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Joe Biden

El guardián del presidente

Ha sido clave en evitar la caída de la economía de EE UU al abismo fiscal. Enderezó el rumbo demócrata en la campaña electoral tras un mal debate de Obama. A sus 70 años, el vicepresidente americano tiene recursos en la chistera.

Joe Biden
Joe BidenHogue

«Soy Joe Biden. Soluciono problemas». Así, al más puro estilo Tarantino, podría presentarse el 47º vicepresidente de EE UU, Joseph Robinette Biden Jr. (Scranton, Pennsylvania, 1942), especializado en las últimas fechas en buscar y encontrar soluciones a los problemas que amenazan a la siempre agitada administración Obama. La última, consensuar con parte del partido republicano el principio de acuerdo que ha acabado con aplazar, más que evitar, la caída de la mayor economía mundial en el abismo fiscal.

Pero la responsabilidad no le es ajena a este veterano político, el quinto más joven de la historia de su país en convertirse en senador, en 1972, cuando aún no había cumplido la treintena. Nacido dentro de una familia humilde, de origen irlandés y catolicismo arraigado, Joe Biden se ha convertido a sus 70 años en el gancho de Obama para convencer a las clases medias, y principalmente blancas, de sus políticas. Biden, senador por Delaware durante 35 años, es una de las figuras más respetadas en los órganos políticos norteamericanos, no sólo por su dilatada trayectoria, sino por su ánimo conciliador, convencido de tratar los temas importantes lejos de los extremos políticos, y por una carrera en la cámara alta marcada por la iniciativa. Una carrera que tuvo la ambición de llegar hasta el despacho oval de la Casa Blanca, lo que intentó hasta en dos ocasiones.

Pero, pese a ser la suya una trayectoria reconocida, no ha estado exenta de obstáculos. Tampoco su vida. Apenas unos meses después de ser elegido senador, recibió en su despacho la noticia del fallecimiento de su primera mujer y su hija en accidente de tráfico, en el que sus otros dos hijos también resultaron gravemente heridos, y a los que tuvo que cuidar tras el siniestro. Por ello no abandonó su domicilio en Wilmington, a unos 200 kilómetros de Washington, a donde se trasladaba todos los días en tren, algo que con el paso de los años convirtió en hábito. En 1988 realizó la primera tentativa a la presidencia, pero las acusaciones de plagio en un discurso y, principalmente, la aparición de dos aneurismas cerebrales que requirieron cirugía urgente acabaron con sus aspiraciones. En 2008 volvió a la carrera, pero se encontró con una de las campañas más competidas dentro del Partido Demócrata, con Hillary Clinton y Barack Obama como rivales, que acabarían con este de candidato y, posteriormente, presidente.

Biden es graduado en Historia y Ciencias Políticas por la Universidad de Delaware, y también en Derecho por la Universidad de Siracusa. Sin embargo, a diferencia de lo que suele suceder con los políticos de alto nivel, no destacó por un gran expediente académico. En su primera etapa universitaria, como ha reconocido, estuvo más centrado en las chicas, en las fiestas y en el fútbol americano. Y en la segunda pasó desapercibido en las aulas, según él, por aburrimiento. Pero fue precisamente en la abogacía donde comenzó su trayectoria profesional previa a la dedicación política plena, siempre ligado al Partido Demócrata, lo que compatibilizó como concejal del condado de New Castle, hasta que el partido le requirió para aspirar al puesto de senador por Delaware.

Presidió el Comité Judicial del Senado durante 17 años, donde fue clave en la aprobación de la mayor ley contra el crimen de la historia del país, que proporcionó 100.000 nuevos agentes en las calles y miles de millones para prisiones y programas de prevención. También estuvo al frente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, mostrándose como uno de los grandes expertos en política internacional, aspecto en el que hoy es básico en el gobierno de Obama, siendo uno de los principales partidarios de la retirada de tropas de Irak.

Carismático y con gran capacidad para la oratoria, salió al rescate de Obama en la última campaña electoral, después de perder su primer debate contra Mitt Romney. Biden pasó al ataque y desplegó su repertorio ante el pujante republicano Paul Ryan, con un discurso agresivo y fluido que devolvía el vigor a la candidatura demócrata. Su facilidad para el verbo no solo le ha hecho conocido por su capacidad para debatir, sino por sus meteduras de pata, como cuando en 2007 se refirió a Obama como el «primer candidato afroamericano elocuente, brillante, limpio y atractivo», lo que tuvo que aclarar ante la lluvia de críticas. También llegó a decir que «Hillary Clinton podría haber sido una mejor elección para la vicepresidencia». Su fe católica también es objeto de debate. Es partidario de que la mujer decida sobre el aborto, aunque se niega a su financiación pública. Es contrario al matrimonio homosexual, pero también rechaza llevar el asunto al Constitucional.

Seguidor de la música de Ray Charles, Bruce Springsteen, y de los Philadelphia Eagles de fútbol americano, Biden tiene para ésta última legislatura una tarea dura: negociar con las asociaciones pro armas para endurecer el acceso a las mismas tras la tragedia en la escuela infantil de Newtown. Obama sabe que puede confiar en su especialista en problemas.

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