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Dimisión del Papa

El estado de las cuentas vaticanas, clave en la sucesión

El Papa, además del líder espiritual de unos 1.200 millones de personas en todo el mundo, es el jefe del Estado más pequeño del mundo. Y ni el Estado más pequeño del mundo ha sido capaz de escapar a los efectos de la crisis. El Vaticano ya cargó contra el Fondo Monetario Internacional (FMI), por haber perdido su capacidad de garantizar la estabilidad de las finanzas mundiales.

El Papa, además del líder espiritual de unos 1.200 millones de personas en todo el mundo, es el jefe del Estado más pequeño del mundo. Y ni el Estado más pequeño del mundo ha sido capaz de escapar a los efectos de la crisis. El Vaticano ya cargó contra el Fondo Monetario Internacional (FMI), por haber perdido su capacidad de garantizar la estabilidad de las finanzas mundiales.

Según su último balance, publicado en julio de 2012, la Santa Sede presentó un déficit de 18,4 millones de dólares (14,9 millones de euros), el peor en muchos años. "El resultado se vio afectado por la tendencia negativa de los mercados financieros globales, lo que hizo imposible alcanzar los objetivos establecidos en el presupuesto", expresó un comunicado del consejo de administración de la Iglesia Católica.

Los administradores también atribuyeron esas cifras al gasto de personal (2.832 personas) y a los diferentes medios de comunicación con los que cuenta el Estado, que incluyen un periódico, radio y canales de televisión. En 2011, más de 5 millones de visitantes inundaron los museos del Vaticano, con lo que los ingresos aumentaron respecto al año anterior en 8,9 millones de euros para cerrar el ejercicio en 91,3 millones.

La otra fuente fundamental de financiación proviene de las dádivas para apoyar a organizaciones de caridad del Papa, que se elevaron en 2011 a 56,13 millones de euros. Sus instituciones financieras, como el popularmente llamado Banco Vaticano, son clave en la lucha de poder por el control del siguiente papado. Según un reciente informe del semanario británico The Economist, serán esos organismos los que elegirán al sucesor de Benedicto XVI.

Conmocción

Al papa Benedicto XVI le faltan "las fuerzas" para seguir al frente de la Iglesia católica. Ayer, durante la ceremonia de canonización en el Vaticano de 800 mártires italianos y dos beatas latinoamericanas, él mismo anunció que ya no le acompaña el vigor necesario "tanto del cuerpo como del espíritu" para seguir ejerciendo la tarea que le fue encomendada y que, por eso, desde el 28 de febrero a las ocho de la tarde renunciará al ministerio de obispo de Roma. A partir de entonces deberá ser convocado el cónclave para elegir a un nuevo Sumo Pontífice y el Vaticano ya ha anunciado que confía en tener relevo para Semana Santa.

El Pontífice de origen alemán, de 85 años, se ve "incapaz" de gobernar una barca, la de San Pedro, de 1.200 millones de almas, en un mundo "sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe". Grandes líderes políticos y económicos mundiales como el presidente de los EE UU, Barack Obama, la canciller alemana, Angela Merkel o el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, se apresuraron a mostrar su respeto por la decisión. Mientras el recientemente dimitido primer ministro italiano,MarioMonti, reveló sentirse "muy turbado" por el anuncio de Benedicto XVI, Obama quiso destacar el "papel crítico" que la Iglesia juega en su país y deseó lo mejor para "aquellos que pronto se reunirán para elegir a su sucesor".Merkel apeló al patriotismo al subrayar "el orgullo" de haber contado con un papa alemán "por primera vez en cientos de años".

El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, reveló que, aunque el anuncio del Papa les ha cogido por sorpresa y que ni los más cercanos al Pontífice conocían la decisión, se trata de una "decisión personal" meditada durante meses y que no tiene que ver con el pa- La Santa Sede preparauna despedida con presencia de líderesmundiales La renuncia por sorpresa del papa Benedicto XVI conmociona al mundo El Papa Benedicto XVI interviene en el Consistorio de Cardenales, celebrado ayer en la Ciudad del Vaticano, en el que anunció oficialmente su renuncia al pontificado. EFE decimiento de ninguna enfermedad. El padre Lombardi, que explicó que el Papa se va a retirar a una vida de oración en un convento demonjas de clausura, también anunció que éste no teme que se produzca ningún cisma potencial en la Iglesia como consecuencia de su renuncia.

Un papado "breve, pero difícil"

Fue el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy el que, en un escueto comunicado, más se involucró con la decisión del Papa: "Su pontificado ha sido breve pero muy difícil". No quiso aclarar, sin embargo, si las grandes cuestiones a las que se refirió el Santo Padre -y que poca relación guardarían con el ministerio de la fe- tienen que ver con el caso Vatileaks, que se saldó, el pasado noviembre, con la condena a 18 años de prisión de su mayordomo personal, Paolo Gabriele, acusado de robar su correspondencia secreta, que destapaba las luchas de poder en la cúpula de la curia vaticana.

Lo que sí es incuestionable es que esa no es la única dificultad a la que se ha tenido que enfrentar el Papa desde que tomó las riendas de la Iglesia en abril de 2005. Ocho años de papado, en los que Benedicto XVI se ha visto salpicado por los repetidos casos de pederastia infantil cometidos por el clero o un grave enfrentamiento con el mundo musulmán, por sus declaraciones públicas sobre el profeta Mahoma.

La renuncia de Benedicto XVI se trata de un acto que cuenta con escasos precedentes en la historia de esta milenaria institución y habría que remontarse a comienzos del siglo XV para encontrar un caso similar: la dimisión de Gregorio XII, forzado por la situación de una Iglesia dividida durante el denominado el cisma de Occidente. En numerosas ocasiones se ha señalado públicamente desde el Vaticano que el oficio de Papa no tiene nada que ver con el de director de una empresa o el de soberano de un Estado, y que no podía dimitir porque su misión espiritual era totalmente ajena a las cuestiones de la efectividad empresarial o política. Lo que ha quedado claro ahora es que Benedicto XVI no comparte ese criterio.

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