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Alimentación

Europa se descuelga de los transgénicos

España es el último país en Europa que cree en los cultivos genéticamente modificados. Según un estudio mundial publicado a finales de 2012 por la ISAAA (International Service for the Acquisition of Agri-biotech Applications), una sociedad sin ánimo de lucro dedicada a promover los cultivos biotecnológicos, España cultivó el 90% de la variedad de maíz Bt de toda Europa. Esta y la patata Amflora de la multinacional Basf son las dos únicas especies de cultivo permitidas en la Unión Europea.

La apuesta de España por este tipo de cultivos, que divide a los agricultores y genera rechazo entre los consumidores europeos, se ha traducido en 116.307 hectáreas dedicadas al maíz Bt, un crecimiento del 19,5% respecto a 2011 y el 30% del total de cultivos del país, según datos de la patronal de las empresas de biotecnología Asebio.

Aragón es la comunidad autónoma con mayor superficie de esta variante, seguida de Cataluña y Extremadura, según datos de la Fundación Antama.

La realidad española contrasta con el retroceso de estos cultivos en el resto de Europa. Francia, Alemania, Austria, Hungría, Grecia, Luxemburgo y Bulgaria han prohibido el maíz cultivado en España. “La diferencia entre los países europeos y el resto del mundo cada vez se hace más latente”, señala Asebio.

Mientras la Unión Europea mantiene estas dos únicas variantes, Brasil tiene aprobados 28 tipos de cultivo. Estados Unidos cuenta hasta con 90 tipos de maíz, soja, algodón, colza, remolacha, alfalfa, papaya y calabacín. Mientras el Viejo Continente se descuelga, el cultivo de transgénicos va en aumento en el resto del mundo, con un incremento del 6% de la superficie mundial en 2012 respecto al año anterior.

Las reticencias europeas apuntan a la ausencia de garantías de los cultivos transgénicos en la salud y en el medio ambiente. Pero los Gobiernos se han rendido sobre todo al rechazo de los consumidores, que las empresas ya han empezado a acusar. La multinacional alemana Basf, que comercializa la patata Amflora, anunció en 2012 el traslado a Estados Unidos y a Latinoamérica de su principal unidad de investigación sobre transgénicos. La medida supuso el cierre de sus tres laboratorios de genética. Aunque España fuera una excepción, explicó entonces, el rechazo a estos cultivos en Europa no hacen su negocio rentable. La suiza Syngenta ya había tomado la misma medida en 2004. Tampoco Monsanto, una de las principales multinacionales de cultivos transgénicos, mantiene su investigación en Europa. Por el momento, solo Bayer sigue presente en el continente europeo.

Los países emergentes son ahora los principales consumidores de estos cultivos. Monsanto abrió en marzo en Pernambuco, Brasil, una de sus principales unidades de investigación biotecnológica para el mercado nacional, con una inversión de 20 millones de dólares. En este país, prácticamente el 90% de la soja que se cultiva y el 75% del maíz son transgénicos.

En Andalucía, la comunidad autónoma con mayor superficie agrícola, unas 10.000 hectáreas están ocupadas por cultivos genéticamente modificados. Izquierda Unida inició este mes el trámite parlamentario para que el Gobierno regional suspenda la plantación y la importación de este tipo de cultivos. La medida tiene divididos a los agricultores por los mayores beneficios económicos que generan las variantes transgénicas. Según datos de Asebio, 600.000 productores se subieron al tren de los transgénicos en todo el mundo, con un total de 17,3 millones de agricultores.La de Andalucía es la última de un reguero de medidas contra los organismos genéticamente modificados en España, cuyo rechazo popular empieza a crecer. Asturias, País Vasco, Baleares, Galicia y Canarias se han declarado libres de transgénicos y ha habido iniciativas en este mismo sentido en al menos 50 municipios andaluces.Para el sector, “es una pena que con el paro tan pavoroso entre los científicos jóvenes se esté frenando este sector”, comentan desde la patronal de empresas biotecnológicas, Asebio.

La compañía espera ahora el visto bueno de las autoridades de China, el principal importador de soja brasileña, para empezar a exportar hacia ese país la semilla RR2Pro, ya aprobada en Brasil, resistente a las plagas y tolerante a los herbicidas. Las empresas de biotecnología critican la contradicción de Europa de limitar este tipo de cultivos que, sin embargo, permanecen abiertos a la importación, en su mayoría cereales procedente de Brasil y de Argentina.

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