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Columna
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Abe tiene que arremangarse

La mayoría de Shinzo Abe en la cámara alta de Japón es un hito político. Con ella, puede empezar a trabajar en los maltrechos entresijos de la economía japonesa.

La victoria en las elecciones de la cámara alta el 21 de julio de la alianza liderada por el Partido Liberal que gobierna en Japón da a Abe el control de las dos cámaras del parlamento hasta los próximos comicios en 2016. Eso le otorga al primer ministro una flexibilidad excepcional para aprobar leyes que no han tenido muchos de sus predecesores desde 1989.

El plan de Abe para reactivar la economía se ha basado hasta ahora en reformas que no requieren retoques legales. La medida principal fue la impresión masiva de moneda, comprometiéndose a poner fin a la deflación crónica mediante la duplicación de la base monetaria en dos años. El yen se depreció un 22% frente al dólar estadounidense el año pasado, dando un gran impulso a los exportadores japoneses.

Ahora son cruciales las nuevas inversiones, algo que solo llegará cuando las empresas japonesas, que pagan el 38% de sus beneficios en impuestos, reciban el visto bueno de los legisladores para tributar con unas tasas más bajas.

Una legislación más controvertida incluirá la reducción de los aranceles a la importación de productos agrícolas y evitará que los presupuestos del gobierno se inflen sin control mientras el envejecimiento hace aumentar los costes de la atención sanitaria. Del mismo modo, se necesitan nuevas leyes para que la industria de la energía sea más competitiva y para relajar un rígido mercado laboral que discrimina a mujeres y a trabajadores a tiempo parcial y protege a los asalariados con contratos a largo plazo.

Aún hay que ver cuál será la capacidad de Abe para enfrentarse a poderosos grupos como los agricultores, los sindicatos y la burocracia nipona. También existe el riesgo de que Abe utilice su capital político para centrarse en otras cosas. Los inversores escépticos solo cambiarán de opinión si el primer ministro muestra una determinación de arremangarse y ponerse a trabajar.

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