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Columna
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Europa, ¿más o menos?

Cuando se cumple un año de la adhesión a la UE de los diez países -Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Estonia, Letonia, Lituania, Eslovenia, Malta y Chipre- que han elevado el número de Estados miembros de 15 a 25, se celebra estos días en San Sebastián un debate de alta graduación. Su propósito es el de analizar el confuso horizonte del Tratado Constitucional, tras ser rechazado por los electores de Francia y de los Países Bajos; inspeccionar las nuevas fronteras de la UE desde la perspectiva de la seguridad y la defensa; calibrar los flujos migratorios ahora incentivados y esclarecer si el invocado modelo social europeo encierra valores añadidos o, como sostienen los entusiastas del liberal-nihilismo anglosajón, tan sólo supone entorpecimientos y rigideces obstaculizadoras de la libre competencia y del crecimiento del empleo.

El título del encuentro -Europa, ¿más o menos?- invitaba a confrontar las realidades de la escena mundial, de la economía, de la globalización, de la crecida xenófoba, de la amenaza terrorista, de los movimientos de población ejemplificados en el fontanero polaco, capaz de sumir en la derrota al presidente Chirac, con el sistema común que nos hemos venido dando desde el Tratado de Roma en adelante. La cuestión planteada era si la forma mejor de salir de la encrucijada actual se lograría aumentando o disminuyendo la dosis de Europa, si la solución a nuestros problemas y si la manera de hacer frente a las responsabilidades, que por todas partes solicitan que asuma la UE, vendría más de la mano de la profundización de nuestros compromisos o de su disolución en un área de libre cambio, más bien anodina, en sintonía con los recelos anglosajones. El secretario de Estado para la Unión Europea Alberto Navarro aportaba ayer jueves toda la lucidez y el compromiso a favor del paso adelante.

Han sido sesiones de encendida polémica en las que se han escuchado muy diversas posiciones con independencia de la nacionalidad de quienes las exponían. Pero si hubiera de buscarse una nota definitoria podría decirse que siguen sin cicatrizar las heridas del disenso abierto por la guerra de Irak a partir de 2003. Las percepciones de los centroeuropeos, tal como las han contado en el que ya se denomina Club de San Sebastián, aparecían muy marcadas por la susceptibilidad que les provocan las incertidumbres de la Rusia de Putin y los sueños de un nuevo y temido imperialismo pegado a sus fronteras. De ahí derivaba con naturalidad una propensión al seguidismo acrítico de nuestros amigos hacia Estados Unidos, incluso si tienen al presidente Bush como protagonista, porque es en Washington donde los recién llegados a Bruselas tienen puestas todas sus confianzas defensivas.

Las incertidumbres de Rusia llevan a los nuevos socios europeos a mirar a Washington para su defensa

La convocatoria -enfocada a ministros, políticos, diplomáticos, sindicalistas, profesores y periodistas de los países de Visegrado, es decir, Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia- venía a conformar la XVII edición del seminario sobre Europa Central promovido anualmente desde 1988 por la Asociación de Periodistas Europeos, dentro de los Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco con sede en el Palacio de Miramar de la capital donostiarra y bajo el patrocinio del BBVA. A su amparo han comparecido en esta segunda semana de julio personalidades como Darius Szymcycha, secretario de Estado para Europa de la Presidencia de la República de Polonia; Tomas Vrba, presidente de la agencia de noticias CTK de Praga; Lumomir Zaoralek, presidente del Congreso de los Diputados de la República Checa; Grigorij Meseznikov, presidente del Instituto para los Asuntos Públicos de Eslovaquia; Adam Michnik, director de Gazeta Wyborcza de Varsovia; Miklos Dérer, asesor de los ministros de Defensa y Exteriores de Hungría; Juraj Alner, prestigioso periodista de Bratislava; Pal Csaky, vicepresidente del Gobierno eslovaco para Asuntos Europeos; Janos Horvat, de la cadena de televisión húngara.

Al estrado del aula han subido también personalidades políticas españolas de todo el arco parlamentario, como Diego López Garrido (PSOE), Gabriel Elorriaga (PP) o Josu Jon Imaz (presidente del PNV). Así se mostraba el vigor de la apuesta todavía sostenida por socialistas y peneuvistas a favor del Tratado Constitucional de la UE, en contraste con el abandono de esta senda por los populares. Por su parte, el secretario de Estado de Defensa, Francisco Pardo, trazaba el panorama de los nuevos riesgos, fijaba las prioridades incluidas en el nuevo concepto de defensa y compendiaba las participaciones españolas tanto en las misiones internacionales de paz como en las nacientes instituciones europeas dentro de esta área. Algunos de sus interlocutores centroeuropeos insistían en que las uvas estaban verdes y mostraban en ocasiones preferencias por la eficacia fulminante del unilateralismo americano. Se veía que al Club de San Sebastián le quedaban muchos debates pendientes.

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