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Editorial

La asignatura pendiente de la industria

La crisis que arrastramos desde hace más de cinco años no solo ha deteriorado el grueso de la economía española, sino que también ha alterado sustancialmente su perfil. Uno de los principales efectos de ese largo invierno ha sido un proceso de desindustrialización que avanza de un modo implacable. El pasado mes de agosto, y por primera vez, el sector industrial dejó de ser la principal fuente de empleo en España para ser sustituido por el turismo. En ese mes, 2,07 millones de afiliados a la Seguridad Social estaban dados de alta en el sector turístico –casi 100.000 más que antes de la crisis– mientras que en la industria la cifra era de 2,01 millones, 700.000 menos que en esas fechas.

La lectura que puede hacerse de estos datos es doble. Por un lado, no hay duda de que el turismo se ha convertido en el principal foco de creación de empleo en España y en uno de los escasos motores capaces de tirar de la economía. Ese elevado potencial de creación de puestos de trabajo es importante, aunque buena parte se traduce en contratos temporales y en salarios reducidos. Esa circunstancia cobra especial relevancia en un mercado laboral como el español, en el que la abundancia de candidatos sobrecualificados ha comenzado a desatar una ola de migración de jóvenes profesionales.

La segunda lectura apunta al alarmante adelgazamiento que ha sufrido el sector industrial en nuestro país, un grave problema que es necesario abordar sin dilación. La semana pasada, un informe de PwC y Siemens insistía en el elevado potencial de crecimiento que encierra la industria española. Los datos del estudio afirmaban que una mejora en la competitividad del sector industrial, particularmente a través del aumento de la productividad de los empleados y de la inversión en investigación y desarrollo, incrementaría en un 2,3% el producto interior bruto (PIB). A ello se añadían los positivos efectos, directos e indirectos, de la actividad industrial en el mercado de trabajo.

Tras el estrepitoso derrumbe del sector inmobiliario y de la construcción, resulta más necesario que nunca diseñar un modelo de crecimiento nuevo para la economía española. En ese proyecto tiene que tener especial relevancia una estrategia dirigida a impulsar una industria sólida, moderna, innovadora y competitiva. Un simple vistazo a las grandes economías globales, como las de Estados Unidos, Japón o Alemania, revela el papel fundamental que desempeña el tejido industrial en el desarrollo y la internacionalización de los países. Alcanzar ese objetivo exige abordar varias asignaturas pendientes, entre ellas, el abaratamiento de los costes energéticos y la normalización del mercado de crédito. Ambos problemas constituyen barreras para el crecimiento de la industria, pero también para el del conjunto de la economía.

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