Carretera abierta al transporte futuro
La reforma de la Ley de Ordenación de Transportes Terrestres (LOTT) aprobada el viernes por el Consejo de Ministros es, en sí misma, un largo catálogo de las insoportables deficiencias normativas que viene arrastrando una actividad trascendental para la economía del país. Algo tan sencillo como reducir a una década los larguísimos plazos de explotación de una ruta existentes hasta ahora -entre medio siglo y casi un siglo, propios del XIX- confirma que buena parte del marco legal existente en España sigue lejos de las virtudes de la competencia y circunscrito a un mundo decimonónico, más propio de las tarifas de media burra -pagar menos si en las cuestas se bajaba el pasajero-, con las que se empezó a construir alguno de los grandes grupos actuales del sector que, ellos sí, han sabido llevar esta actividad desde aquel mundo al siglo XXI.
El objetivo de la reforma de la LOTT es mejorar la eficiencia, flexibilidad y competitividad empresarial y optimizar los servicios de transporte por carretera, tanto de viajeros como de mercancías. Bienvenida sea. Tanto como esos siempre prometidos y aún no conseguidos avances en el transporte intermodal de mercancías, en los que el ferrocarril está llamado a jugar un papel clave y que abaratarán los costes a las empresas y los colapsos en las carreteras, pero que aún seguimos esperando.