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De la industria autárquica a la empresa multinacional

La entrada en el Mercado Común (hoy UE) forzó el saneamiento empresarial y propició la salida al exterior

Eráse una vez un país industrializado que se llamaba España. Aunque así comienzan los cuentos, en este caso es una descripción de la realidad económica que reinaba en estos lares hace tres décadas. Cualquiera que tenga más de cincuenta años sabe que así era este país hasta los años setenta. Cataluña y País Vasco ya tenían un tejido industrial muy importante antes de la Guerra Civil, pero fue después del conflicto fratricida cuando el Gobierno franquista, en la recta final de los años cincuenta, decidió impulsar el desarrollo económico de España mediante la industrialización, extensiva a todo el país, con la creación del Instituto Nacional de Industria, el fomento de la banca industrial y la implantación de polos de desarrollo.

El hecho de que Franco, viga maestra del Régimen, no muriera hasta 1975, resulta clave para entender el retraso en la adopción de medidas drásticas en el sector principal de la economía española en aquella época. La paz social era lo primero y había que negar cualquier crisis, aunque fuera importada y se pudiera argumentar que sobrevenida.

No importaba que el precio del petróleo, en un país con la misma gran dependencia energética que ahora, se disparara a un nivel impensable, multiplicándose el precio por cinco en 1973. Los países productores, conscientes del valor estratégico de su oro negro para el mundo desarrollado, se habían organizado en torno a la OPEP y ponían punto final al desarrollo armónico de los felices sesenta en todo el mundo desarrollado.

La llegada al poder del PSOE permitió desatascar la reconversión industrial

En menos de diez años se perdieron 800.000 empleos en la industria, pero lo sano floreció

Las primeras empresas en salir fueron las oligopolísticas con motivo de la apertura de capitales en Latinoamérica

España ya había dejado de ser considerada por la OCDE un país en vías de desarrollo, tras haber conseguido que una parte importante de la sociedad se motorizara, pudiera comprar los electrodomésticos básicos del hogar y comenzara a veranear en masa. En esa época sólo estábamos aislados en materia de libertades, porque en el campo económico ya operábamos en Europa y el resto del mundo, aunque fuera todavía con sistemas arancelarios de protección.

Importábamos y sufríamos las mismas crisis que otros países mucho más desarrollados que el nuestro. A la energética, hay que añadir la de la sobreoferta, la de la falta de competitividad por el raquítico avance tecnológico (persistía el unamuniano 'que inventen ellos') y el incremento disparado de los salarios. Además se vivía la crisis de la deuda mundial y la competencia de los nuevos países industrializados, con Corea (hoy, nos supera) a la cabeza.

Mientras en los países integrados en el Mercado Común Europeo (antecedente de la UE) ya se trabajaba con planes integrales para los sectores más afectados: siderurgia, textil y construcción naval, básicamente, y se concienciaba sobre la necesidad de potenciar aceleradamente los sectores de tecnologías avanzadas, aquí todavía se abría el Nodo con inauguraciones de astilleros, trenes de laminado, plantas cementeras, etcétera.

Muerto Franco, se desataron los demonios, aunque la apuesta sindical por la transición política impidió también, como contrapartida, llevar a cabo una más rápida, menos costosa y más eficiente reconversión. En España predominaba la gran empresa, con fábricas gigantes con productos maduros y sin respeto alguno por el medioambiente. Además, estos gigantes eran principalmente propiedad de una huidiza banca o del sector público, y con serios problemas de solvencia. En el caso de ser propiedad de los 'industriales', sinónimo equivocado de magnates, la descapitalización era una característica común.

Se pueden establecer cuatro etapas en la reconversión y reindustrialización de España. La primera iría de 1979 a 1983 y se centraría en la pura liquidación, es decir, cierres, concentración y despidos masivos. Los planes parciales afectaron principalmente a la siderurgia integral, la de electrodomésticos de línea blanca y los aceros especiales.

En 1982 se hace una ley para la reconversión, con alcance a la construcción naval, el textil y componentes electrónicos para el sector de automoción. No será hasta que el Gobierno socialista llega al poder, en 1982, cuando, comandado por Carlos Solchaga, se aprietan las tuercas a partir de 1984, con la ampliación de los programas sectoriales, afectando ahora al sector de fertilizantes y al de electrónica y telecomunicaciones, con elevadas plantillas y escaso valor añadido. Para paliar el gravísimo problema social se utilizan herramientas como los Fondos de Protección de Empleo y una generosísima aplicación de prejubilaciones. Comienzan, no obstante, a darse pasos hacia la generación de nuevo empleo en el sector secundario, con la creación de las zonas de urgente reindustrialización (ZUR).

La tercera fase, que va desde 1987 a 1990, se centra especialmente en este último proceso, basándose en buena medida en el Libro Banco que se hizo cuatro años antes y en la ley de incentivos regionales que se había promulgado en 1985, que era especialmente generosa, ya que, dependiendo de la gravedad de los casos, las subvenciones podían alcanzar el 50% de la inversión. Es la época en que florecen los parques tecnológicos, siendo el País Vasco el pionero con la inauguración del de Zamudio.

La cuarta fase, que ha continuado hasta nuestros días, atañe a las privatizaciones, incluidas minas de carbón, y casi culminada recientemente con la venta de los astilleros. Aunque éste es un relato frío, la verdad es que la cirugía fue extremadamente traumática y supuso una convulsión social. Entre la muerte de Franco y 1984 se perdieron 800.000 puestos de trabajo en la industria, con el País Vasco y Cataluña a la cabeza, pero afectadas todas la comunidades. Vizcaya, unida su suerte al hierro desde siglos antes, perdió el 50% del empleo industrial en dos décadas. Ignacio Bayón, Carlos Solchaga, Joan Majó, Carlos Croissier, Claudio Aranzadi y Josep Piqué han sido los cirujanos. Solchaga, vituperado entonces por amputar para acabar con la gangrena, comienza a ser reconocido ahora en su papel salvífico malgré tout.

De aquellos lodos emergieron unas empresas muy potentes, muchas de ellas híbridas, compuestas de industrias y de servicios, y respaldadas por un cúmulo de pymes, que, conscientes de la mundialización de la economía, no dudan en instalarse en donde el mercado lo requiera. En los setenta, la internacionalización de las empresas españolas no pasaba más allá de la inversión de alguna catalana en el pirineo oriental francés para poder acceder al mercado común europeo. Será el ingreso formal de España en la Comunidad Económica Europea, y las medidas de liberalización de Boyer, lo que permitió en los ochenta el despegue de los flujos de inversión, en un sentido y en otro. En 1991, la inversión extranjera era del 4,1% del PIB, y la española en el exterior, del 1,2%. Cantidades ya muy apreciables.

Los expertos clasifican a las empresas españolas que han salido fuera en tres tipos. Las grandes compañías que operan en sectores oligopolísticos, energía, banca y telecos, entre las que destacan Telefónica, Endesa, Gas Natural, Iberdrola, Fenosa, Repsol, BBVA y Santander, actúan de pioneras. Se aprovechan de la apertura mundial al capital extranjero y apuestan especialmente por América Latina; Telefónica fue la primera en dar el paso en los ochenta, culminando, con la operación Verónica, en los noventa, la toma de control de muchas operadoras en el continente. Energéticas y banca le siguieron, con hitos como la compra por Repsol de YPF y la del mexicano Bancomer por BBVA. La segunda tipología es la de empresas de acelerado crecimiento mediante concentraciones y apelación al mercado de capitales, con un liderazgo mundial en algunos sectores, distribución textil y concesiones. Es el caso de Inditex, ACS, Ferrovial, FCC, Ebro, Uralita, Acerinox, Prisa, Sol Meliá, etcétera. Por último, el gigante del cooperativismo nacido en Mondragón, MCC, y gran número de pymes con gestión ágil y potente de I+D.

RUINA DE ALTOS HORNOS. La reconversión siderúrgica fue, posiblemente, la más dolorosa, por el sacrificio laboral y económico que supuso y por el carácter simbólico de su poder histórico (capitalista y de lucha laboral). Sólo quedan dos altos hornos en Asturias.

BOYER Y SOLCHAGA, LOS CIRUJANOS. Miguel Boyer y Carlos Solchaga fueron los ministros que iniciaron la operación quirúrgica más traumática de la reconversión bancaria y empresarial. Consiguieron que el enfermo no muriera, y Solchaga estableció las bases de la nueva empresa.

UGT Y COMISIONES, EL CONTRAPESO. Los sindicatos, y especialmente los mayoritarios UGT y Comisiones Obreras, lograron importantes concesiones para la reconversión de los grandes sectores, en especial del metal. La reconversión hubiera sido imposible sin su interés en el pacto.

DUPONT LLEGA A ASTURIAS. La búsqueda de multinacionales manufactureras que invirtieran en las regiones más afectadas por el declive industrial se convirtió en el objetivo principal. DuPont fue un ejemplo, con su planta química y fitosanitaria en el valle de Tamon.

EL PAPELDINAMIZADORDEL ICEX. La apertura de las empresas españolas al exterior no se entendería sin el papel jugado por las Cámaras de Comercio, patronales y el apoyo de una institución como el Icex. Sus ferias Exporta han sido una de las herramientas de los exportadores.

TELEFâNICA, LA PIONERA. Telefónica inició su andadura en Latinoamérica desde los años ochenta, cuando aún era un monopolio en España. Se criticó entonces los precios pagados, pero su expansión ha sido un éxito. Su último desembarco, de la mano de César Alierta, es China.

Daños colaterales. Los pequeños siempre pierden

El drama social que supuso la cirugía invasiva de la reconversión en el tejido socioempresarial de España, especialmente en los años ochenta, se cobró demasiadas víctimas. Centenares de miles de trabajadores de pequeños talleres (sin olvidar en muchos casos a sus patronos, que terminaron arruinados) fueron los grandes sacrificados en la purga.Los empleados de las grandes empresas perdieron su empleo, pero al menos consiguieron cierto desahogo con las indemnizaciones logradas por los sindicatos, gracias a que la lucha se trasladó a las calles y a la conciencia de clase que predominaba en los líderes de UGT y Comisiones Obreras, Nicolás Redondo y Marcelino Oreja, acompañados de sus mandos en el metal, José Manuel Fernández Lito e Ignacio Fernández Toxo. El Fondo de Garantía Social y sus familias fueron, en muchos casos, el único socorro para los más desgraciados. Las medidas que se tomaban sólo servían, la mayoría de las veces, para ganar tiempo con el que apagar la cólera de los damnificados. Durante años, Barcelona y su cinturón industrial, Bilbao y la margen izquierda, Gijón, Avilés, Cádiz y Vigo, vivieron su propia Intifada. UGT y el PSOE se divorciaron, y el coste económico se acercó a los dos billones de pesetas. En el tortuoso camino han desaparecido gigantes como Altos Hornos de Vizcaya, Ascón, Río Tinto, Olarra, Magefesa, Standard Eléctrica, Super Ser, Elbe, Papelera Española, y cientos más. De las empresas que aprovecharon los incentivos a la inversión destacan Du Pont, que fue a Asturias, y General Electric Plastics, que se instaló en Cartagena. General Motors abrió en el año 1982 y sirvió para espolear a los cirujanos: un cambio era posible. Si hay un ganador claro es el medioambiente. Hoy se respira mejor en la España que fue industrial.

Expansión mundial. El mundo hispano y los otros

Si en un principio fueron los países europeos, y especialmente los iberoamericanos, los que atrajeron a las empresas españolas, en el nuevo siglo no hay fronteras. Acerinox tiene sus plantas más productivas en Estados Unidos; Ebro Puleva compró también en ese país una gran empresa de pasta; BBVA, el Compass; Santander ha entrado en Sovereign. Por irse un poco más lejos, Acciona tendrá los mayores parques eólicos de Australia, asociada con inversores locales.OHL acaba de ganar un contrato para levantar y explotar un complejo hospitalario en Qatar. Ferrovial es el dueño de los aeropuertos londinenses. Inditex acelera su programa de expansión en Rusia y Ucrania. Telefónica es la número uno en la República Checa y uno de los líderes en Gran Bretaña. MCC no se conforma con instalar algunas de sus empresas de éxito, como Irizar, en China, sino que construye un parque empresarial para acoger empresas. Son muestras de los retos afrontados.

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