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Columna
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Llega la hora de los impuestos

El G20 es experto en crear una ilusión de movimiento. Desde que adquirió cierta relevancia en el contexto de la crisis financiera mundial, el club de las economías más grandes del mundo no ha rehuido hacer audaces declaraciones sobre la necesidad de la cooperación internacional o la regulación para lograr la paz financiera y la felicidad. Este año, los ministros de finanzas del grupo están muy enfadados con la evasión de impuestos de las corporaciones multinacionales. No pueden soportarlo más.

Esto puede encajar con el ambiente global, pero llevará años a los países miembro traducir esa indignación en actos jurídicos concretos.

Para ser justos, la adopción por parte del G-20 del borrador del plan de acción que elaboró para ellos la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) no es insignificante. No llega a ser el gran acuerdo internacional con reglas férreas que los activistas defienden, pero proporciona algunos objetivos limitados y realistas. Apunta sobre todo al problema de los sistemas fiscales en conflicto, que permite a las empresas beneficiarse de facto de una doble no-imposición. Reconoce la complejidad de ubicar las ganancias que genera la economía digital. Y trata de encontrar una manera de hacer que los países paguen impuestos donde se encuentra la actividad económica real.

Los países miembro tardarán en traducir su indignación por la evasión fiscal en actos concretos

El enfoque gradual es sensato, pero el acuerdo del G-20 es un hito diplomático, no legal. Las economías desarrolladas y emergentes mantienen sus divergencias. Las contradicciones abundan en Europa, donde el mercado único permite la competencia fiscal, no toda ella justa.

La “erosión de la base imponible y la transferencia de beneficios contra los que quiere luchar la OCDE no desaparecerán hasta que los gobiernos aprueben leyes estrictas para evitarlo. Las empresas, por su parte, pueden llegar a darse cuenta de que un campo de juego de nivel internacional es mejor que un sistema que los deja expuestos al enfado popular y a la ira del gobierno.

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