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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La fiscalidad, palanca del ahorro y la inversión

España no es precisamente un paraíso para el ahorro. No lo es por la escasez secular de stock de capital financiero, ni por los estímulos que tanto la fiscalidad como la expectativa de retornos deberían acompañar a esta variable económica. Lógicamente, hay más características en la economía que condicionan esta escasez (políticas, financieras, educativas...) y combatirlas todas a las vez sería una tarea imposible. No es poco consolidar lentamente algunas de las herramientas que generan la riqueza y preservan su lenta multiplicación, así como un reparto más solidario, que tiene su reflejo en la dimensión de las clases medias. La fiscalidad es el instrumento convencional más utilizado en todas las comunidades para estimular el ahorro, pero es también el más voluble, en tanto que se trata de una herramienta multiusos, y en algunas ocasiones termina esgrimiéndose precisamente contra la acumulación actual y, por ende, contra la inversión futura.

En España es reciente la aplicación de una fiscalidad integral, que someta a imposición la renta del trabajo, la del capital, los beneficios de las sociedades o el mismo consumo. Y recientes son también los incentivos a la renta destinada a complementar la pensión pública. No obstante, su adolescencia no ha impedido que se hayan modificado ya en sentido expansivo y después contractivo, a capricho de los legisladores, generando una inseguridad en los contribuyentes que desaconseja las decisiones de largo plazo.

En los tres últimos años, de hecho, las aportaciones a los planes de pensiones apenas han crecido, porque buena parte de las ventajas que tenían estos productos fueron eliminadas en 2006, aunque es también evidente que la crisis ha detenido las apuestas por la capitalización a largo plazo. Por ello, ante un fenómeno determinante para la economía como es la capitalización de ahorro para cebar la bomba de inversión en el medio y largo plazo, los Gobiernos deberían ser más sensibles a la necesidad de establecer reglas de juego poco mutables. Si algo ha funcionado bien una temporada, bien está dar certezas para que lo siga haciendo.

A nadie se le escapa que una época como la actual, con escasez de recursos públicos, y en la que el Estado se convierte en el gran rescatador de la insolvencia de buena parte del sector privado de la economía, la fiscalidad sobre el capital acompaña en las subidas a la que somete a las rentas del trabajo, a los beneficios o al consumo. Por ello en España las subidas de las tarifas tributarias han afectado a todo y a todos, con una intensidad mayor o menor.

Al enfrentarse a la liquidación de la factura tributaria con la Hacienda pública, los contribuyentes tienen que volver a mirar este mes, último disponible del ejercicio fiscal para equilibrar la liquidación, cada una de las fuentes de su renta, pues en todas ellas hay detalles que al año pasado no estaban. Aunque en materia de pensiones el Gobierno mantiene la promesa de retornar a mayores niveles de exención de rentas en el rescate, ha realizado cambios muy drásticos en los tipos del IRPF para dos años (quizás para bastante más si las cuentas no cuadran), que afectan a la propia renta del trabajo y a la generada por el capital, ya sea rendimientos de depósitos, plusvalías financieras o ganancias patrimoniales de otra naturaleza.

Pasada la tribulación de la escasez financiera, que no será mañana ni pasado mañana, el Gobierno debe recomponer todas las figuras tributarias buscando la mayor eficiencia tanto para el fisco como para el conjunto de la economía. Debe barrer en la medida de lo posible el fraude existente en muchas figuras tributarias, que aportan relativamente los niveles más bajos de recursos a la caja común de toda Europa (el IVA es el mejor ejemplo). Debe privilegiar los estímulos al ahorro y a la inversión, sobre todo en proyectos empresariales innovadores que puedan multiplicar el empleo, y tanto en impuestos como en cotizaciones. Debe, en definitiva, utilizar la palanca fiscal para potenciar el crecimiento de la economía y del empleo, como antes lo han hecho países que caminan generaciones enteras por delante de nosotros.

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