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A fondo

La trabajosa desintoxicación de la economía

La euforia desatada en las últimas jornadas por el súbito avance de la tasa de ahorro de los hogares españoles sólo está parcialmente justificada. En primer lugar, porque el acontecimiento se ajusta como un guante al aserto universal de que "no hay bien que por mal no venga"; pero sobre todo porque, aunque es cierto que la recomposición del ahorro es cuestión imprescindible para reconstruir la inversión y el consumo, estamos a trimestres luz de que tal posibilidad fragüe, porque los descomunales niveles de endeudamiento privado y la evolución esperada del empleo lo impiden. Sólo cuando las finanzas y las expectativas de los hogares se hayan tonificado, lo que precisa un descenso notable de las tasas de deuda y una certeza de que la renta disponible será creciente y permanente, sólo entonces y no antes, la economía estará de nuevo en condiciones de recuperar los niveles de crecimiento que absorban los excedentes del mercado laboral y los niveles de riqueza previos a la crisis.

La explosión del endeudamiento privado en España en los últimos lustros no tiene parangón histórico. En los últimos catorce años, los que España ha acumulado de crecimiento del producto y del empleo, el PIB se ha multiplicado por 2,3 veces. Pero la deuda a los sectores residentes lo ha hecho por 4,38, y tanto familias como empresas han multiplicado su deuda viva por 6,5 veces. En concreto las sociedades no financieras tenían en 1995 una carga financiera del 44,9% del PIB, y ahora es del 124,2% del PIB. Las familias, con 903.000 millones de euros de deuda en junio pasado, están en el 85,7% del PIB, máximo histórico, frente al 31% del año 1995. Medido sobre renta bruta disponible, los hogares superan notablemente el 100%, con gran resistencia a descender, puesto que la caída de volumen se neutraliza con el descenso nada despreciable de la renta disponible, que camina paralela al empleo.

Catorce años de bacanal

La economía española puede representar gráficamente los catorce años de explosión del endeudamiento como un pequeño ofidio tratando de deglutir la pesada digestión de una pieza que duplica su peso. De otra forma: tras una gran bacanal, hay que gobernar la resaca, y la duración de ésta dependerá del tamaño de la borrachera. En tal trance está ahora la sociedad española, que ha de volver a niveles de endeudamiento más razonables para disponer de un margen financiero que reactive la inversión. Pero pese a llevar dos años largos de crisis declarada, el desapalancamiento de la economía privada apenas ha avanzado.

De hecho, tanto familias como empresas han incrementado el peso de sus deudas sobre el PIB en los dos últimos años, especialmente las corporaciones. Cierto es que aunque la desintoxicación de la economía es muy lenta, las tasas de avance del crédito al sector privado que en 2006 estaban en el 25%, se han reducido casi a cero. El crédito a las empresas crecía un 27,9% en tal ejercicio, y en agosto lo hacía a tasas del 1,8%, pero todavía positivas. En el caso de los hogares se ha pasado de avance del crédito del 19,6% en 2006, a estancarse el saldo vivo en agosto pasado. Las familias están, por tanto, en el kilómetro cero del desapalancamiento, y sólo a partir de ahora comenzarán a recuperar margen de maniobra financiero para el siguiente ciclo de inversión.

æscaron;nicamente las Administraciones públicas han experimentado avances en la toma de crédito, con tasas del 35% en los primeros meses de este año, para neutralizar la pérdida de renta del sector privado. De hecho, Estadística revela que buena parte del ahorro generado por los hogares es transferencia de renta del sector público (incentivos fiscales y prestaciones sociales), mientras que el resto del avance lo aporta la paralización de los proyectos de inversión. Además, la naturaleza del endeudamiento de los hogares lleva aparejado un trabajoso y lento proceso para deshacer las posiciones. Las empresas pueden desmontar proyectos de inversión con relativa naturalidad si estiman que las expectativas de rentabilidad se han quebrado, bien por ajuste de la demanda o por encarecimiento de la financiación. Pero las familias no pueden de un día para otro desprenderse de los activos inmobiliarios, única inversión de su vida en muchos casos, porque el mercado ha desaparecido, o, simplemente, porque constituye su única morada.

Una economía enladrillada

De hecho, la vivienda ha sido el gran protagonista de la inversión en el último ciclo alcista de la actividad. El embalsamiento de la demanda de los noventa (la última crisis), junto con una financiación desconocidamente barata para España y la gasolina fiscal de las deducciones, ha provocado que sesenta de cada cien euros de crédito a los sectores residentes haya sido absorbido por la vivienda. Construcción, promoción y compra acaparan dos terceras partes del crédito, y han amanerado de forma sonrojante la economía española en los últimos años. En 1992, ¡cómo han cambiado las cosas!, sólo uno de cada tres euros financiaba el enladrillamiento de la economía.

La actividad productiva ajena a los inmuebles ha hecho el recorrido contrario, y la industria por sí sola ha pasado de absorber el 23% de los recursos crediticios al 8,5%. Ese es el modelo económico que gasta tanta tinta y cuyo desmontaje precisa más matemáticas que literatura.

¿En qué actividad estará el siguiente filón que atraiga la inversión de la economía familiar? El destino que los hogares dan a sus recursos es conducido por la necesidad y la seguridad, pero también por las compensaciones proporcionadas en forma de rentabilidad financiera o fiscal. Pero antes, y en paralelo al desapalancamiento que hoy absorbe los recursos de los agentes económicos, debe recomponerse su estado de ánimo, que hoy está en manos del empleo, única variable que garantiza avance permanente de la renta disponible. En todo caso, la inversión debe recibir señales de atracción de negocios que refuercen la calidad educativa, la actividad manufacturera y proyectos con más valor añadido y más sinergias que los ladrillos, que encaramados en forma de muro sólo proporcionan sombra.

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