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Tribuna
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Solidaridad en la zona euro: ¿de qué hablamos?

Respecto a la cumbre europea hemos escuchado otra vez a comentaristas y políticos hacer llamamientos a un mayor esfuerzo de solidaridad europea. Pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de solidaridad en la UEM? y ¿cuánta más necesitamos para salir de la crisis?

En el debate actual hay bastante confusión sobre estas cuestiones. Algunos consideran que ya se ha ido demasiado lejos y advierten del riesgo de convertir la UEM en una unión de transferencias, con los países ricos subvencionando permanentemente a los pobres. Otros consideran en cambio que el único modo de salir de la crisis es con un mayor esfuerzo de solidaridad. En fin, más de un ciudadano nos miraría con ojos atónitos si nos escuchara hablar de solidaridad para hacer referencia al último plan de rescate a Grecia.

En parte, estos desacuerdos se deben a una confusión semántica. El término solidaridad se utiliza a la vez para denotar un imperativo moral de ayudar a alguien en necesidad y para referirse a un principio funcional que rige las relaciones entre los miembros de un grupo. Los que se niegan a definir el rescate griego como un acto de solidaridad piensan en términos morales pero el hecho es que, en la práctica, la solidaridad entre Estados de la UE es del segundo tipo. Una solidaridad de tipo funcional puede responder a diferentes motivaciones. En Europa, a lo largo de la historia, dos lógicas distintas han motivado la creación de mecanismos de solidaridad. Una es la lógica clásica de la reciprocidad: los Estados miembros se protegen contra una adversidad común mutualizando los riesgos. Esta es la lógica del Fondo de Solidaridad Europea, que se activa en caso de catástrofe natural. En estos casos, la solidaridad es simétrica: todos los países contribuyen y todos son potenciales beneficiarios.

La otra lógica es menos evidente, y está basada en la interdependencia: algunos países (los más ricos/fuertes) se comprometen a ayudar a otros países (los más pobres/débiles) porque entienden que, en un grupo con fuertes lazos de interdependencia, lo que le ocurre a uno de los miembros del grupo tiene necesariamente repercusiones sobre los otros.

Los fondos estructurales son un buen ejemplo de este tipo de solidaridad. En este caso, el beneficio de ayudar a otro país es menos evidente y la relación es asimétrica (siempre son los mismos países los que ayudan y los mismos los que reciben la ayuda). Por este motivo, este segundo tipo de solidaridad es difícil de sostener a largo plazo.

Esta distinción entre las dos lógicas de solidaridad puede parecer irrelevante para entender lo que ocurre en la crisis actual. Por el momento, todos los esfuerzos de solidaridad han sido del tipo asimétrico, con los países fuertes o con triple A ayudando a los países débiles.

Esta es la lógica que seguirá prevaleciendo a corto plazo, y así debe ser, puesto que en el estado actual de las cosas, la única forma de evitar una debacle de la zona euro es a través de un ejercicio de solidaridad asimétrica. Sin embargo, este esfuerzo extraordinario de solidaridad no es sostenible a largo plazo. La UEM no tiene vocación de convertirse en una unión de transferencias.

Esto no significa que, a largo plazo, no haya motivos para ejercer la solidaridad en la UEM. Habrá que evitar las divergencias acusadas entre países, lo que implica dar un uso más inteligente y efectivo de los fondos estructurales en los países periféricos. Además, la crisis ha puesto en evidencia una serie de vulnerabilidades que comparten todos los países de la zona euro. Por un lado, el hecho de no controlar la moneda en la que emiten su deuda los hace especialmente vulnerables frente a una crisis de liquidez.

Por otro lado, el alto nivel de exposición de los bancos de la UEM a la deuda de su propio país y el gran tamaño de los bancos europeos en relación con el PIB de sus países hace que exista un fuerte nexo entre sistema bancario y Gobiernos que, en caso de crisis financiera, puede convertirse en un círculo vicioso (una degradación de la deuda de un país fragiliza la situación de su sistema bancario y viceversa, un sistema bancario frágil pone en cuestión la solvencia del Gobierno).

Si queremos una zona euro viable y resistente a futuras crisis será necesario proteger a los países de estos dos riesgos mediante el establecimiento de dos mecanismos de solidaridad de tipo simétrico: un mecanismo permanente para proteger los países de las crisis de liquidez (idealmente en forma de eurobonos) y un fondo europeo de resolución de crisis bancarias y/o un fondo europeo de garantía de depósitos bancarios.

Sofía Fernandes y Eulalia Rubio. Investigadoras en Notre Europe, 'think tank' fundado por Jacques Delors

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