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Columna
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Un nuevo inversor llega a la ciudad

La máquina de imprimir dinero del Banco de Japón está haciendo caer la rentabilidad de los bonos soberanos a miles de kilómetros. La esperanza del dinero japonés está ayudando al mercado de bonos de la eurozona a sacudirse una serie de malas noticias.

La promesa del Banco Central Europeo de comprar bonos soberanos sigue sin haberse probado. En parte porque la mera amenaza ayudó a aliviar la presión sobre los gobiernos con escasez de liquidez, y en parte porque países como España temen quedarse con el estigma de haber pedido ayuda. En el mercado europeo de bonos parece que hay un nuevo comprador. Los intereses han caído con fuerza desde que el Banco de Japón prometió doblar su balance a principios de este mes.

El escenario es que un yen debilitado podría llevar a los inversores japoneses a acumular activos extranjeros. E incluso si se hacen con bonos de alta calidad, esto podría filtrarse a la deuda periférica. Esta esperanza ya ha tenido un impacto real, a pesar de los renovados problemas en muchos de los países europeos. El interés del bono francés a diez años llegó a mínimos récord esta semana. Los bonos a diez años de España alcanzaron su punto más bajo desde 2010, pese a la incapacidad del gobierno para lograr los objetivos fiscales. Y los italianos han restado importancia a cualquier consecuencia generada por las elecciones de febrero.

Por el momento, solo es una esperanza. Los inversores están anticipando lo que será una ola de dinero. Pero los datos recientes son menos alentadores: los inversores japoneses redujeron sus posesiones de activos extranjeros la semana pasada.

El Banco de Japón ha prometido doblar su balance a principios de mes

Incluso si la tendencia se confirma, sería un arma de doble filo. Es cierto, los menores intereses en la periferia suavizarán el quebrado mecanismo de transmisión monetaria de la eurozona, que hace que España, Italia y las empresas tengan que luchar con unos altos costes de financiación. Pero los principales beneficiarios siguen siendo los países fuertes de la eurozona, que podrían elevar las tensiones si siguen pidiendo prestado en mejores condiciones. Los gobiernos parecen verlo como una excusa para retrasar las reformas necesarias.

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