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Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo

Otro holandés errante

"Un europeo convencido". Así le define Jean-Claude Juncker, su predecesor al frente del Eurogrupo. æpermil;l tendrá que convencer a muchos otros de ello

Cuenta la leyenda, universalizada por Richard Wagner en una de sus más famosas óperas, que un burgués capitán de barco holandés hizo un pacto con el diablo para poder surcar por siempre los mares, sin importar los retos naturales que pusiera Dios en su travesía. Las tempestuosas aguas de la política económica europea, gobernadas por la omnipotente Angela Merkel y en las que cada día que pasa se abre un poco más la oceánica sima entre los países del norte y los del sur, son hoy el escenario al que se enfrenta Jeroen René Victor Anton Dijsselbloem (Eindhoven, Holanda, 1966), tras asumir el pasado 21 de enero la presidencia del Eurogrupo, siguiendo los pasos del luxemburgués Jean-Claude Juncker. Se trata de un moderno holandés errante.

Y también de un perfecto desconocido. æpermil;l mismo verbalizaba este hecho ante los periodistas en su primera declaración tras el nombramiento: "Quizás sería bueno que dijese algo ahora, ya que todavía ninguno de ustedes me ha oído hablar". A pesar de ello, todos los ministros de Finanzas de la zona euro, con la única oposición del español, apoyaron su candidatura. A lo mejor, porque fue la única. El desacuerdo de España no tuvo "nada que ver con posiciones personales", justificó el ministro de Economía, Luis de Guindos, que definió al ministro holandés de Finanzas como "una persona correcta", sino que es por la molestia de "no tener una representación en las instituciones comunitarias al nivel que le corresponde", después de perder el sillón en el consejo del Banco Central Europeo (BCE). Tampoco le quería Francia en un principio, por considerarle un representante afín al pensamiento alemán, pero el ministro francés de Finanzas, Pierre Moscovichi, se tuvo que tragar sus reticencias: "No es solo que sea el único candidato, sino que también es el mejor", aclaró después.

Dijsselbloem, uno de los pocos miembros del Eurogrupo que pertenecen a la familia socialdemócrata, satisface las exigencias de Alemania porque, además de provenir de un país con la triple A, pasa por ser un rígido y activo partidario del ahorro y de las reformas en las cuentas públicas de su país y en las de Europa, aunque haya querido enviar señales de distensión hacia los países del sur. Su intención es "luchar contra el paro y hacer del equilibrio en el crecimiento europeo una realidad, en un año decisivo para el euro". Para ello, va a tener que convencer primero a sus opositores, que le echan en cara que, salvo una breve colaboración en 1992 con los socialdemócratas en Bruselas, el político tiene escasa experiencia en la Unión Europea. Igual de limitada es su trayectoria como guardián de las arcas holandesas, un puesto en el gobierno del liberal de centroderecha Mark Rutte, en el que no ha cumplido ni tres meses.

Eso no esconde el hecho de que este licenciado en economía agrícola por la Universidad de Wageningen (Holanda), con especialización en negocios, normativa agrícola e historia económica y social, tiene gran experiencia como gestor público. En 1993, se unió al equipo parlamentario del Partido del Trabajo (PvdA) en La Haya -en cuyas filas ingresó con 19 años¬-, donde sirvió en el área de planificación territorial. De ese puesto pasó a ser asesor administrativo en el Ministerio de Agricultura y dos años después se hizo con la dirección de esa sección. Dijsselbloem había izado las velas y su particular barco ya surcaba veloz las olas de la política holandesa hacia su destino al frente de las finanzas del país. Durante esa travesía, arribó a la Cámara de Representantes en 2000 ocupando el cargo de portavoz de su grupo -el mayor partido de izquierda de los Países Bajos- para educación, juventud e inmigración y muchos ciudadanos le conocen desde entonces por su lucha contra los videos violentos en los medios de comunicación. En 2007, lideró la consulta parlamentaria para la reforma educativa, para lo que tuvo que especializarse en las problemáticas sobre cuidado infantil, educación especial y profesorado.

Ahora, ya casado y con dos hijos, tendrá que combatir contra la divión norte-sur dentro de la zona euro. Ya ha avisado que la solidaridad "ocupa un puesto preponderante" en su lista de prioridades, pero no se sabe si, como el burgués capitán condenado a vagar para siempre por los océanos del mundo, tendrá él la valentía para maniobrar el barco en una turbulenta Europa en la que confuyen la corriente del crecimiento y la de la austeridad.

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