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CincoSentidos

Los hielos eternos dan la voz de alarma

Un viaje náutico por los fiordos de Chile con rumbo a las primeras víctimas del cambio climático

La naviera chilena Skorpios organiza cada semana un viaje al corazón de la Patagonia chilena para visitar los campos de hielos milenarios donde se atesora la tercera reserva de agua dulce del Planeta. Se trata de una navegación alucinante de cinco días por uno de los parajes más bellos y solitarios del mundo.

La región de Magallanes tiene la extensión de Grecia, unos 132.000 kilómetros cuadrados, y una estructura territorial generosa en islas y en fiordos (esteros en la denominación local). Pero mientras que viejo país europeo suma 11,2 millones de habitantes, esta región en el confín austral del mundo apenas supera las 150.000 almas.

El objetivo del viaje es trasladar al turista-aventurero-hombre de nuestro tiempo inquieto, por el calentamiento global a los pies de unos 17 glaciares, un fenómeno aún vivo de la naturaleza, sólo comparable en expresividad a los volcanes. Estas kilométricas lenguas heladas interpretan el papel de testigo fósil del pasado de la Tierra y a la vez se han convertido en el primer dispositivo de alarma que se ha accionado para alertar de los desastres que se nos avecinan con el cambio climático.

Sorprende que la concentración de hielos de la Patagonia se localice en una latitud que, si la trasladamos de hemisferio y de continente, quedaría a una altura equivalente entre París y Londres. El rigor de las temperaturas en el Chile más austral es consecuencia de la cercanía helada de la inmensidad de la Antártida, que domina toda la zona.

La naviera Skorpios ha creado las condiciones adecuadas para acceder a zonas recónditas e inhóspitas, combinando en el cálido interior de sus buques la comodidad de un buen camarote, con ducha, televisión vía satélite y una gastronomía que mezcla sabores chilenos a los conceptos más sofisticados de la cocina internacional. El combinado culmina en una barra libre de pisco sour y tragos de whisky rebajado con hielo de glaciar.

En su lenta navegación el viajero-aventurero se adentra de manera tan imperceptible como irreversible en una visión dramática, pero a la vez matizada de la realidad del cambio climático.

Aproximadamente 50 cuencas glaciares permanecen activas en los Campos de Hielo Norte y Sur de la Patagonia chilena. Son todavía una realidad imponente, un vestigio sorprendente de los fenómenos de glaciaciones que dominaron el Planeta en tres oleadas distintas y desde hace 5,2 millones de años.

Desde el punto álgido de la glaciación del pleistoceno, en un proceso absolutamente natural, en los últimos 50.000 años los hielos eternos de estas latitudes se encuentran en recesión. Un día la superficie helada ocupó el 80% de los 130.000 kilómetros cuadrados de la región y hoy, sin embargo, no controla sino 19.500 kilómetros. Un día las descomunales lenguas azul turquesa llegaron a tener alturas de 4.000 metros y han ido adelgazando hasta los 1.350 metros que nos muestran ahora.

La actividad productiva del hombre y su corolario en forma de emisiones de gases de invernadero no debe soportar la pesada carga de ser señalada como la única y ni siquiera la principal culpable de tan colosal encogimiento. Aceptarlo, supondría incluso un estúpido engreimiento. El cambio climático es anterior y superior a nuestra laboriosa y sucia actividad.

A la acción del hombre es imputable el dudoso mérito de haber logrado que el retroceso glaciar se haya acelerado de tal manera que, según los registros científicos realizados de manera sistemática en el último siglo, entre el año 1942 y nuestros días se han perdido 500 kilómetros cuadrados de superficie helada.

Glaciares vivos, glaciares heridos

La flota de lanchas del Skorpios enfila la punta de las lenguas de un muestrario de glaciares, y cada uno enseña un rostro diferente. Algunos como el Pío XI mantienen un vigor juvenil y crecen proporcionando el espectáculo de los continuos derrumbes de sus cumbres heladas sobre la superficie del mar. Otros, como el glaciar Bernal, se expresan con el deshielo su agonía. El color turquesa y la actividad inquieta de los glaciares vivos cuajados de los ensordecedores gritos que provocan sus contracciones, contrasta con la pálida quietud de los glaciares heridos que, en su inexorable retirada hacia las cumbres, dejan la evidencia de su poderío pasado en los bloques descomunales de piedra que ha trasladado desde miles de kilómetros.

Skorpios

La naviera fue fundada hace 30 años por Constantino Kochifas. A pesar de sus 77 años y de ser el propietario de 60 barcos, sigue pilotando este viaje alucinante por un paraje que él descubriera y cartografiara en la década de los 80, bautizando islas, fiordos y glaciares con los nombres de los miembros de su familia y empleados.Para llegar desde España a Puerto Natales, punto de embarque de Skorpios, hay que recorrer 16.000 km. El primer salto en avión nos lleva a Santiago de Chile, donde conectamos hacia el sur con la ruta aérea a Punta Arenas. Desde aquí aún restan tres horas de autobús por la Pampa más plana y más vacía.La naviera tiene tres barcos de crucero para atacar la zona desde diferentes perspectivas. El Skorpios I, para 70 personas, está basado en el Puerto Chacabuco. El Skorpios II, para 125 personas, tiene base en Puerto Montt. El Skorpios III parte de Puerto Natales con 110 pasajeros.Datos de contacto: Augusto Leguía Norte 118, Las Condes. Santiago, Chile. Teléfono: (56-2) 477 19 00 www.skorpios.cl

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