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Entrevista con Juan Miguel Villar Mir, presidente de OHL

“España debe aspirar al 0% de déficit o iremos hacia otra crisis”

En su paso fugaz por la política impulsó la reforma fiscal del primer Gobierno de la monarquía. Años después, ha levantado un gigante empresarial a base de rescatar compañías en ruinas.

Juan Miguel Villar Mir, presidente de OHL.
Juan Miguel Villar Mir, presidente de OHL.Juan Miguel Villar Mir, presidente de OHL.
Javier Fernández Magariño

Pregunta. Pese al volumen de los negocios de Grupo Villar Mir, usted tiene cada una de las actividades en la cabeza. ¿Sigue prestando la máxima dedicación?

Respuesta. Trato de estar encima y le sigo dedicando 12 horas al día. Suelo llegar al despacho como a las 9 de la mañana; muchos días tengo comida de trabajo, y lo normal es que no me marche antes de las 21 horas. Son los mismos hábitos que tenía cuando era presidente por cuenta ajena. Trabajar duro es la primera regla para que las cosas te salgan bien.

La reforma laboral era necesaria. Teníamos el sistema más rígido del mundo”

P. ¿Y ese tópico que se asocia a España de ser un país con alergia al trabajo?

R. El español, por naturaleza, es una persona dispuesta para la felicidad, la celebración, la amistad... ¿Eso es negativo? Desde mi punto de vista, no. En horas trabajadas al año estamos con la media de los países que trabajan bastante e incluso por encima de países del entorno como Francia.

De 1999 a 2008 los salarios españoles medios subieron un 30% frente al 4% en Alemania”

P. ¿Lo primero que le viene a la cabeza sobre la reforma laboral?

"La corrupción no puede caber en España”

P. Su nombre aparece en los papeles que supuestamente ordenaban una contabilidad B del PP. ¿Cómo lo explica? R. Es absolutamente falso. Esa fotocopia que ha publicado El País, con nombres y cifras… Todo eso es absolutamente falso. Jamás he hecho algo de ese tipo en toda mi vida. Jamás.

P¿Pero ha hecho donaciones al PP? R Nunca. He hecho alguna donación a fundaciones que tiene el Partido Popular, pero también a otras del Partido Socialista y de Comisiones Obreras e Izquierda Unida. Pero ha sido con arreglo a derecho, recogiéndolo en la contabilidad y con auditoría en todos los casos.

P. El caso Bárcenas se mezcla con la trama Gürtel... R. No conozco a ninguna de las personas de Gürtel. No he visto en mi vida a ninguno. ¡Qué pinto yo en ese tema!

P. Coincidirá conmigo en que la corrupción también es uno de los pilares de la actual crisis. R. Es una vergüenza. Hace falta un fuerte saneamiento de toda esa corrupción y sus prácticas. Es impropio de un país como España, con el nivel que tenemos de democracia, de país cuajado, estable, serio, con nivel de educación. La corrupción no puede caber, es una vergüenza.

R. Era necesaria y ha permitido la continuidad de empresas que, sin flexibilidad en la relación con las plantillas, estaban condenadas al cierre. El problema venía del franquismo, desde entonces somos uno de los pocos países en los que el despido tenía que ser autorizado por un juez o por el Ministerio de Trabajo. Era el sistema más rígido del mundo… Cuando estás en una economía abierta, flexible e internacionalizada, debes competir.

Estamos condenados a que la demanda interna sea negativa, probablemente dos años más”

P. Analistas y prensa anglosajona hablan ya de España como la China de Europa por las condiciones de trabajo.

R. No comulgo con esa percepción. España comparte moneda con otros países europeos desde que entró en el euro, en el año 1999, lo que nos ha impedido devaluar. Ese mecanismo fue el que ayudó a este país a superar otras crisis anteriores. En el pasado, la presión de los sindicatos motivó que los salarios subieran muy por encima del coste de la vida y de lo que ascendían en el resto de Europa. Desde 1999 hasta que se produce la crisis en 2008 los salarios españoles medios crecieron alrededor de un 30%, cuando el alza media europea estaba en la mitad y los alemanes los incrementaron un 4% en ese mismo periodo. Con esta tremenda subida salarial, y sin poder devaluar, España perdió competitividad.Solo cuando llega la crisis, y se produce el cambio de Gobierno, se instala una reforma laboral que posibilita moderar los salarios.

P. La corriente de austeridad que no deja de soplar desde Alemania encuentra cierta contestación en busca de planes de estímulo. ¿Es usted más del pensamiento alemán o está con el sur de Europa?

Tras flexibilizar el mercado laboral nos hace falta una nueva política energética”

R. A largo plazo hay que ser alemán. Cada nación, empresa y familia tiene que adaptar los gastos a los ingresos si no quiere perder la estabilidad e ir a la quiebra. Como criterio para siempre, el sector público español tiene que reducir su tamaño y gastos totales para limitarlos a unos ingresos vía impuestos de corte europeo. Pero a corto plazo, nuestro problema es el del mastodóntico desempleo por la crisis que hemos sufrido. Si hubiéramos reaccionado el primer día, hoy no estaríamos así, pero es lo que tenemos y no es momento de excedernos en el rigor de contenciones. Comprendo y comparto una corriente europea que trate de crear cierto dinamismo, aunque sea un poco artificial, para no agravar más la situación de desempleo. Me parece bien la relajación del objetivo de déficit con dos años más, a partir de 2014, para alcanzar el 3%. Una vez conseguido ese reto, el horizonte de la economía española no debe ser tener un déficit público del 3%, sino aspirar al 0%. De otro modo, volveremos a caminar hacia una crisis.

P. ¿Está España intervenida de facto?

España necesita un gran esfuerzo de reindustrialización”

R. 40.000 millones de ayuda a la banca es una cifra muy pequeña para el tamaño de la economía española. Mariano Rajoy hizo bien aguantando en los momentos más difíciles sin pedir la intervención. Hoy el Gobierno actúa en una situación mucho más suave que si hubiéramos sido intervenidos. Además, el bono a diez años no nos costaría en torno al 4% o 5%, con la intervención tendríamos bonos basura que costarían del 12% al 15%, nuestros costes financieros serían mucho más altos y habríamos perdido la capacidad de decisión.

P. Desempleo, salarios más bajos y un incremento de la presión fiscal han creado una crisis de consumo. El riesgo es que se erosione una clase media clave para la salida de la crisis.

R. Eso viene de los errores cometidos entre 1999 y 2008… El dinero y la liquidez no tenían límite. La peseta estaba controlada por el Banco de España, pero el salto al euro nos abrió a un panorama de infinito dinero a un precio baratísimo, con tipos de interés que llegaron a ser negativos en términos reales, inferiores a la inflación. Ante este panorama, todo el mundo se lanzó a ser propietario de una vivienda, que es el primer gran objetivo de las familias españolas. Una de las consecuencias es que las empresas inmobiliarias, que en general no pensaron en el futuro, se metieron a construir 700.000 viviendas anuales, con lo que crearon un exceso de oferta que no tiene salida a corto plazo. El resultado es que esas empresas no pueden pagarlas y suspenden pagos. Antes de llegar a ese punto, los bancos se ven en el contexto de dinero ilimitado y a bajo coste, con lo que acaban dando hipotecas muy por encima del 60% o 70% del precio de la propia vivienda, que había sido hasta entonces regla general...

P. ¿Pero quién es responsable, el ciudadano que aspiraba a tener una casa en propiedad o los bancos y su regulador?

R. El que haya una aspiración a la vivienda propia se comprende y es lógico. Pero debería haber estado acotada. Si los inmobiliarios no hubieran levantado tantas viviendas y los bancos no hubieran dado el volumen de crédito que concedieron... Eso ya es pasado, España necesita ahora un gran esfuerzo de reindustrialización. Hace pocos años este país llegó a tener un 20% de PIB industrial y ahora debemos estar por debajo del 14%.

P. Los Gobiernos también pudieron hacer algo más por controlar el precio del suelo y la especulación.

R. El mercado es el mercado. Lo que se podía haber hecho, a través del Banco de España, es recomendar a los bancos que no se excedieran en el volumen de hipotecas concedidas. En el caso de OHL, yo hice público en 2002, aún lejos de que se instalara la crisis, que la empresa no sería inmobiliaria ni trabajaría para los promotores inmobiliarios.

P. ¿Qué vio usted en ese momento?

R. El riesgo de crisis. No se avistaba la financiera, pero sí la inmobiliaria. Y ahora, cuando pocos creían en una reactivación, que ya se está produciendo, he comprado el centro Canalejas en Madrid. La crisis ha tocado suelo y hoy estamos viviendo un momento de evidentes oportunidades. Sin embargo, el despegue no va a ser brillante porque seguimos teniendo una mochila llena de desempleo y endeudamiento que lastra el consumo interior. Estamos condenados a que la demanda interna sea negativa, probablemente durante un plazo de dos años, porque hay muchos parados cuya prioridad es pagar deudas antes que consumir. El consumo público, por su parte, también soporta un grave problema de deuda, pasando del 36% del PIB a un entorno del 90% para este 2013.

El consuelo es que la economía mundial va mejor que la española y brinda posibilidades de exportación, que nos llevarán a crecimientos económicos en próximos trimestres.

P. Para exportar debe haber empresas que produzcan. Muchas se quejan de la presión fiscal y del precio de la energía.

R. Así es. Mire, España negó la crisis cuando llegó, y cuando no hubo más remedio que reconocerla, en la última etapa del Gobierno socialista, se reaccionó con medidas compensatorias añadiendo demanda artificial, con el Plan E y demás acciones. En ese momento lo que cabía era disciplinar la economía. Ahora hemos flexibilizado el mercado laboral para evitar cerrar empresas y nos falta una nueva política energética que nos ofrezca costes competitivos, algo que hoy no pasa.

P. ¿Sobre qué pilares debe asentarse?

R. Hay que dejar que el mercado funcione. España es una isla energética con un número de productores reducido. Inevitablemente se producen acuerdos entre empresas y fórmulas que, de algún modo, pueden distorsionar el mercado. La Comisión Nacional de Energía ha llamado la atención en los últimos meses sobre problemas de falta de competencia. La Constitución dice que somos una economía de mercado, las leyes españolas son de economía de mercado y lo que hace falta es que el mercado funcione también en el sector energético. Y para que esto sea posible, resulta clave la apertura a nuevos entrantes. ¡Si un señor dice que quiere producir energía, pues que la produzca!

P. Ya ha habido nuevos entrantes a través de las renovables.

R. Ahí se han subvencionado a largo plazo determinadas energías como si fueran ya los modelos definitivos y consolidados, los más competitivos en su modalidad. Pero todavía eran experimentales. Un proyecto que debería estar a nivel de laboratorio no puede lanzarse a escala industrial. Y se lo digo yo, que con Ferroatlántica soy el mayor productor del mundo de metal silíceo. Tenemos el sílice de calidad solar fotovoltaica más competitivo, pero a pesar de eso, no estamos promoviendo fotovoltaicas a lo grande porque queremos que avance más esa tecnología.

P. Usted lleva años intentando lanzar una importante inversión relacionada con el gas...

R. Proyectamos una regasificadora en Huelva cuya tramitación está finalizada, con dictámenes y resoluciones favorables. La ley dice que, terminada la tramitación, la autorización debe ser concedida.

P. ¿Y?

R. Atendiendo a la dificultad del momento y con la definición de la política energética pendiente, el pasado mes de diciembre se hizo un decreto-ley en el que una de las disposiciones transitorias dispone que no se da el permiso para construir la planta de regasificación del puerto exterior de Huelva.

El hecho es que no he pedido un céntimo de subvención a nadie. Jamás en mi vida he pedido subvención para inversión y tengo a gala que así será siempre. Creo en el mercado y en que los negocios deben ser capaces de ganarse la vida sin subvenciones. Mi deseo es hacer esa regasificadora porque estoy seguro de que tendré con ella costes de energía muy inferiores a los que tengo que pagar hoy. Grupo Villar Mir, a través de Ferroatlántica, es el mayor consumidor español de energía eléctrica y tercero del país, tras Alcoa y Mittal. También somos el primer consumidor industrial de gas natural para que Fertiberia produzca amoniaco.

P. No le dejó el anterior Gobierno y no le deja el actual.

R. Creo que este Gobierno lo autorizará porque no puede negar la realidad del mercado. Yo comprendo que el ministro de Industria, del que creo que está haciendo una labor responsable, se encontró una mala herencia con el gigantesco déficit de tarifa y que atajarlo es la prioridad.

P. Abordados los asuntos laborales y energéticos, le pregunto por la materia fiscal. ¿Qué opinión tiene sobre esa política en España?

R. La aspiración razonable es tener un sistema fiscal situado en las cifras medias europeas. En el primer Gobierno de la monarquía, al comenzar la transición, hice el Libro blanco de la reforma fiscal [junio de 1976], de corte europeo y que fue aplicado por los Gobiernos sucesivos. Llevamos años en el euro y debemos tender, los países europeos, a tener políticas económicas homogéneas o no podremos tener la misma moneda ni funcionará el modelo. En el continente hay países con impuestos de sociedades en tipos muy bajos, como Irlanda. Yo prefiero tenerlos en la media europea y opino que mantenerlos altos es malo para el crecimiento, por lo que espero que se bajen cuanto antes.

P. ¿Está con quienes abogan por una nueva oleada de privatizaciones: Aena, Puertos, Loterías y demás?

R. Como tendencia general, creo en la empresa privada. No somos un sistema político de planificación central, no somos un país comunista. La tendencia en toda Europa es a privatizar porque la empresa privada es más eficaz que la pública.

P. ¿No debería añadir que, en ese contexto, son clave los reguladores?

R. Hace falta un regulador para impedir monopolios o posiciones dominantes. Pero nada genera tanta economía como la lucha de las empresas tratando de hacer el producto que demanda el mercado. Esa lucha diaria mueve el mundo. Eso es el mercado.

“Lo mío, reflotando empresas, es el antipelotazo”

“No he hecho otra cosa que reflotar empresas. En los 25 años que tiene Grupo Villar Mir he comprado una que estaba cerrada o con cierre anunciado cada año. Las he arreglado y todas están funcionando bien”, explica Juan Miguel Villar Mir, dueño de un imperio empresarial que factura cerca de 7.000 millones, desde los 500 millones de 2005, y que toca las infraestructuras, energía, fertilizantes, metalurgia, mercado inmobiliario... Pese a comprar a precio de oportunidad, rechaza el concepto del pelotazo. “Nunca he vendido ninguna de las empresas que he reflotado. Eso es el antipelotazo. Cuando compré Obrascón, perdía 1.000 millones al año. Huarte estaba en suspensión de pagos y Lain estaba pasando dificultades”.Ahora apuesta por la entrada en Colonial, el desarrollo comercial y turístico del centro de Madrid, con el proyecto Canalejas, y se ha convertido en segundo accionista de Abertis. “La misma entrada en Abertis, por 2.000 millones, en un momento de economía boyante habría sido más complicada y más cara”.

Sobre la firma

Javier Fernández Magariño
Es redactor de infraestructuras, construcción y transportes en Cinco Días, donde escribe desde junio de 2000. Ha pasado por las secciones de Especiales, Cinco Sentidos, 5D y Compañías siguiendo la información de diversos sectores empresariales. Antes fue locutor de informativos en la Cadena Cope, además de colaborar en distintos medios de Madrid.

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