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CincoSentidos

Ginebra, el triunfo de la burguesía

Cosmopolita y sofisticada, esta ciudad es también provinciana y austera. Un trozo de historia de Europa envuelto en una naturaleza exuberante.

Ginebra, el triunfo de la burguesía
Ginebra, el triunfo de la burguesíaCinco Días

En el último piso de un edificio cualquiera de la fastuosa rue Du Rhône, uno puede imaginar la belleza inmensa de Suiza, uno de los países más arrebatadores de Europa. Más allá de Saléve, Mont de Sion, Voirons, Vuache o el macizo del Jura, tras los amplios ventanales que miran al lago Leman, siempre despunta como por arte de magia la catedral de Laussane, el castillo de Montreux o Veytaux. Es pura ensoñación, lo sabemos. Pero el visitante anhela entonces descubrir esa misma belleza en Ginebra.

Resulta curioso: el lago, que parte la ciudad en dos, la rive gauche y la rive droite, ilumina la villa y la transforma en una ilusión que definitivamente se esfuma cuando uno toma el ascensor y baja a la calle. Con el ruido de los coches se desvanece la fortaleza de Chillón y hasta la mismísima Mary Shelley la noche que quiso creer en la inmortalidad.

Ginebra es sólida y exquisitamente burguesa, pero no es alegre ni bonita, ni siquiera evocadora, pese a estar atravesada por el Ródano. Sí, la Vieille Ville, con las torres de la catedral de Sant Pierre despuntando en lo más alto de la colina, es recoleta y bulliciosa. Con calles estrechas, tiendas de antigüedades, fuentes en las esquinas y bares a la francesa. Pero este trozo de historia es tan pequeño que hasta los profesionales que recalan cada año en ella, ya sea en entidades financieras o grandes multinacionales, siempre de paso y en comisión de servicio, han puesto de moda para vivir el barrio de Champel. Las viviendas de lujo hace tiempo que se agotaron en la parte vieja y Cologny es demasiado residencial y exclusiva.

Cuando Ginebra da esquinazo al invierno, la Place du Molard muestra la cara bulliciosa de la ciudad

Quitando el barrio antiguo y algunas casas señoriales del siglo pasado, la arquitectura de la ciudad es anodina y tiene como única finalidad la comodidad de sus habitantes. Es difícil en esta villa moderna y funcional imaginar las desventuras de Voltaire, Elisabeth de Austria o el revolucionario Vladimir Ulianov. De hecho, cuando uno sale del centro, abandona las tiendas de lujo, se aleja de las rues basses y pasa por delante de la Gare de Corvain, enfilando hacia el distrito de Naciones Unidas, la Ginebra rica y vigorosa, con un altísimo nivel de vida, se transforma en una ciudad populosa y multirracional, llena de comercios de especias y baratijas. El paraíso del reloj de cuco.

Lejos de allí, los exclusivos centros comerciales se concentran alrededor de las rues basses: Rue du Rhône, Rue de la Confédération, Rue du Marché y Rue de la Croix. Estas calles están llenas de joyerías, moda y relojes de 100.000 euros. En los últimos tiempos, sin embargo, las firmas de lujo han tenido que ceder parte de su espacio a las marcas low cost, como H&M y Zara.

Los ginebrinos odian el humo del tabaco, pero los establecimientos públicos están llenos de fumadores empedernidos a los que nadie recrimina; y en la Rue de la Confédération deslumbra la cava de Zino Davidoff. El mejor chocolate se vende en Du Rhône (Rue de la Confédération 3) y en Martel (Rue du Marché 8), una excusa para visitar el encantador distrito de Carouge. Las antigüedades y las galerías de arte se amontonan en el casco antiguo y en los barrios de St-Gervais y Pâquis. Todos los días, al salir del trabajo, estos suizos llenan las calles del centro; entran y salen de las tiendas, se detienen en los escaparates y se agolpan en los grandes almacenes. Llueva o nieve. Y aquí, en invierno, nieva intensamente.

A veces, sin embargo, sucede el milagro. La bruma desaparece, el aire frío se esconde en las profundidades del Jet d'Eau y el sol ilumina las calles viejas de la ciudad. Es entonces, cuando Ginebra da esquinazo al invierno, cuando la Place du Molard se llena de mesitas con parasoles, los ginebrinos recobran su media sonrisa y los turistas se arremolinan en los cafés buscando un plato de ensalada con salmón o un postre de chocolate.

La primavera es también la estación de los mercados al aire libre. El de las flores en Place du Molard, el de los libros en Place de la Madeleine. Plaine de Plainpalais expende frutas y verduras y la Place de la Fusterie se convierte en una feria de artesanía regional.

Ginebra presume de ciudad francesa, pero algunos cronistas dicen que lejos de ser cosmopolita es puritana, conservadora y extremadamente familiar, a pesar de tener una de las mayores tasas de divorcios de Europa; y aunque las condiciones de trabajo, la seguridad y el poder adquisitivo harían feliz a cualquier ciudadano del mundo, sus habitantes siguen siendo retraídos, desconfiados y adustos. Muchos reprueban, como si se tratara del mismísimo Calvino, la vida desenfadada de los yuppies que están de paso. Gracias a ellos, sin embargo, la ciudad palpita de madrugada. Se les puede ver cenando en Quirinale, Le Senso o L'Armoire; tomando una copa en Qu'importe o BBM; y bailando en Java Club. Son los locales de moda.

Estos jóvenes europeos, asiáticos o norteamericanos viven mientras los suizos se mantienen al margen. Prefieren la soledad, el aislamiento y la tranquilidad, como a Jorge Luis Borges, que pasó allí su adolescencia y los últimos días de su vida. Del reformador les queda cierto rigor en la conducta que aún sorprende, las mejores manufacturas relojeras del mundo (no en vano fue el único lujo que permitió Calvino cuando gobernó con mano sanguinaria la ciudad) y una famosa escultura, el Muro de los Reformadores, que puede contemplarse en Promade des Bastions, el jardín de los tableros de ajedrez gigantes. Uno de los numerosos parques (el Jardín Anglais, La Grange o el Jardín Botánico) que invitan a pasear.

Ellos son un escaparate de todas las razas humanas y de todos los dialectos. Mal que les pese a los suizos de tres generaciones, si esta ciudad deja a ratos de ser provinciana es precisamente porque está llena de extranjeros. Son ellos los que mantienen la hostelería, la construcción y los transportes, y convierten en Ginebra en una de las ciudades más ricas del mundo.

Guía práctica

Cómo irLa compañía Iberia (www.iberia.com) y las Líneas Aéreas Suizas (www.swiss.com / teléfono 91 324 51 46) fletan diariamente vuelos directos a la ciudad de Ginebra.Dormir y comerGrand Hotel Kempinski. Quai du Mont-Blanc, 19. Tel.: +41 22 908 9081. Fax: +41 22 908 9090.Beau Rivage Geneva. Quai du Mont-Blanc, 13. Tel.: +41 22 716 66 66.Mandarin Oriental du Rhone. Quai Turrettini 1. Tel.: +41 22 909 00 00.Swissotel Metropole. Quai Guisan, 34. Tel.: +41 22 318 3350. Fax: +41 22 318 3300.Hotel de la Paix. Quai du Mont-Blanc, 11. Tel.: +41 22 909 60 00.Parc des Eaux-Vives Quai Gustave Ador, 82. Tel.: 41 22 849 75 75.Hotel President Wilson. Quai Wilson, 47. Tel.: 34 22 933 938 128.Four Seasons. Quai des Bergues, 33. Tel.: 41 22 908 70 00.Para comer, la ciudad ofrece una infinita variedad de restaurantes, cafés, brasseries, bistrots y pizzerías. He aquí una relación de los más sofisticados.Quirinale. Rue de la Rôtisserie, 6 / tel.: 022 748 48 48.L'Universale. Pont-d'Arve, 26 / tel.: 022 781 18 81.Le Senso. Rue du Rhône, 56 / tel.: 022 310 39 90.Soupcon. Place du Bourg de Four, 8 / tel.: 022 318 37 37.Brasserie Lipp. Rue de la Confédération, 8 / tel.: 022 311 10 11.L'Adresse. Rue du 31 Décembre, 32 / tel.: 022 736 32 32.L'Armoire. Rue du Vieux-Collège, 4 / tel.: 022 311 37 24.Monumentos y museos Muro de los Reformadores. La construcción de este muro comenzó en 1909 en el 400 aniversario del nacimiento de Juan Calvino. Está en Parc des Bastions. Forma parte del paseo tradicional por las dos orillas de la ciudad.Palacio de las Naciones Unidas. Avenida de la Paz, 14. Este enorme edificio con forma de herradura doble se encuentra en un parque con árboles centenarios. La visita permite el acceso a varias salas de conferencias, y en el Libro Dorado de la Paz.Museo de Arte Contemporáneo. Rue des Vieux Grenadier, 10 / web: www.mamco. chMuseo Internacional de la Cruz Roja. Avda. de la Paz, 17. Es el más impresionante y original.Museo Patek Philippe. Rue des Vieux-Grenadiers, 7. Tel.: +41 22 807.

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