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TRIBUNA

<I>Berlusconi, un valor sustraído</I>

Miguel Ángel Aguilar considera fundada la advertencia de publicaciones internacionales sobre la amenaza que representa Berlusconi como candidato para gobernar Italia, y analiza la posición mantenida por la prensa española.

Repetimos de nuevo para los que hayan llegado tarde. En el ámbito internacional hay líderes que son un valor añadido para los países o instituciones que representan, más allá de su coloración política o de su denominación de origen. Winston Churchill, Margaret Thatcher o Toñín Blair lo fueron o lo son para el Reino Unido, como Charles de Gaulle o François Mitterrand para Francia, Bruno Kreisky para Austria, Konrad Adenauer, Willy Brandt o Helmut Kohl para Alemania, el rey Balduino para Bélgica, Felipe González o el rey Juan Carlos para España, Jacques Delors para la Comisión Europea, Javier Solana para la PESC, Luis Ángel Rojo para el Banco de España, Mijail Gorbachov para la URSS, José Antonio Samaranch para el COI o Kofi Annan para Naciones Unidas.

Pero también hay líderes incapaces que nada aportan e incluso otros que, en lugar de sumar, restan, disminuyen el valor de los países o instituciones que encabezan. Tienen el efecto sustracción, son un valor sustraído. Nadie discute que la Gran Bretaña significaba menos con John Major como primer ministro y desde luego lo mismo cabe decir de Austria cuando al elegir para la presidencia de la República a Kurt Wald-heim, después de haberse conocido su implicación con las SS hitlerianas durante la II Guerra Mundial, padeció un grave aislamiento internacional lleno de penosas consecuencias.

De poco suelen valer las advertencias procedentes del exterior y así pudo comprobarse en el caso de Waldheim y en el más reciente de Haïder para no salir de Austria, sobre el que se pronunció el Consejo de Ministros de la UE, pero, cualquiera que sea su efectividad, deben hacerse. Así lo han entendido con toda responsabilidad algunos de los órganos más prestigiosos de la prensa en varios países socios y aliados de Italia a propósito de la amenaza que representa Silvio Berlusconi como candidato para encabezar el Gobierno de esa República. Los pronunciamientos adversos sobre Il Cavaliere del semanario The Economist o de diarios como The International Herald Tribune, Le Monde o Financial Times están basados en la contundencia de los datos fiables, se han formulado desde el respeto a la Europa de los valores democráticos y son ajenos a todo sectarismo. La reacción del afectado ha sido grotesca. Por una parte ha intentado atribuir el origen de las críticas a una conspiración de la izquierda rencorosa, como si bajo esas etiquetas pudieran figurar las citadas publicaciones.

En esa risible descalificación de la prensa más solvente, Berlusconi ha tenido el audaz acompañamiento de Alejandro Agag, secretario general del PP Europeo y longa manus del presidente Aznar en Estrasburgo y en Bruselas para estos menesteres partidarios, incluida la incorporación de Forza Italia a las filas del PPE. Las declaraciones de Agag a la agencia Europa Press, recogidas a toda plana en El Mundo sin la menor distancia crítica, causaron rechifla general, como hubiera dicho Luis María Anson en su anterior encarnación abecedaria. Claro que, en una exhibición de reflejos, Jota Pedro al día siguiente, abrumado por la lectura de los quality papers, se desenganchaba del sostén a Berlusconi, ironizaba con sarcasmo sobre la conspiración de izquierdas como si nada hubieran tenido que ver sus páginas con esa denuncia y optaba por incorporarse a la vanguardia atacante exhibiendo unas fotocopias de irregularidades empresariales en la cadena Tele 5, resultado de nuevos y siempre oportunos avances de su equipo de investigación encabezado por Rubio y Cerdán, esos Woodward y Berstein españoles a los que sigue sin hacerse justicia.

Así que los directivos de Tele 5, siguiendo instrucciones de Fininvest, vaciaron la cadena española para nutrir fondos en paraísos fiscales a nombre de Il Cavaliere. Habrá que escuchar a Valerio Lazarov y a Mauricio Carlotti, pero tampoco se comprende que Alejandro Echevarría, actual presidente de Tele 5, después de su merecido descanso en la Costa del Sol, siga dando la impresión de jugar al oscurantismo, como si prefiriera solidarizarse con la opacidad de su controvertido socio, en lugar de intentar obtener la reparación debida.

En la prensa española predomina un extraño silencio, tal vez nacido del afán de no contristar a los colegas que trabajan con Fininvest o en Moncloa, pero en las cabeceras citadas se pueden leer por contraste verdades y desenmascaramientos atroces.

Los italianos están siendo advertidos por otros de las consecuencias indeseables que tendría la victoria de Su Emitenza y la UE -ahí queremos ver a Javier Solana- debería atender esa cuestión con mayor solicitud aún de la prestada al peligro Haïder, que era incomparablemente menor.

Silvio Berlusconi tiene una trayectoria de enriquecimiento rápido llena de abusos al calor del corrupto socialista Bettino Craxi que la justicia no ha podido sustanciar más que de manera muy parcial, y cuenta como aliados con lo peor de cada casa: Umberto Bossi, el de la Liga Norte y la Padania, de corte xenófobo descarado, donde se han eliminado los bancos de los jardines porque atraen a los in-migrantes; Gianfranco Fini, el neofascista de la Alianza Nacional, y a Pino Rauti, de la directamente fascista sin maquillaje alguno Fiamma Tricolore. Pero en España goza de la amistad de Aznar, has-ta el punto de que por iniciativa del mentado Agag, José María, el hijo mayor de nuestro presidente, fue invitado del joven Piersilvio Berlusconi en un crucero por el Mediterráneo, concluido el cual Il Cavaliere y su esposa, según informa José Oneto, fue-ron anfitriones en Milán de la pareja de Moncloa. Veremos.

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