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CincoSentidos

Elecciones

Aquella mañana se despertó entre cajas de cartón. Solía utilizar una especie de saco de dormir-manta, pero durante el día la guardaba detrás del banco, entre unos matorrales, y alguien se la había robado. Así que la noche anterior vació el tetrabrik, buscó unas cajas entre la basura de un supermercado cercano y se quedó ensimismado mirando a las estrellas corretear casi por encima de él. Eso era lo bueno del tetrabrik.

Se aseó en una fuente cercana, desayunó en la Casa de Acogidas de Cáritas y se dispuso, como casi todos los días, a leer algún periódico. Se sabía un hombre culto, a pesar de sus carencias económicas. Tenía estudios superiores y estuvo cerca de acabar la carrera de Económicas, pero su duelo particular con la estadística, se resolvió a favor del contrario. Después, las cosas no le rodaron bien y la sujeción de un trabajo, solo de pensarlo, le hacía echarse a temblar. Era verdadera fobia lo que tenía a los horarios. Caminó pausadamente, tenía todo el día para él, y se dirigió a una biblioteca de barrio, humilde, pero suficiente para encontrar prensa. Por allí era bastante conocido, sobre todo por su cartel de 'Empresario en paro, solicita ayuda', que solía utilizar. Era época de elecciones, y le podía venir bien conocer las ofertas. A él le daban todos igual, pero tal vez en alguno de los mítines le podía caer algo, aunque no fuese más que poniendo y quitando sillas o ayudando con la megafonía. Estaba totalmente sin blanca, así que le pareció oportuno echar un vistazo. Mejor hacia la derecha que hacia la izquierda, ya que, éstos, con menos presupuesto, se arrimaban ellos mismos las sillas. Eso, en los sitios en que ponían.

Después de echar un ligero vistazo a la cartelera, decidió irse hacia otro barrio alejado de aquel, donde no le conociesen, pero el principal problema era el desplazamiento. Tras un momento de vacilación, aprovechando que en un autobús entraba una señora con un coche de niño por la puerta de salida, se coló y se sentó en un abrir y cerrar de ojos. En menos de media hora se encontraba colocando un toldo, en una pequeña placeta donde el partido colorado, ni de derechas ni de izquierdas, daba un mitin a las doce del mediodía. Era sábado y cabía que se acercase bastante público. Después se liaron con las sillas. Cuando acabaron, Santiago, pues así se llamaba nuestro amigo, se arrimó a los dos mozalbetes que le habían acompañado, a ver si podía entrarles.

-Lo hemos hecho rápido, comentó mientras resoplaba. -¿Creéis que se interesará mucha gente?

-No lo tengo claro. Amenaza lluvia-, le contestó seco el que parecía más aburrido. Por cierto, ¿de dónde sales tú, no te conocemos por aquí.

-No, no, he venido dando una vuelta desde el barrio viejo, por cambiar de sitio. Santiago se puso a la contra. Ayer estuve allí en otra charla, se daba por supuesto que también de los colorados.

-Podemos ir a comer algo mientras empieza. Hay un bar justo aquí a la vuelta, terció el otro, en tono más amistoso.

-Bueno, pero yo he cogido solo unas perras al salir. Espero que me llegue, mintió con ánimo de lucro el nuevo asociado. -Si no, yo con un vinito hago.

-No te preocupes, hombre, invitamos nosotros, bueno, mejor dicho, el partido, que por algo hemos trabajado tanto, concretó, mientras se ponía en marcha, el que hacía las veces de portavoz. -Me llamo Paco y éste es Félix, y tú, ¿cuál es tu nombre?

-Santiago, respondió sonriente, Santi para los cercanos.

En alegre camaradería, ya se habían hecho compañeros de partido del barrio, acabaron atizándose unos huevos fritos con bacón y una botella de vino. Aquello empezaba bien, pensó, a lo mejor hasta como gratis.

Cuando volvieron, la situación había cambiado. Casi no quedaban sillas vacías, y había bastante gente de pie en la parte de atrás. Los candidatos tendrían que poner toda la carne en el asador.

Los tres juntos, Santiago había decidido no perder de vista a los otros, se colocaron en la parte de delante, por si había que echar una mano con la megafonía o surgía algún otro problema. En la mesa donde estaban sentados los aspirantes, habían colocado, para que cada uno se sirviese, unos pequeños libretos con el programa general, que, nuestro amigo, muy hábilmente, se encargó de retirar antes de sentarse. El mitin fue bastante tedioso, aunque, afortunadamente, ninguno de los tres oradores, se extendió demasiado. Santiago, mientras tanto, parecía muy interesado por el programa de mano. En menos de una hora estaba liquidado y se entraba en el capítulo de las preguntas. Durante un minuto largo, nadie se lanzaba y decidió que podía ser el momento de ganarse también la comida. Levantó la mano, como con timidez, aunque seguro de lo que hacía. Había tenido tiempo de percatarse de cuál era la composición del grupo de oyentes y tenía escogido el tema. Habitualmente se desenvolvía con habilidad en las tertulias con los sin techo con los que convivía, aunque aquello sabía que no sería igual. Pero la necesidad de comer, a veces, hace milagros, y tenía que intentarlo. El que hacía de moderador le dio entrada.

-Sabemos que el partido colorado está promocionando últimamente viviendas de VPO en ciertos barrios de la ciudad (la calle había sido su mejor escuela en los últimos años, y si de dar jabón se trataba, sabía cómo hacerlo), pero ¿podrían concretar algo del nuestro? Gracias, terminó educadamente.

Los tres candidatos se apresuraron a contestar. Era una buena oportunidad para el lucimiento, y había que aprovecharla. El de más edad, que lucía un poblado aunque bien recortado bigote, fue el más rápido. Se extendió durante casi un cuarto de hora, utilizando todo tipo de recursos para atraerse al respetable.

-Y si el partido colorado llega a la alcaldía, promocionaremos más de doscientas viviendas de protección solamente durante el primer año, anunció con notorio énfasis triunfalista. Los tres siguientes trataremos de mantener el mismo ritmo.

Nuestro buen amigo no quería dejar pasar aquella oportunidad y mantuvo el careo. Por algo se había leído bien el programa de mano, mientras los oradores exponían sus programas.

-¿Conseguirán frenar así la especulación inmobiliaria en esta zona?- inquirió, ya bien asentado.

Era el no va más. El candidato aprovechó para hablar de constructores, suelo urbanizable, fraude inmobiliario y otras cuestiones parecidas, pero, sobre todo, recalcando lo que hasta entonces habían hecho o, mejor dicho, lo que no habían hecho ayuntamientos y diputaciones en manos de otros partidos.

-Nosotros daremos en todo momento prioridad absoluta a la mejora del nivel de vida de todos los ciudadanos. Conseguiremos los mismos derechos para todos, desde un reparto más equitativo de la riqueza, aquello no tenía nada que ver con la pregunta, pero podría ser útil.

Finalmente todo terminó con un caluroso aplauso, en el que los tres colaboraron efusivamente.

Mientras la gente iniciaba el desfile, comentando los pormenores de la charla, ellos se pusieron nuevamente manos a la obra y en menos de media hora tenían recogida la megafonía y el toldo, y las sillas apiladas y dispuestas para ser transportadas. Santiago hizo un ademán como de retirada, aunque controlando el gesto. Era puro teatro y sirvió, sobre todo, para que el más amistoso de sus dos colegas le advirtiese de que ya era muy tarde para irse a casa a comer. Además, en la sede del partido, en una calle cercana, habría un pequeño lunch y, aunque no sería nada especial, podía acercarse con ellos.

-Lo peor es que, como os he dicho antes, he cogido sólo unas perrillas al salir de casa. No contaba con esto y... no sé...-, argumentó.

-No te preocupes por eso. Te dejo un billete de 20 euros y ya me los devolverás en otra ocasión. Además también te lo has currado, le animó el más simpático, acercándole billete, que Santiago aceptó rápidamente.

No hubo excesivos problemas para llegar al acuerdo y, poco después, llenaban tres copas de buen vino, en hermanada camaradería.

Lo del lunch no le iba demasiado a nuestro buen amigo y, además, casi tenía todavía los huevos con jamón sin digerir, por lo que se aplicó más a la bebida. Hacía tiempo que no festejaba con un caldo así y no se recató. En plena euforia, pasaba por allí cerca el candidato más listillo, el que había aprovechado más rápidamente su indirecta en el mitin, y lo reconoció.

-Has estado muy oportuno-, comentó. -En estas ocasiones hay que tirar de la gente. Además, pareces tener madera. Mis felicitaciones y espero verte con frecuencia por aquí, le animó, aunque sin entrar en más detalles.

Santiago sacaba pecho. Tenía fama de buen conversador entre los mendigos con quienes solía compartir sus penas y alguna que otra alegría, pero esta vez le estaba saliendo todo redondo. Tomaron café con un buen coñac y siguieron charlando hasta que empezó a oscurecer. No hace falta decir que cayeron un par de consumiciones más.

Serían cerca de las ocho cuando el bueno de Santi recordó que había que empezar a replegarse. Además, con la historia del lunch, no había comido demasiado y, como la bebida empuja, empezaba a tener hambre. Sus compañeros de partido estaban eufóricos, pero él aguantaba bien. Estaba acostumbrado. Es otra de las virtudes del tetrabrik. Colabora en la socialización del individuo, sobre todo entre los que duermen en la calle. Se despidió hasta otro día y se metió en el primer bus que llegaba y que le dejaría cerca de su zona. En esta ocasión le tocaba pagar. Recordó que tenía los veinte euros sin estrenar. Durante toda la tarde se había aplicado en el empeño y ahí estaban los resultados, lo cual le vendría bien para hacerse con alguna botellita de vino y algo para picar antes de retirarse a dormir.

Cerca de donde solían pernoctar había un súper donde podía hacer sus comprillas. Lo malo era que por allí ya era bastante conocido. Incluso alguna vez se había puesto en la puerta con el cartel de 'Empresario fracasado', y hasta, en cierta ocasión, intervinieron los guardas de seguridad, aunque después de registrarlo, tuvieron que dejarlo marchar por estar completamente limpio. Aquel día iba bastante decente, con una chaqueta que solía utilizar algunos fines de semana. Pasó rápidamente al interior, cogió tres botellas de vino de las de 'paga dos y lleva tres', una barra grande de pan y después empezó a buscar algo para meter en su interior. Se acordó del jamón envasado que algunas veces se solía llevar. Esta vez tenía dinero para pagarlo, pero le salió sin querer. Simple deformación profesional. Cogió un par de envases casi sin pensárselo, y en una esquina, mientras parecía que estaba anonadado mirando un reserva de Ribera del Duero de 47 euros la pieza, los abrió con una pequeña navaja, guardó su contenido en una bolsa de plástico que llevaba en la chaqueta, la metió en el bolsillo interior de la susodicha, y salió por la caja n. 6, que además era caja rápida, después de pagar el resto y sonreír amablemente a la cajera.

Eran cerca de las diez cuando llegó a su morada. Hacía buena noche y era hasta agradable dormir cara a las estrellas, aunque no había más remedio que seguir enganchado a los cartones, a no ser que apareciese su saco de dormir. Allí estaban, al parecer bastante intranquilos, Mariano el que tocaba el acordeón, Pepe Seisdedos, bautizado así porque tenía un callo entre el anular y el meñique que parecía otro dedo más, Carmiña la Gitana, muy amiga de la pasma por sus exposiciones en plena avenida bastante ligerita de ropa, y uno nuevo, a quien todavía no sabían como llamarlo y que vendía La Farola en el barrio viejo. En unos minutos les puso al corriente de todo, y para demostrarlo sacó la cena que compartieron amistosamente. Después cada uno se fue a su cama, a cavilar el programa del día siguiente.

Así pues, Santiago se encontró nuevamente mirando a las estrellas, con los ojos semicerrados, aunque, en esta ocasión con la ayuda del 'llévese tres y pague dos', en lugar del tradicional tetrabrik. Aún tuvo tiempo de recordar algunos pasajes ocurridos aquel día, que le produjeron cierta emoción contenida. A lo mejor todavía tenía un puesto de concejal en el ayuntamiento. O tal vez incluso podía llegar a ser alcalde. Desde luego que su nombre tenía ciertas connotaciones políticas y su apellido, que justo lo recordaba, ya que no lo utilizaba para nada, era mundialmente conocido entre la élite política. Santiago Castro, nada menos. Sonrió mientras tuvo fuerzas y finalmente se rindió.

Durmió profundamente las primeras horas, mientras duró la anestesia del alcohol. Después, pareció entrar en algún debate interno donde las muecas desagradables sucedían a sonrisas efímeras, pero profundas. Hacia la medianoche se despertó sobresaltado e incómodo en el final, cuando ya no quedan arrestos para seguir, de un intenso sueño. Lo último que recordaba era que corría por una playa desierta, con grandes olas que rompían a su derecha, como queriendo engullirlo. Se secó el sudor con el antebrazo e intentó profundizar más. Algo o alguien lo perseguía por detrás, y lo notaba gigantesco. No sabía qué, pero era un ser sobrenatural. En el último momento, intentó girar hacia la izquierda, pero tampoco lo lograba. Algo que no podía ver se lo impedía. Entonces fue cuando se despertó. Nostalgias de un pasado en el que quiso ser y no fue o incertidumbre de un futuro realmente incierto, pensó. Por un momento se quedó dubitativo. Parecía querer profundizar más, llegar a alguna conclusión. Después, se quedó nuevamente dormido.

Serían casi las diez cuando se despertó sobresaltado. Dos guardias de seguridad, uno de ellos conocido, estaban junto a él, pateándole la pierna, para que se despertase.

-Santiago, te reclaman en el súper. Apareces en dos cámaras de vigilancia, en la zona de los embutidos. La verdad es que no se te ve qué hacías porque estás de espaldas, pero un poco antes habías cogido un par de paquetes de jamón envasado, que luego no pagaste.

-Teníamos que cenar, me refiero a mí y a mis colegas, y decidí traerles algo. No me parece que sea para ponerse así, lo corrigió, mientras se restregaba los ojos.

-No digas gilipolleces, yo tampoco tengo una negra que me la menee cuando me apetece, y por eso no me dedico a robarlas-. El vigilante parecía muy cabreado y no se anduvo por las ramas.

Santiago se dio cuenta de que aquello iba en serio. El comentario le revolvió las tripas. Al Farruco, ese era el nombre del guarda, lo conocía de sobra como para saber de lo que era capaz, pero la comparación le pareció totalmente fuera de lugar.

-Bueno, qué es lo que queréis; no teníamos para cenar; ya os lo he dicho, que queréis que haga-, notó que le aumentaba el caudal de adrenalina.

-Que vengas con nosotros y no hagas tonterías. El que no había dicho nada quería dejarse notar y le cogió del brazo con ademán de incorporarle. Santiago estaba al límite. Le quitó la mano de encima, después echó los cartones a un lado y tras levantarse casi de un salto se defendió.

-Sois todos igual. Vivís bajo el manto de la apariencia, pero no sois nada, acusó. Yo al menos doy la cara, cosa que vosotros no hacéis. Estaba a punto de reventar. Vamos cuando queráis, contestó desafiante.

Caminaron parque arriba, él en medio y los dos guardas en los costados. Santi iba cariacontecido y pensando en lo sucedido el día anterior. A uno bueno le sigue otro malo, pensó. Entonces le vino a la memoria el discurso del candidato . 'Daremos prioridad a la mejora del nivel de vida de todos los ciudadanos. Conseguiremos los mismos derechos para todos'. Puta política, murmuró entre dientes. Todos son iguales.

La mañana se presentaba gris y lluviosa

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