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La UE del revés

Berlín se debate entre la quita o tirar el euro por la borda

La crisis de la deuda en la eurozona avanza hacia la orilla que más espanta en Alemania. Un borrón (parcial) y cuenta nueva de los números rojos acumulados durante la mala gestión de la primera década de moneda única. Ese horizonte provoca tantos escalofríos al este del Rin que economistas y analistas alemanes han empezado a calcular si merece la pena asumir las pérdidas. Sus datos parecen indicar que la apuesta por el euro sigue compensando. Pero de manera significativa acaba de surgir un partido político, Alternativa para Alemania (AfD), que considera más rentable el regreso al añorado marco.

Los pronósticos que maneja Berlín indican que esa formación no alcanzará representación parlamentaria en las elecciones generales de septiembre (se requiere como mínimo un 5% de votos). Pero su irrupción denota que algunos alemanes, aunque por ahora sean pocos, están dispuestos a arrojar por la borda la moneda común de 300 millones de europeos. “Incluso si Alemania tuviera que condonar la mayor parte de sus préstamos a los países rescatados en el sur de Europa, le seguiría compensando económicamente la Unión Monetaria”, contraataca un estudio publicado la semana pasada por la Fundación Bertelsmann.

El informe parte de una quita del 60% en la contribución de Berlín a uno o varios de los rescates de Grecia, Irlanda, Portugal y España. Y concluye que, en el peor de los casos, el impacto sería del 0,05% del PIB alemán. En cambio, según el mismo estudio, el beneficio para Alemania por pertenecer a la Unión Monetaria ascendería a 1,2 billones de euros (o 50% del PIB) en 12 años. Los economistas de la Bertelsmann computan a favor de Alemania factores como el ahorro en las transacciones derivado de compartir la moneda con sus principales socios comerciales o la presión a la baja que implica para los precios de bienes y servicios nacionales.

El informe reconoce que, fuera del euro, Alemania podría disfrutar de tipos de interés más bajos. Pero como contrapartida, se vería obligada a aceptar una revalorización del 23% frente a un euro que se devaluaría al menos el 7%. Se trata, advierten los economistas, de meras hipótesis de trabajo, porque en ningún momento se ha calibrado el impacto de una ruptura de la Unión Monetaria, que no podría sobrevivir sin la presencia de su principal miembro. Ruptura, añaden, que provocaría una crisis mundial de incalculables consecuencias.

“Nadie niega que a Alemania le interesa que sus socios europeos vayan bien”, señalan fuentes diplomáticas del país de Angela Merkel. “Entre otras cosas”, admiten, “porque el 40% de nuestras exportaciones van al resto de la zona euro”.

Las mismas fuentes advierten, sin embargo, que la solidaridad de Berlín con los socios en dificultades no puede ir más allá de los préstamos canalizados a través de los fondos de rescate de la zona euro. Y aventuran que esa posición se mantendrá gane quien gane en las próximas elecciones e, incluso, podría revertirse como consecuencia de la presión electoral en contra de los rescates que ejercerá el nuevo partido AfD.

La posición oficial contrasta con las voces que arrecian, dentro y fuera de Alemania, a favor de una solución de la crisis del euro que supere el directorio de la troika (CE, BCE y FMI), cuyos resultados económicos han sido escasos o contraproducentes. “En Europa ya todos saben que el único modo de salvar al euro incluye la solidaridad con las deudas contraídas y la mutualización parcial de las deudas futuras”, escribió la semana pasada el exlíder de los Verdes, Joschka Fischer, un partido que podría ser clave para la formación de gobierno tras las elecciones.

En el mismo sentido se expresaba días antes el filósofo Jürgen Habermas, una de las conciencias vivas de la Alemania de la posguerra. “Si queremos preservar la Unión Monetaria, ya no basta con conceder préstamos a los países sobreendeudados para que resuelvan por sí mismos sus problemas de competitividad”, señaló el filósofo en la Universidad de Lovaina.

Y hasta los economistas de Harvard Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart apuntaban en otra tribuna que “en Europa, el final de la partida requerirá una gran transferencia desde Alemania hacia la periferia. Y cuanto antes se haga explícita, antes recuperará Europa la senda del crecimiento estable”.

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