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La agresión agravará más la crisis abierta en Oriente Próximo

Un día antes del masivo ataque terrorista contra Nueva York y Washington, el jefe del Estado Mayor del Ejército de Arabia Saudí, general Saleh al Muhyia, anunciaba la cancelación de la visita que debía comenzar ayer a Washington. El motivo: protestar contra la política estadounidense en el conflicto entre Israel y Palestina. Pocas horas después de los atentados, un periódico árabe de Londres aseguraba que el fundamentalista Osama Bin Laden "seguramente" era el responsable de la acción. El Gobierno talibán de Kabul, por su parte, niega la implicación de Laden en el atentado.

El conflicto árabe-israelí, con el telón de fondo de la larga y larvada guerra de Estados Unidos y el Reino Unido con el Irak de Saddam Hussein, se perfilan como la causa última del escalofriante ataque terrorista lanzado ayer contra el corazón del poder económico y militar de la primera potencia mundial. Ayer mismo, Irak derribaba en su espacio aéreo un avión espía estadounidense sin piloto.

Desde el inicio de la segunda Intifada, en octubre del año pasado, la tensión ha venido in crescendo en todo Oriente Próximo. La profundidad del conflicto de Palestina ha ido, poco a poco, minando el trabajoso esquema de equilibrio político regional que Washington comenzó a estructurar en 1977 con el acuerdo de paz entre Israel y Egipto y que terminó de consumar con el frente unido mundial en la Guerra del Golfo de 1991 contra Saddam Hussein.

En los últimos meses, la situación de los regímenes políticos de los dos países árabes decisivos en la región, Egipto y Arabia Saudí, se ha hecho casi insoportable. Del silencio de los primeros meses de la Intifada, el presidente egipcio, Hosni Mubarak, ha evolucionado hasta criticar abiertamente -por primera vez en más de 20 años en Egipto- a la política estadounidense en las últimas semanas. Pero más sorprendente y preocupante para la política exterior estadounidense ha sido la decisión de Arabia Saudí de suspender el viaje de su máximo jefe militar a Washington como protesta por lo que considera "parcialidad" del Gobierno de George Bush en el conflicto palestino-israelí. El moderado régimen del rey Fahd calificó de "sin precedentes la actual violencia israelí" contra los palestinos.

Presionados por sus propias oposiciones de carácter islámico, con apoyo popular, ambos Gobiernos parecen intentar endurecer sus posiciones para prevenir crisis políticas desde dentro o desde fuera de sus regímenes.

El problema talibán

Poco crítico del régimen de los talibanes en Afganistán, los Gobiernos de Bill Clinton antes y de George Bush ahora, observaron a esta versión extrema del fundamentalismo islámico como un elemento favorable a sus intereses en Asia central. Con vastos depósitos de gas y de petróleo y opuestos frontalmente al Kremlin desde la época del régimen soviético, los talibanes prometían un sistema estable de Gobierno dispuesto a favorecer las grandes estrategias comerciales y energéticos de Washington. Pero nada de esto ha ocurrido. Por el contrario, el sistema dictatorial y de características medievales de Kabul ha devenido, desde su instauración, en un régimen de crisis permanente.

Pero el elemento que ha terminado provocando la ira de los Gobiernos de Estados Unidos ha sido la protección que los talibanes vienen prestando a Osama Bin Laden, el empresario de origen saudí y multimillonario, a quien Washington ha culpado de estar detrás de los atentados contra sus intereses y de financiar redes terroristas en Oriente Próximo. Aunque Kabul lo ha negado sistemáticamente, Estados Unidos está convencido de que Bin Laden se oculta en Afganistán a cambio de ayuda financiera a los talibanes. Opositor de principios al régimen del rey Fahd, este hombre de negocios y político que apela al terror, tiene lazos estrechos con la Yihad Islámica egipcia y, según analistas, con la Yihad palestina.

En definitiva, que las sospechas internacionales sobre la autoría del ataque masivo a EE UU apuntan a las secuelas de los conflictos de Oriente Próximo y a las diferencias de EE UU con Irán. No por casualidad, los responsables estadounidenses apuntaron de inmediato a Bin Laden como su autor en las sombras. Pero el creciente peso de este partidario del terrorismo más fanático, en línea con lo que viene ocurriendo en territorio palestino, no cae del cielo. Precisamente, aparece más como un resultado del empantanamiento completo de soluciones en el conflicto árabe-israelí, al rojo vivo, y de la falta de salidas orgánicas para el enfrentamiento no superado con Irak y las dudas estadounidenses sobre la actitud hacia Kabul.

 

Arafat fue el primer político en condenar los ataques contra Nueva York y Washington

Los palestinos temen las consecuencias de la criminal embestida de ayer

Agencias Gaza / Jerusalén / Nablus

El presidente de la Autoridad Palestina, Yasir Arafat, demostró ayer, una vez más, su larga experiencia política al convertirse en el primer líder internacional en condenar sin cortapisas los atentados terroristas en Estados Unidos.

"Condenamos enérgica y totalmente esta grave operación. Quedamos completamente sorprendidos. Es algo increíble, increíble, increíble", dijo el líder palestino a periodistas en Gaza. "Envío mis condolencias y las condolencias del pueblo palestino al presidente estadounidense, a su Gobierno y al pueblo de Estados Unidos por este terrible acto", agregó.

De esta manera, Arafat buscó desmarcarse desde el primer momento de cualquier complicidad con los ataques de ayer, y dejar en claro que ningún sector de su pueblo está implicados en ellos. Poco después de que dos aviones se estrellaran contra las ahora desaparecidas Torres Gemelas de Nueva York, una llamada anónima a un cadena de televisión de Abu Dhabi aseguraba que un grupo radical palestino era responsable del atentado.

El grupo aludido, el Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP), desmintió rápidamente cualquier implicación en el hecho. El miembro del Comité Ejecutivo del FDLP, Salh Zidán, dijo que su organización "no tiene nada que ver, ni de cerca ni de lejos, con los atentados. La llamada telefónica no es cierta, sino completamente falsa, y el objetivo es causar daño a la causa palestina".

Pero estos posicionamientos de los líderes políticos de Palestina no impidieron que algunos centenares de jóvenes festejaran los atentados en Jerusalén este, así como en territorio bajo autoridad palestina y en el Líbano. En Beirut, palestinos de los campos de refugiados hicieron disparos al aire al ver las imágenes televisivas de los ataques. "Estados Unidos e Israel son uno. Esto es el resultado de la política estadounidense, dijo un palestino armado.

En Jerusalén, sin embargo, el número de manifestantes fue menor y las celebraciones muy breves. La ciudad presentaba un aspecto de calma, y poco tráfico de coches y muy poca gente en las calles, como cuando rige alerta ante posibles atentados. Mientras tanto, la ciudad cisjordana de Jenin, bajo autoridad palestina, continuaba bajo un férreo estado de sitio impuesto por el Ejército israelí desde el lunes por la noche. El Gobierno de Ariel Sharon discutía a última hora una propuesta ultranacionalista de "expulsar" de Palestina a Arafat, quien se encontraba ayer en Siria.

 

El empresario-terrorista que obsesiona a Bush

Osama Bin Laden, en el punto de mira

Menos de tres horas después del sangriento ataque contra Manhattan y el Pentágono, el embajador de Afganistán en Pakistán condenaba el hecho y desmentía que Osama Bin Laden estuviese detrás del descomunal operativo militar terrorista.

Pero los altos funcionarios de la Casa Blanca están convencidos de su culpabilidad, aunque no lo digan, todavía, de manera oficial. Este representante emblemático del extremismo islámico se ha erigido desde hace más de tres años en un héroe de los fundamentalista islámicos que luchan contra las potencias occidentales en Oriente Próximo y Central.

A sus 43 años, Laden es, para Estados Unidos "el terrorista no estatal más peligroso del mundo". No sólo ha declarado la Guerra Santa contra Washington por su apoyo a Israel, sino que -a juicio del ex presidente Bill Clinton y de la actual Administración republicana- ha estado detrás de cada uno de los atentados sufridos por Estados Unidos en diversos puntos de África y Oriente en los últimos años.

Bin Laden es hijo de un empresario de origen yemení que se constituyó en uno de los grandes empresarios de la construcción de Arabia Saudí. Su fortuna familiar se estima en más de 5.000 millones de dólares y la personal en unos 300 millones. Cuando acabo sus estudios en la King Abdul Aziz University, la ex URSS invadió Afganistán y él marchó a combatir a los soviéticos dentro de un grupo de voluntarios islámicos. Después de ayudar financieramente a la resistencia afgana, acabó por tomar las armas y comenzar su carrera de político armado. De regreso en Arabia Saudí, se lanzó a criticar al régimen del rey Fahd por su actitud proestadounidense en la Guerra del Golfo en 1991. Esa posición le obligó a exiliarse en Yemen, Sudán y, finalmente, Afganistán, donde se sospecha que sigue oculto actualmente. Para Estados Unidos, desde allí sigue organizando las redes del terrorismo internacional y su captura obsesiona a las autoridades estadounidenses.

El año 1998 fue su bautismo de fuego contra Washington. La Casa Blanca lo culpó en agosto de ese año por el doble atentado con coche bomba contra las embajadas estadounidenses en Nairobi (Kenia) y Dar es Salaam (Tanzania). También le atribuyen directos contactos con el GIA de Argelia, la Gamaa Islámica egipcia y la Yihad Islámica, además de dirigir a los Combatientes del Pueblo de Afganistán.

Si Washington logra probar su autoría en el atentado de ayer, nadie puede dudar de que el Gobierno del presidente Bush pondrá toda su organización política y militar en conseguir la captura de Bin Laden, a quien considera su "enemigo público número uno". En este sentido, ningún Gobierno y ningún Estado, comenzando por los talibanes de Kabul, podrán sentirse seguros si efectivamente están protegiendo al más poderoso empresario-terrorista del escenario político mundial. Para Estados Unidos, Bin Laden fue quien organizó la voladura de parte de las Torres Gemelas en 1993. Y quien las destruyó por completo ayer.

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