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Tribuna
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La victoria del PRI en México

Los datos preliminares parecen confirmar la victoria del candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, en las elecciones presidenciales y legislativas que han tenido lugar en México este domingo. La victoria de Peña Nieto supone el regreso sorprendente al poder del PRI tras 12 años en la oposición.

El resultado de esta elección no es solo una victoria del PRI, sino también una derrota del PAN, que no ha sabido capitalizar los 12 años de poder para hacer los cambios que el país y la sociedad demandaban y necesitaban. El fracaso relativo del Gobierno de Calderón en centrar todo en la guerra contra el crimen organizado y el narcotráfico, que ha resultado en más de 50.000 muertos en cinco años, ha generado una percepción de debacle en el país azteca que se ha reflejado en el resultado de las elecciones. La gente quiere estabilidad y seguridad.

Además, mientras una minoría educada y cualificada se está beneficiando de las exportaciones y la integración económica del país con el TLC, la inmensa mayoría trabaja horas extras y tiene muy pocas perspectivas de progreso. En 2009 hubo una gran recesión y la economía mexicana se contrajo un 6,1%. Un 57% de los mexicanos ganan menos de 13,50 dólares (poco más de 10 euros) al día. Para aquellos a los que les preocupe el regreso al autoritarismo hay que recordarles, como describía recientemente el canciller Castañeda, que México es ahora un país muy diferente del que era hace 12 años. En primer lugar, Peña Nieto será el primer presidente del PRI elegido democráticamente por elección popular y que no ha sido el resultado del famoso dedazo del presidente saliente.

Además, desde el punto de vista institucional, Peña Nieto no tendrá la concentración de poder que caracterizó a otros periodos del PRI: no tendrá mayoría en una Cámara legislativa (este fue un gran problema para Fox y para Calderón); tendrá que trabajar con la oposición en el Distrito Federal, gobernado por Miguel Ángel Mancera, del PRD (que controlará el segundo o tercer presupuesto de México), y por último, pese a recuperar Yucatán, Jalisco y Chiapas, una parte de los gobernadores provienen de partidos distintos al PRI, incluidos (según las encuestas) en estados como Guanajuato, Morelos y el DF. También la sociedad civil está mucho más articulada y consolidada que hace una década (una de las sorpresas de la campaña ha sido la movilización de los jóvenes) y la prensa y los medios de comunicación, con todos los problemas que hay en el sector, ya no son tan monolíticos ni serviles como antes de salir el PRI del poder.

Por último, el PRI se va a encontrar con unas instituciones mucho más independientes y consolidadas que las que dejó hace 12 años. Desde la Suprema Corte de Justicia (que ha sido un constante quebradero de cabeza para Fox y Calderón) hasta el Instituto Federal Electoral (mucho más independiente y legitimado), pasando por el Banco de México (con autonomía desde 1993) y los institutos federales, como el de Acceso a la Información o el de Estadística (mucho más objetivos y fiables), actuarán todos como contrapeso al poder del Gobierno federal. El TLC también ha servido para anclar al modelo y las políticas económicas. Pese a todos los problemas que se quieran enfatizar, no hay duda de que México tiene una democracia representativa funcional.

Desde el punto de vista económico, el presidente saliente deja una base razonable. El año pasado la economía mexicana se expandió aproximadamente un 4%, y para 2012 se espera un crecimiento de alrededor de 3,5%. Además, el coeficiente Gini de México ha mejorado: de acuerdo con el Informe de desarrollo humano 2011 del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, México ocupa el lugar 57, y contaba en el 2011 con un PIB per cápita de 13.000 dólares (superior a Brasil, con 10.000 dólares PPP). Por último, México se ha consolidado como un país exportador de productos manufactureros que representan casi tres cuartas partes de sus ventas totales en el extranjero (la inmensa mayoría, un 80%, se dirigen hacía Estados Unidos).

El nuevo presidente se va a encontrar un país con grandísimas oportunidades, pero también muy marcado por la estrategia de Calderón de militarizar la lucha contra los cárteles de las drogas y ansioso por recuperar la estabilidad y la esperanza. Además, México no ha asumido aún su papel como potencia regional y es necesario que lo haga para ser el contrapunto al creciente poderío brasileño. Es de esperar que lo haga.

Sebastián Royo. Catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Suffolk en boston (EE UU)

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