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CincoSentidos

Por los senderos de Goya

Los 19 kilómetros que separan las localidades zaragozanas de Jaulín y Fuendetodos ofrecen al viajero el privilegio de transitar por los mismos parajes que Francisco de Goya, al tiempo que disfrutar de la naturaleza, a la que el genio aragonés consideraba su principal maestra.

El recorrido se inicia en el pueblo de Jaulín, a 40 kilómetros de Zaragoza. Es aconsejable utilizar los planos confeccionados por la Federación Aragonesa de Montañismo y editados por Prames, que tipifican cada kilómetro del itinerario. Los meses ideales para el desplazamiento son junio, septiembre y octubre, para evitar las altas temperaturas.

Aunque puede utilizarse la bicicleta, los encantos de esta ruta aconsejan cubrirla a pie, tarea en la que se invertirá en torno a tres horas y media. El viajero podrá disfrutar de las espléndidas vistas desde la cornisa de los Monegros, paisajes en los que se inspiró Goya. En Jaulín los ecologistas disfrutarán particularmente, ya que el pueblo obtuvo en 1983 el Premio Nacional de Medio Ambiente por la transformación de la antigua balsa suministradora de agua en un parque acuático.

En la población de Santa María de Huerva se respira la atmósfera de los campos de batalla entre las tropas napoleónicas y las españolas. En la de Muel se encuentra el primer centro productor de cerámica aragonesa, que conserva el esplendor de los alfares medievales

Fuendetodos, la villa donde nació Goya, debe su nombre a una caudalosa fuente de suministro generoso. A pesar de que la población cuenta tan sólo con 150 habitantes, Fuendetodos se ha convertido en un potente enclave lúdico-cultural. Además de la Casa Natal de Goya, ambientada con enseres de la época, son de obligada visita la Sala de Exposiciones, el Casino y el Museo del Grabado con las series Los Desastres de la Guerra, Los Caprichos, Los Disparates y Tauromaquia. Este fin de semana puede verse una curiosa exposición de Günter Grass, que recoge la obra pictórica del Premio Nobel de Literatura alemán.

A la entrada del pueblo se encuentra la Nevera Culroya, una construcción de planta circular y seis metros de profundidad. Allí se almacenaba la nieve para transformarla en bloques de hielo, que eran vendidos en Zaragoza durante el verano. Esta actividad constituía la base de un próspero negocio durante los siglos XVIII y XIX.

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