Una capilla enfrenta a Las Cigarreras y Altadis
Sevilla, un día entre semana. Una persona se presenta en las instalaciones de la moderna fábrica de tabacos de Altadis. El guardia jurado le pregunta si tiene cita: 'No, pero vengo a ver a Nuestro Señor Jesucristo en su sagrada columna de azotes'. El guardia indica rutinariamente al creyente que para el culto en la capilla vuelva el sábado o el domingo.
Este diálogo es la causa de un conflicto entre una de las hermandades estelares de la Semana Santa sevillana y la multinacional tabacalera Altadis. Tradición frente a política de empresa. La Real e Ilustre Hermandad y Cofradía de Nazarenos de la Sagrada Columna y Azotes de Nuestro Señor Jesucristo y María Santísima de la Victoria, conocida popularmente como Las Cigarreras, que sale de procesión la tarde de los jueves santos, tiene su capilla en el interior de la factoría desde los años sesenta, en virtud de una histórica relación entre la cofradía y la fábrica de tabacos de Sevilla que data desde su construcción en Sevilla en el siglo XVII.
Hasta ahora la tabacalera hispano francesa, que copresiden Pablo Isla y Jean Dominique Comilli, ha resistido la amenaza de las absorciones; trata de eludir el peligro de las indemnizaciones que quiere cobrarle la Junta de Andalucía por el presunto gasto sanitario causado por las enfermedades derivadas del tabaco, y ha hecho frente a las demandas de particulares que han contraído enfermedades que imputan al hábito de fumar. Pero con lo que no contaba era con que a todos estos inconvenientes podría sumarse uno inesperado: la hermandad de Semana Santa que alberga en el seno de la fábrica sevillana amenaza con llevarla a los tribunales, y no por efectos relacionados con el tabaco, sino porque asegura que la empresa no les deja celebrar normalmente su actividad religiosa.
La capilla que luce en el centro de la fábrica es propiedad de la multinacional tabacalera y, por tanto, también las instalaciones de la hermandad. Pese a ello, Altadis quiere fumar la pipa de la paz y asegura que en ningún momento se plantea pedir o exigir a la hermandad que se vaya del recinto. Pero el hermano mayor, Claudio Espejo, amenaza con recurrir en última instancia a los tribunales si Altadis no ofrece un estatuto que establezca por escrito el régimen de uso de la capilla.
Según Altadis, los accesos a la capilla deben circunscribirse a los horarios de la fábrica y no pueden coincidir con horarios sensibles como las entradas y salidas de los trabajadores 'u otros determinados por motivos de seguridad'. Y así se lo hizo saber la empresa por carta a Claudio Espejo. La misiva de Altadis advierte de que en el interior de la fábrica sólo se podrán ejercer actividades 'ordinarias' de culto, o sea, las misas del sábado por la tarde y el domingo por la mañana, los triduos y los quinarios y, por supuesto, la salida procesional del jueves santo. Pero no están permitidos actos extraordinarios como bodas, bautizos o comuniones de los miembros.
'Toleramos las actividades ordinarias, pero no se puede tener una fábrica abierta para celebrar bodas y comuniones', afirma un portavoz de la empresa. Uno de los hermanos que no pudo celebrar su boda en la capilla recurrió a los tribunales, que, de momento, han dado la razón a la multinacional.
La vinculación de la hermandad a la fábrica sevillana de tabacos proviene de que cuando se levantó la histórica fábrica de tabacos de Sevilla (actualmente sede de la Universidad hispalense), las trabajadoras manuales del tabaco (conocidas como las cigarreras) se hicieron devotas de la hermandad por su proximidad a la fábrica. Esta vinculación se tradujo en 1904 en el traslado de la cofradía a la capilla de la fábrica, que entonces albergaba la Compañía Hacendataria de Tabacos.
La fábrica prometió ceder su capilla a la hermandad, lo que nunca se produjo. En el año 1960 la fábrica se trasladó a su emplazamiento actual, en el barrio de Los Remedios, y con ella se fue la capilla y la hermandad.