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A fondo

¿Son "estúpidos" los fondos estructurales de la UE?

Hace años, un presidente de la Comisión Europea (Romano Prodi) calificó de "estúpido" al Pacto de Estabilidad por imponer la misma disciplina fiscal en periodos de bonanza y de recesión. El insulto desencadenó la flexibilización de las normas presupuestarias de la UE. Y aunque la actual crisis también se ha llevado por delante aquella reforma, al menos durante unos años el pacto estuvo dotado de cierta inteligencia.

La misma mutación se cierne sobre los fondos estructurales. Con 49.000 millones de euros al año hasta 2013 y 376.000 millones previstos para el periodo 2014-2020, se trata del instrumento financiero más poderoso de la UE después de la Política Agrícola Común. Pero su rígida gestión podría merecer calificativos tan duros como los de Prodi sobre el pacto.

Los fondos se asignan prácticamente sin otro criterio que el nivel de renta per cápita de cada región y sin apenas seguimiento sobre su eficacia real. Bruselas se limita a verificar las facturas antes de pagar y aquí paz y después elecciones, porque la entrega de proyectos suele coincidir con alguna cita con las urnas para los próceres locales.

El impacto de esa rudimentaria gestión no es baladí: durante el último periodo presupuestario (2000-2006) se construyeron, entre otras cosas, 8.400 kilómetros de vía ferroviaria y 5.100 de carretera, con una generación estimada de un millón de puestos de trabajo. Pero aunque el actual presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, no se atreva a llamarlos "estúpidos", parece consciente de que los fondos no obtienen unos resultados acordes a su multimillonaria dotación.

Cuando solo quedan en la caja común 82.000 millones de euros, la UE ha descubierto que los fondos deberían reorientarse para favorecer a las pequeñas y medianas empresas y potenciar la creación de empleo juvenil. La sugerencia, aprobada en la cumbre europea del lunes, llega al final del periodo presupuestario y difícilmente tendrá repercusión en la coyuntura actual. Pero tal vez propicie un cambio radical en la gestión de los fondos a partir de 2014.

El comisario de Política Regional, Johannes Hahn, ya ha propuesto introducir criterios de eficacia en el reparto de los futuros fondos para premiar a las regiones con mayor capacidad de absorción. Y pretende concentrar el gasto en áreas como eficiencia energética, infraestructuras transfronterizas o competitividad.

Pero tal vez haya llegado el momento de llevar la reforma más lejos y permitir, por ejemplo, el trasvase de fondos de un país a otro, en lugar de mantenerlos compartimentados. ¿Por qué no destinar a España, con un 50% de paro juvenil, los fondos que se queden sin utilizar en Rumanía, Bulgaria o Luxemburgo, tres de los países que menos han recurrido en este periodo al fondo social europeo?

La gestión financiera también podría ser más sofisticada, como sugiere Benedicta Marzinotto, del instituto Bruegel. "¿Por qué no adelanta la Comisión todo el dinero de los fondos, captándolos en los mercados financieros, en lugar de esperar a que llegue cada año la contribución de los Estados?", se pregunta la investigadora. Marzinotto propone también la creación de un verdadero fondo de crecimiento, con posibilidades de apalancamiento, que rescate de verdad a los países en dificultades. ¿Demasiado inteligente para la UE?

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