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Columna
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Los riesgos de mezclar peras con manzanas

Finalmente se ha cumplido la reordenación en el Gobierno palestino. Era necesario para poner en marcha el Plan del Cuarteto -EE UU, UE, Rusia y Naciones Unidas-, que en un proceso sucesivo pretende llegar a 2005 con la creación de un Estado palestino.

Israel, por su parte, tendrá garantías sobre su seguridad y de manera especial en lo que se refiere a los atentados terroristas en su territorio. Dos países vecinos, con ciudadanos entremezclados, que tendrán que aprender a convivir en paz después de un conflicto que ha causado innumerables víctimas en ambos lados. Es la apuesta que surgió en Madrid hace ya 12 años y que se concretó en los acuerdos de Oslo y de Washington.

Creo sinceramente que la reordenación del poder palestino era necesaria. El presidente Arafat ha hecho cosas muy positivas para su pueblo y para la causa palestina, pero su tiempo se había agotado. Seguramente perdió su capacidad de interlocución al negarse a firmar los acuerdos de Taba cuando Barak, primer ministro, y Slomo Ben Ami, ministro de Exteriores, le ofrecieron la oportunidad. Seguramente, si Arafat hubiera aceptado la historia de Oriente Próximo sería hoy diferente. Es cierto que Arafat debía realizar algunas concesiones dolorosas para un líder tan carismático, pero merecía la pena asumir esos riesgos. No lo hizo y perdió su capacidad como interlocutor frente a la comunidad internacional.

El Plan del Cuarteto se debe aplicar sin pérdida de tiempo. Pero tiene que aplicarse el verdadero. No puede alterarse con reservas sobrevenidas. Me refiero a las famosas reservas presentadas por el primer ministro Sharon. Sería esta vez un error que el Gobierno de Israel considerara que el Plan del Cuarteto se puede alterar en su beneficio debido a la nueva situación creada con la guerra de Irak.

He escuchado declaraciones de políticos israelíes en el sentido de que la presencia militar de EE UU en Irak, que los israelíes desean que sea permanente, reduce la presión árabe sobre el Estado de Israel y a partir de aquí la correlación de fuerzas permite asegurar e incrementar la preeminencia militar de Tel Aviv sobre el conjunto de la región.

Así las cosas, la negociación con los palestinos puede conocer rebajas sensibles en las necesarias concesiones israelíes. La imponente demostración militar norteamericana permitiría condicionar aún más la solución al problema palestino, ya que la vecindad árabe ha perdido su capacidad de presión.

Desde el lado de los vencedores de la guerra se pretende anunciar que era necesaria, entre otras cosas, para poder conseguir la paz entre israelíes y palestinos. Porque ya no existe el régimen de Sadam Husein y su larga mano en los asuntos internos palestinos, se nos dice, ahora será más fácil controlar el terrorismo de los grupos extremistas y es posible la remodelación de toda la región del Oriente Próximo.

No estoy de acuerdo ni con la presentación, que claramente es interesada, ni con la conveniencia de vincular la evolución de los acontecimientos en Irak con el Plan del Cuarteto. Me parece que lo más conveniente es tratar estas dos cuestiones de una manera separada. Cada asunto se debe tratar según sus propios méritos y su propia oportunidad, de lo contrario se corre el riesgo de no resolver ni lo uno ni lo otro y contaminarlo todo.

El Plan del Cuarteto tiene un itinerario llamado horriblemente hoja de ruta que es claro y preciso. Tiene su propia lógica y sus fases sucesivas necesitan la conformidad de los copatrocinadores según los avances que se vayan produciendo. Los copatrocinadores -EE UU, UE, Rusia y Naciones Unidas- se han puesto de acuerdo en desarrollar su plan. Es necesario que guarden y mantengan este compromiso entre ellos. Es una garantía fundamental del propio proceso.

Respecto a la Guerra de Irak y sus consecuencias de futuro, resulta que los protagonistas son los mismos -EE UU, UE, Rusia, y Naciones Unidas-, pero con una diferencia abismal: el desacuerdo en la justificación de la guerra y cómo se debe desarrollar la posguerra es público y más que notorio.

Es decir, la agenda iraquí no tiene el consenso internacional que sí tiene la agenda del proceso de paz entre palestinos e israelíes. Lo que vaya a ocurrir en Irak es muy difícil de prever y no hay un plan decidido y asumido por toda la comunidad internacional. En Irak, por el momento, sólo hay un plan: el de los vencedores de la guerra.

Así pues, los ganadores de la guerra están cometiendo, en mi opinión, un serio error: mezclar las peras con las manzanas. La pera del Cuarteto esta sana y tiene buena pinta; la manzana iraquí está todavía muy verde y no sabemos si terminará madurando o pudriéndose.

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