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Tribuna
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Una solución para el conflicto del Sahara

Después de 35 años parece difícil resolver el conflicto del Sahara y sin embargo todos: marroquíes, saharauis y españoles, tenemos interés en encontrar una solución. En el caso español, por varias razones. Una es esa sensación de haber hecho mal las cosas cuando firmamos los Acuerdos de Madrid y poco después nos retirábamos del Sahara. Ese malestar no es por la pérdida del territorio, sino por los saharauis, a quienes abandonamos a su suerte. Hay otra razón: Marruecos, nuestro país vecino, con el que tenemos unas relaciones difíciles producto del desconocimiento y la desconfianza. Y aunque es más lo que nos une que lo que nos separa, la mayor diferencia es la forma de entender el Sahara.

Conceptualmente, resolver el conflicto del Sahara es sencillo: ineludiblemente hay que respetar la legalidad internacional que, en todas las resoluciones de Naciones Unidas, reconoce el derecho del pueblo saharaui a ser consultado. Y para que la respuesta en este referéndum sea positiva, Marruecos debe presentar una opción que sea aceptable para los saharauis, que genere confianza y garantía de un futuro mejor. Y, por último, esta solución tiene que ser realista y contemplar a los marroquíes viviendo en el Sahara

¿Puede Marruecos por sí solo plantear una solución que sea aceptada por los saharauis? Posiblemente, la respuesta es no. ¿Puede la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) ofrecer alguna solución pacífica y realista que dé garantías a los marroquíes que allí viven? Tampoco.

Por tanto, por nuestro propio interés, debemos y podemos plantear una alternativa diferente. No olvidemos que, no de hecho, pero sí moralmente, somos responsables del Sahara (informe de la ONU de Hans Corell: La condición de potencia administradora no es delegable unilateralmente). Recordemos también que cuando los saharauis tuvieron que huir a Tinduf, lo único que llevaban consigo eran sus documentos de identidad españoles (eran españoles).

España es un país generoso: hemos pasado de ser receptores de ayudas a ser un país donante. Incluso en este momento de crisis la ayuda al desarrollo se mantiene. Y nuestro modelo de convivencia plasmado en nuestra Constitución y sus autonomías es un ejemplo de democracia y progreso. La fórmula que podemos proponer aglutina la realidad del Sahara, respeta los derechos individuales de los saharauis y nos reconcilia con nosotros mismos. Se diseña un Marruecos español junto al admirable Marruecos francés. Esa fórmula es el Plan Leila, que se expone a continuación con su significado.

Primero: unión entre el Reino de Marruecos y la República Árabe Saharaui Democrática. Es una unión entre iguales y tiene que ser aprobado por los saharauis (censo español de 1974) y, esta es la novedad, también en igualdad por los marroquíes en censos diferentes. Se considera a la RASD como Estado independiente.

Segundo: acuerdo de convivencia y relaciones mutuas. Da igual cuál sea la fórmula: unión, independencia o autonomía dentro del Reino de Marruecos. Está claro que los marroquíes venidos del norte van a permanecer en el territorio y que hay que regular las normas de convivencia. Y habrá unas relaciones especiales entre Marruecos y el Sahara. Y habrá que definir competencias exclusivas, delegadas y propias de la unión y el uso de los recursos del Sahara.

Por eso el acuerdo se basa en las experiencias de convivencia entre las diferentes partes de España, aprovechando lo mejor.

Tercero: doble nacionalidad marroquí-española. La sentencia 1026/98 de la Sala Civil del Tribunal Supremo español es muy clara: los saharauis son españoles. Es posible que en 1975 los españoles no estuviéramos a la altura de las circunstancias, pero hoy vale la pena ser europeo.

Cuarto: definir al Sahara como objetivo preferente de la ayuda al desarrollo. España dedica 4.200 millones al año a cooperación internacional. Dedicar, durante cinco años, 700 millones al año a infraestructuras en el Sahara no supone ningún gasto adicional para España. Es una decisión política y viable económicamente.

Los dos últimos puntos son la aportación española a la resolución del conflicto. Es una fórmula sencilla que respeta el derecho de los saharauis a decidir libremente, hará de los saharauis ciudadanos europeos en un territorio unido a Marruecos y que nos permitirá recuperar nuestra autoestima.

José Julio Laorden. Ingeniero de caminos, especialista en temas del Sahara

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