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Columna
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No vamos por el buen camino

Definitivamente la guerra de Irak nos está llevando a una situación límite en la definición de un modelo consensuado respecto a la política exterior y de defensa en nuestro país. La decisión del Gobierno de enviar tropas españolas al escenario de la posguerra ha vuelto a partir en dos al Parlamento.

De un lado, el Gobierno y el Partido Popular, de otro lado, el resto de la oposición. Imposible encontrar una opción de consenso en una materia, la defensa y la seguridad, que está terminando de pulverizar un modelo de relaciones internacionales y de seguridad que había permitido encontrar una zona de entendimiento entre la mayoría de fuerzas políticas representadas en el Parlamento.

Nadie niega la capacidad constitucional del Gobierno para cambiar un modelo de relaciones exteriores que entre todos habíamos construido durante 25 años de democracia en nuestro país. Las relaciones exteriores, la política de defensa y, en términos más generales, nuestra visión común de los problemas de seguridad internacional, nos daba unas garantías que hoy están en gran parte perdidas.

Parece que el gran objetivo del presidente Aznar antes de abandonar el Gobierno por decisión voluntaria es borrar cualquier vestigio de los valores de nuestra transición democrática. Quedaba la política exterior y de seguridad que se han visto fuertemente afectadas por el posicionamiento del Gobierno español en torno al nuevo orden mundial que se pretende establecer y cuya primera experiencia ha sido la guerra de Irak.

Estando en el diseño de la actual Administración norteamericana nos vamos a situar en una nueva posición internacional que nos reportará dividendos en todos los órdenes. Según el Gobierno es una opción determinante para el futuro de nuestro país y los réditos no tardarán en llegar. La oposición, toda la oposición, al parecer no hemos comprendido nada y nos dejamos llevar por intereses menores y oportunistas.

La realidad, sin embargo, nos está demostrando que estos dividendos no llegan. Muchos españoles se preguntarán asombrados como en la célebre reunión de las Azores, el presidente Aznar estaba dirigiendo los destinos del mundo junto a Bush y Blair, y a la hora de participar conjuntamente con los Ejércitos norteamericanos y británico, en la posguerra, no sólo no vamos a dirigir y mandar ninguna zona, sino que vamos a participar bajo el mando de un simpático general polaco. No digo esto porque sea nada peyorativo trabajar a las órdenes de un militar polaco, simplemente porque en el horizonte de nueva grandeza que nos iba a deparar el nuevo modelo de política exterior y de seguridad pretendido por el presidente Aznar lo lógico es que el papel de nuestras tropas fuera tan elocuente como lo fue reunión de las Azores.

Nos dijeron que aquella reunión nos sacaría del rincón de la historia y haría de nosotros un país de primera división y que la posición del presidente Aznar nos daría 'inmensos beneficios' que los españoles no podríamos ni imaginar, incluso en lo económico. Parecía que nuestras empresas serian las grandes beneficiadas en la reconstrucción de la economía y las infraestructuras iraquíes y daríamos un salto de gigante en los grandes contratos industriales de armamentos a nivel mundial.

Ya están llegando los primeros ejemplos de nuestro papel de subcontratistas. Nos han ofrecido la posibilidad de construir unos cuantos submarinos para que los EE UU puedan cumplir sus compromisos con Taiwan. Un regalo envenenado. Nadie quiera hacerlos porque la República china considera este asunto como inamistoso. Me pregunto si la opción de participar en los compromisos norteamericanos derivados de su alianza con las autoridades de Taiwan llevarán al Gobierno español a arruinar nuestras relaciones económicas y comerciales con el principal mercado emergente del siglo XXI.

El tiempo pasa y ya veremos la cuenta de resultados de la posición adoptada por el Gobierno español. La mayoría de los españoles es consciente que la guerra de Irak se basó y se justificó sobre grandes mentiras. Ahora ya sabemos que estamos en una fase de 'guerras de guerrillas', como ha aceptado el mando militar norteamericano.

A pesar de esto, nuestro Gobierno ha decidido colaborar con las dos Potencias Ocupantes enviando tropas españolas al territorio iraquí. Nuestros soldados tendrán el apoyo y el cariño de la opinión publica española. Todos deseamos que no se produzca ningún episodio dramático. No creo que la opinión pública acepte fácilmente los dramas que pudieran producirse por esta decisión.

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