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Columna
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Principios de Lula a emular por Rousseff

La nueva presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se ha comprometido a seguir las políticas de su predecesor, Luiz Inácio Lula da Silva. Pero no está claro si se refiere al Lula del primer mandato, o al del final. Para los inversores, el primero es preferible al segundo. Cuando Lula fue elegido en 2002 los mercados temblaban, porque creían que iba a aumentar el gasto público brasileño de forma excesiva, llevándolo al impago. Sin embargo, su primer ministro de Finanzas, Antonio Palocci, aseguró a los mercados que mantendría un control estricto sobre el gasto. La principal iniciativa del primer Gobierno de Lula fue las transferencias a las familias pobres mediante el sistema de Bolsa Familia, que supuso un coste de alrededor del 0,5% del PIB. Esto consistía en la remuneración de 22 reales (12 dólares) mensuales por cada niño que asistiera a la escuela, hasta un máximo de tres, para las familias que ganaran menos de 140 reales por mes. Naciones Unidas atribuyó al programa la reducción del índice de desigualdad en Brasil, que pasó de la posición 59 en 2001 a la 55 en 2008, según el Banco Mundial.

Como la situación económica de Brasil y de cualificación crediticia mejoró después de su reelección en 2006, Lula aflojó los controles sobre las finanzas públicas, con un aumento importante en el gasto tanto directo como a través de las empresas controladas por el Estado y el desarrollo del banco BNDES. Aunque Rousseff se ha comprometido a mantener un superávit primario por encima del 3,3% del PIB, esa cifra sólo se logrará en 2010 gracias a las transferencias de Petrobras y manteniendo el gasto en infraestructura fuera de los libros.

Desde 2008, Lula también ha jugado con los derechos de la propiedad, la renacionalización de concesiones petroleras y la extracción de grandes pagos de primas adicionales desde Petrobras a los depósitos de crudo de Tupi. Las políticas del primer Gobierno de Lula estabilizaron la economía y generaron importantes avances contra la alta desigualdad. æpermil;stas son las que Rousseff debería emular y no las del gasto excesivo de los últimos años.

Martin Hutchinson

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