la República como presidente, convocará elecciones. Sabe que no sólo es su fracaso, sino de toda Italia. En las últimas elecciones tras el derrumbe de Mario Monti, la socialdemocracia de Bersani ganó pero no fue capaz de formar gobierno.

Las lágrimas del socialistas chocaban con la indisimulada sonrisa del Cavaliere. Letta sabía que era rehén de los caprichos y vaivenes judiciales, cada vez de un horizonte más negro y ácido de aquél. La amenaza se ha cumplido. Se veía venir. Pero el órdago de Berlusconi puede salirle más caro a él y a su propio partido de lo que pensaba en un primer momento. ¿Hasta cuándo Italia debe vivir en el esperpento político?

Abel Veiga es profesor de Derecho mercantil de ICADE 

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